La semana pasada un par de amigas me arrastraron a ver la mencionada cinta de terror (Scott Derrickson, 2014), género que no es de mi especial interés, por lo que no me llamaba mucho la atención, comprenderán. Menos porque ya era sabido que la película es, digamos, ahí no más. No conseguí cambiarles de parecer pero sí, al menos, logré que esperáramos un rato y entrásemos a una función subtitulada. Algo es algo.
«Líbranos del Mal», como llegó a las salas locales, es una cinta realizada dentro del revival de exorcismos al que asistimos hace un par de años y que gracias al éxito de crítica y taquilla de The Conjuring, seguramente se quedará un tiempo más como motif fílmico en el género de terror. Con un elenco compuesto por Édgar Ramírez, Sean Harris, Olivia Munn y Joel McHale, entre otros, la película carga sobre los hombros de Eric Bana, su protagonista, quien me impresiona lo bajo que ha caído, confieso. Hay que decirlo al menos, los problemas con la cinta están lejos de ser culpa de las actuaciones (aunque Olivia Munn, la verdad…)
Seré breve, a nadie le gustó esta película. Ergo, no vayan a verla al cine, si eso se están preguntando leyendo estas líneas. Pero a veces es bueno ver películas malas igual, como para irlas desmenuzando. En un principio la cinta comienza bien, de hecho; hay partes en las que el guión pareciera tener algo que decir, hay tallas bien colocadas -o que al menos a mí me parecieron bien colocadas- sobre todo de la mano del buen papel que le tocó a Joel McHale, como el policía compañero del protagonista. Porque la película va de eso, dos policías enfrentados a lo paranormal. Y todo bien hasta que aparece el cura carretero (Ramírez) a ayudarlos, porque él se ha enfrentando al Mal otras veces y challa.
El problema es que cuando empezaron a meter el rollo religioso, la película se volvió obvia. Y aunque me atrevería a decir que en ciertos momentos es ligeramente inquietante, el equipo detrás de cámaras juega tanto con la tensión que llega a ser latoso y en nada aporta a otros elementos rescatables, como son fotografía y diseño. Pero no es hasta pasada la mitad de la película cuando se nos viene encima una avalancha de clichés del género de terror con los que ya finalmente no te queda sino reír, porque entre el peluche del búho, la caja del payaso, el hospital psiquiátrico, los reflejos en el espejo, los ruidos que nadie escucha, la familia en peligro, etcétera, te vas dando cuenta que te sabes la película de memoria.
Considero que se les fue diluyendo la cinta a los realizadores; partieron con muchas ideas y después no encontraron qué hacer. Por eso a veces el guión parece escrito por cabros de quince años y por eso tanta obviedad. Al final los aspectos rescatables se pierden en una dinámica aburrida de que ya todos sabemos cómo terminará esto. Ni la escena del exorcismo es muy buena, ya que se siente innecesariamente larga cuando uno ya se rindió a que la película no ofrecerá nada nuevo.