La industria de la televisión abierta chilena parece aferrarse porfiadamente a la nostalgia ochentera y noventera. Sus nuevas propuestas no pasan a ser remixes de ideas que se han usado desde los mismos inicios de la TV, y se anuncia la reaparición de distinguidos próceres. Tal parece que renunció a conquistar a las nuevas generaciones.
¿Cuáles son las “novedades” de la programación de los canales abiertos? El retorno de Margot Kahl como conductora de “Hoy Se Habla”, un programa vespertino en TVN; el regreso de Eli de Caso con el desembarco en Canal 13 de “Conectados con Eli”, un exitoso programa de servicios del canal de YouTube de Movistar destinado a adultos mayores; la reposición de la clásica serie ochentera “La Pequeña Casa en la Pradera”, también vía Canal 13; la vuelta de Paulina Nin de Cardona como conductora de “Lo viste en el 13”, programa del canal REC TV; la aparición de “Qué Dice Chile” y “La Puerta Millonaria”, que no pasan de ser sampleos de concursos que se hacían en “Sábados Gigantes” en su época de gloria. Es decir, reposición de formatos y series antiguas; retorno de rostros postergados por años; y enfoque a un público de 40 años hacia arriba. Todo esto se resume en el siguiente trabalenguas que he usado en artículos anteriores: “la televisión abierta hace televisión para los que ven televisión en televisores”.
Si analizamos un poco, esto no resulta nada de extraño. La TV abierta, nos guste o no, depende del rating, y a pesar de los anuncios de cambios, la medición del éste sigue dependiendo de forma decisiva de gente que ve televisión en televisores, ya sea los catódicos antiguos o los HD e inteligentes actuales. ¿Y quién consume más TV abierta? Los adultos y adultos mayores, gente que todavía se maneja poco con internet y streaming y que vivió su juventud y adultez en la época en que la vida hogareña giraba en torno al aparato televisivo que estaba en el comedor de sus casas, en donde programas como “Sábados Gigantes”, “Jappening con Ja”, la Teletón y el Festival de Viña eran verdaderos panoramas familiares.
Lo que se configura acá es una verdadera “Dictadura Vintage”, sostenida por un público consumidor de TV con fuerte tendencia a la nostalgia de la época de oro, de los viejos años de gloria. Premia todo lo que les recuerda la TV de esos tiempos, y tiende a ser refractario con ideas, propuestas y rostros nuevos. Por algo los programas de Chespirito siempre fueron una gran “vieja confiable” en cuanto a sintonía. Por algo tuvieron tan buena acogida los programas de “refritos” de “Sábados Gigantes” y el “Jappening con Ja”. Por algo les va bien a las repeticiones de las telenovelas de los años 1990 y 2000 en TVN. Por algo todavía hay gente que pide que Antonio Vodanovic vuelva a conducir el Festival de Viña después de casi 20 años de haberse retirado del evento. Es gente que vería con gusto en pantalla a próceres actualmente sin pantalla Alfredo Lamadrid o Enrique Maluenda, y en una de esas no sería mala idea.
Cabe preguntarse qué pasaría si canal 13 decidiera emitir su excelente señal del recuerdo REC TV por la señal abierta. En una de esas la rompe en rating. En una época de crisis económica y presupuestos estrechos, echar mano a los programas del recuerdo no puede ser más conveniente, pues son productos probados, que el público añora, y que garantizan un buen rating a muy bajo costo.
¿Las nuevas generaciones? Al parecer la TV abierta renunció a conquistarlas. No parecen tener propuestas para disputarle la atención del público millenial y centennial a YouTube, el streaming y Tik Tok. Un ejemplo claro es la forma en que se cubre a los artistas del género urbano chileno que en estos momentos están dominando de forma incontrarrestable el mercado musical chileno. Si la TV abierta tuviera algún interés en las nuevas generaciones, artistas como Princesa Alba, Polimá Westcoast, Pailita, Paloma Mami, e incluso los más polémicos como Marcianeke, Pablo Chill-E o Cris MJ tendrían una presencia importante en pantalla abierta. Sin embargo, no es así, y salvo excepciones como Eduardo Fuentes y Julio César Rodríguez, son más bien tratados como “bichos raros” o expuestos cuando están involucrados en una polémica.
En un reciente estudio del CNTV llamado “TV y Convergencia. Nuevos usos, Nuevas opiniones” se reporta un importante aumento en el uso del streaming y en la importancia de las redes sociales. Además, si bien la TV abierta sigue siendo la principal fuente informativa, se detectó una baja importante del número de sus consumidores, en especial entre los menores de 24 años, con aumento solamente entre los mayores de 65 años. Finalmente, se ha constatado que los televisores “inteligentes” con acceso internet se han transformado en un estándar casi universal.
La masificación de los televisores inteligentes significa que tienes acceso a YouTube y a servicios de streaming a través de tu aparato, lo que equivale en la práctica a disponer de una oferta prácticamente infinita de canales de TV, donde además se deja de depender de los horarios de los canales y uno puede ver el programa que quiera a la hora que estime conveniente.
Lo anterior muestra que la “dictadura vintage” que rige a la industria de la televisión abierta chilena conlleva un riesgo: ¿Qué va a pasar cuando ese público adulto o adulto mayor fiel deje de consumirla, ya sea por muerte o porque emigró a YouTube o al streaming? ¿Qué va a pasar cuando ese público fiel sea insuficiente para sostener económicamente a los canales de TV? ¿Qué va a pasar cuando los millenials y centennials actualmente desatendidos por ellos pasen a ser la principal fuerza de consumo?
Creo que la TV abierta, si pretende subsistir y proyectarse a futuro, tarde o temprano va a tener que empezar a hacer TV para las nuevas generaciones. Y para ello resulta fundamental que el sistema de medición de audiencias se actualice y empiece a darle mayor peso a formas de consumo de contenidos que sean alternativas a “ver televisión por un televisor”.