Con los abruptos cambios de horario y el excesivo alargamiento los canales de televisión, están abusando de la paciencia de los pocos televidentes fieles que les van quedando.
Hace algunos años, el inefable Vasco Moulián instauró en Canal 13 una de las ideas más polémicas de los últimos años: la “parrilla flexible”. A grandes rasgos, esto consiste en ir cambiando la parrilla programática sin aviso previo y de acuerdo a lo que marca el rating. Por ejemplo, si la teleserie está marcando bien, se estira lo más posible para hacerla durar; si un programa marca poco o nada, se saca del aire sin más; si hay un evento esperado que concita audiencia, se alarga la espera lo más posible metiendo comerciales; si hay que compensar algún vacío de horario, se programan películas, repeticiones de rutinas humorísticas o programas comodines como “Los Simpsons», todo un símbolo de esta práctica. En sus comienzos esta estrategia fue sumamente criticada, en especial por profesionales de la industria que la consideraban una “falta de respeto” al televidente. Sin embargo, los hechos y los números le dieron la razón a la disruptiva idea de Moulian: Canal 13 pasó del cuarto al primer lugar en sintonía durante su gestión, y ahora, en medio de la crisis de la industria, los canales abiertos la han aplicado en los hechos.
Mega se está aprovechando de su imbatible liderazgo actual y ha jugado con sus programas como ha querido. Las teleseries turcas han cambiado de horario constantemente, al igual que las nacionales como “Pobre Gallo” que ahora pasó a la noche. Además, están estirando hasta lo indecible “Papá a la deriva” con capítulos donde la mayor parte es recuento de emisiones anteriores y solamente hay 10 a 15 minutos de contenido nuevo. Canal 13 sacó de pantalla sin asco a “Los Años Dorados” y ha jugado con los horarios de “El Sultán” y “Celia”. TVN, por su parte, barrió al poco andar con la repetición de “Floribella” y juega con la duración de los capítulos de “Moisés”.
La “parrilla flexible” se está evidenciando como la clásica estrategia cortoplacista que da créditos en lo inmediato, pero cuyos efectos en el largo plazo resultan a lo menos dudosos. En una industria como la televisiva, que vive del resultado inmediato, su aplicación resulta comprensible. Sin embargo, considero que los canales están jugando con fuego al abusar del “bluffeo programático”. De partida, con la competencia de internet, la TV por cable y satelital y Netflix, el público tiene más alternativas donde escoger. El televidente se está acostumbrando cada vez más a consumir contenidos a la hora que quiera y por el medio que quiera (TV, PC, Tablet o Móvil), y por último puede dejar grabando el programa que les interesa para después verlo cuando pueda y cortando lo que no le interesa. A muchos no nos gusta que los canales jueguen con nuestro valioso tiempo y nos boludeen con sus cambios de programación. Y si siguen jodiendo, nos vamos al Cable o a Internet, pues alternativas no nos faltan.
Además, los canales cambian su parrilla de acuerdo a lo que marca el “People Meter” que, como se está discutiendo en este último tiempo, representa solamente a los que siguen viendo TV de la manera tradicional, es decir población sobre cincuenta años, tecnológicamente analfabeta y de segmento sociocultural bajo. En otras palabras, un público viejo, pobre e inculto. Esta gente, ya sea por idiosincrasia o por traumas pasados, es más bien resignada, tiende poco a reclamar contra los abusos y acepta alterar su ritmo de vida para ver los programas que les interesan. Sin embargo, esta masa de televidentes fieles hasta el martirio tiene fecha de vencimiento. Si antes no se pegan el alcachofazo y se abren a otras opciones de consumo audiovisual, por un tema etario estarán bajo tierra de aquí a veinte años más.
Abusar de la “parrilla flexible” es jugar con la paciencia y la fidelidad de los televidentes. Hasta ahora los canales lo han podido hacer de manera más o menos impune, pero tarde o temprano los televidentes dispuestos a vivir al ritmo de los encargados de programación de los canales van a disminuir en número. En una de esas, buena parte de la reducción del público de la TV abierta se puede explicar por esto. La industria televisiva no se puede dar el lujo de seguir perdiendo público, y medidas como esta son solamente útiles para salir del paso, pero no solucionan el problema de fondo.