Volver a contar una historia tan conocida como la del éxodo del pueblo hebreo, liberado del yugo egipcio por Moisés, es sin duda un riesgo y un desafío. Exodus: Gods & Kings (Éxodo: Dioses y Reyes, 2014), lo nuevo de Ridley Scott, fracasa, sin embargo, en varios niveles.
Empecemos por lo que sí funciona en la película: lo técnico. Todo lo que es la imaginería visual destaca en grandes proporciones. El diseño, el vestuario, los efectos, la (a ratos hermosa) fotografía, generan un ambiente propicio para contar una gran historia.
Y acá entramos a lo que no funciona. La historia. El guión. Lamentablemente uno tiene pocas oportunidades de echar una mirada a «la otra película», la que se desarrolla tras las cámaras, las discusiones creativas entre director, productores, estudio, guionistas y otras fuerzas creativas que pudiesen existir. En Exodus, me dio la impresión al menos, hubo una guerra creativa.
¿Qué pasa? A veces la historia se enfoca desde una perspectiva en la que el relato podría prescindir de la idea de Dios. Esto, desde lo que decíamos al principio del relato archiconocido, jugó, o más bien podría haber jugado a favor de contar una historia fresca, novedosa e interesante. Es tanto que en algún momento la película sugiere que Dios no es sino producto de la imaginación de Moisés tras darse un golpe en la cabeza. Inclusive se le da, en la corte egipcia, una explicación pseudo-científica a las primeras plagas que, hasta cierto punto, funciona.
Ahora bien, al mismo tiempo de esta perspectiva novedosa, se descarta la misma para volver rápidamente sobre la idea de Dios como una fuerza consciente castigadora, vengativa y, sobre lo anterior, todopoderosa. La fuerza de Dios en todo su esplendor. Pero, DE NUEVO, esta idea se intenta desechar en escenas como el cruce del Mar Rojo, ejemplo perfecto para ver esta pugna, dada la manifestación divina final que vuelve a instalarse frente a nosotros en la pantalla.
Es esta indecisión sobre el enfoque lo que pone a la película a dar vueltas sobre sí misma. Así como tenemos una hora en la que no pasa nada en la película porque el personaje de Moisés no se encuentra, así mismo la película no se encuentra. ¿Cuál es el relato que quiere contar? ¿Es la historia de un pueblo en rebelión? ¿Es la historia de un Dios Todopoderoso e infantil? ¿Es la historia de cómo un hombre lucha consigo mismo para convertirse en líder? Ninguna está bien abordada ni se resuelve bien.
Ahora corresponde referirse entonces a lo otro que hace fracasar la película. Los personajes. Christian Bale hace lo que puede como Moisés, sin destacar ni hundirse, pero con el peso de pasar largos minutos de película sin hacer nada. Joel Edgerton, como Ramsés, también sufre de no hacer nada; el hombre más poderoso de Egipto aparece impotente, inútil e irrelevante, sin ser capaz de hacerse cargo de la villanía de la película. Hay otro personaje, encarnado por Ben Mendelsohn, en el que recae el papel de villano secundario, pero su historia se resuelve tan mal que es una suerte que todavía me acuerde. Ben Kingsley encarna al mismo papel que ha encarnado tantas veces y, para colmo, desaparece hacia el final de la película, aunque al menos podría decirse que cumple.
Y después ya se nos viene la vergüenza encima de que hayan contratado a Sigourney Weaver y a Aaron Paul, por un lado una actriz legendaria en los repartos de Ridley Scott que vuelve a trabajar con el director, y por el otro un actor joven que de todos modos ya consta de importantes reconocimientos, para hacer absolutamente nada. Sobre todo es frustrante que nada hagan con las escenas en que Aaron Paul espía a Moisés detrás de unos arbustos. ¿Para qué? ¿Por qué? Apenas hay una referencia mínima hacia el final de la cinta. El resto de los personajes son un faraón que muere de un día para otro, la familia totalmente innecesaria de Moisés y, ojo, Aarón, hermano de sangre de Moisés, personaje bíblico en sumo relevante que, en vez de omitirlo por completo, deciden presentarlo para que nos quedemos esperando que haga algo importante, pero nada.
Pero esto es todavía peor. Históricamente, la película parece situada miles de años en el futuro, con ideas y acciones que circulan por el guión que con suerte podrían estar presentes en una cinta del medioevo, y dotada de un eurocentrismo que bordea lo asqueroso, y ni siquiera me estoy refiriendo a contratar actores blancos para una cinta situada en África ni a que omitieran la diferencia idiomática en la película (que está bien, Ridley Scott no es Mel Gibson y no tiene por qué serlo) hasta que de repente aparecían extras hablando hebreo (o al menos en otra lengua que no era inglés). Y lo siento, pero que los egipcios ganaran la Batalla de Kadesh no está historiográficamente confirmado; al menos no así de fácil. ¿Qué onda, Ridley Scott?
¿Y saben qué me pasa? Que me estoy cansando de defender la obra más reciente de este director porque «el guionista tiene la culpa» (véase Prometheus y The Counselor, por ejemplo). Estoy empezando a pensar que Ridley agarra el guión, ejecuta y no está ni ahí. Hacer la pega por rutina. Y mal así. No quiero películas así de un director que inspiró a tantos. Así que unas vacaciones para el tatita y que deje de querer ganar premios con cintas insípidas. Podría seguir pelando a Exodus, pero ya se hicieron una idea de qué tanto falla esta película. Y de todos modos, qué sabe uno, en mi sala hasta el público aplaudió cuando terminó.