El mercado de la TV abierta chilena se está pareciendo cada vez más a otros dos: al de la comida “chatarra”, no sólo por la baja calidad de sus contenidos, sino que por la creciente tendencia a emitir programas franquiciados; y al de las farmacias, por la verdadera colusión programática que se puede observar entre Chilevisión, TVN, Canal 13 y Mega. Al respecto, hago un sentido homenaje a La Red y al viejo y querido UCV-TV, quienes han perseverado en desmarcarse de la colusión y han ofrecido alternativas atractivas para los televidentes que esperamos más que la repetición del mismo programa en todos lados.
Eso de competir con programas similares se viene dando casi desde los inicios de la TV en Chile. Como ejemplos de esto, tenemos la eterna guerra de las teleseries, la ochentera competencia del mediodía entre “El Festival de la Una” y “Éxito”, y la recordada y desigual disputa por la sintonía sabatina entre “Sábados Gigantes” y “Porque Hoy es Sábado” en 1988. La competencia en sí no es mala, muy por el contrario. Bien manejada, lleva a que los “genios” profesionales de la TV se exijan a fondo en su creatividad, y se esfuercen en presentar cada vez mejores productos a su audiencia. Sin embargo, aquí en Chile se ve exactamente lo contrario. Ya sea porque el público chileno es poco exigente o porque hay tanto en juego y el temor a perder en sintonía es tan grande que han desarrollado una gran aversión al riesgo, los canales “grandes” han reducido su creatividad a niveles mínimos y se han limitado a hacer el mismo tipo de programas.
Todo partió con el advenimiento del género de los “reality-shows” y similares a Chile. Después del éxito de “Protagonistas de la Fama”, todos los canales empezaron a hacer sus propios realities. La mayoría de ellos han sido franquicias extranjeras compradas en millones de dólares. Como toda franquicia (por ejemplo, la cadena Mc Donalds) estos programas vienen con un manual de instrucciones donde se detalla todo respecto al programa: la escenografía, disposición de cámaras, estructura, etc. Tienen la ventaja de ser productos probados y estructurados, por lo que son muy funcionales a un mercado ávido de resultados inmediatos y con poca capacidad de espera. . A veces, como en el caso de “El Hormiguero”, la adaptación no resulta, pero en general estos programas importados han funcionado bien. Sin embargo, la proliferación de franquicias ha reducido a la mínima expresión la creatividad de los “genios” de la TV, quienes se ven cómodos con este esquema de replicación de moldes extranjeros sin mucho valor agregado propio
Es cosa de ver lo que ha ocurrido: a un canal se le ocurre hacer programas de bailes de famosos, y a la semana todos salen con programas de bailes de famosos. A un canal se le ocurre explorar el género del Late Show, y todos sacan el suyo al poco tiempo. Ahora les dio por los concursos de talentos e imitadores, que parecen cortados por la misma tijera: tres o cuatro jurados, donde uno hace el papel de “simpático” y otro hace el papel de “malo”. En el fondo, el mismísimo “Cuánto Vale el Show” con mucho más presupuesto. El año pasado, debido al fenómeno de “Los Improvisadores”, TVN sacó una mala copia llamada “Improvisa o muere”. Hasta en los departamentos de prensa la repetición campea, con reportajes de los mismos temas en todos los noticiarios.
¿Creatividad? ¿Audacia? ¿Innovación? No se oye, padre. Toda innovación implica riesgos, la posibilidad siempre latente de fracasar (“ADN”, “Tocando las Estrellas”, “El Juego del Miedo”) y de aprender de esos fracasos. Y eso en un medio histéricamente cortoplacista resulta inaceptable. En un medio de competencia encarnizada y darwiniana, no hay mucho margen para “esperar” que un programa madure y se desarrolle. Así, han pasado muchos intentos de matinales en canal 13 a los cuales se les puso en tela de juicio casi inmediatamente pues no lograron resultados inmediatos. Recién ahora parecen haberle dado el palo al gato con “Bienvenidos”, aunque para ello tuvieron que importar rostros y cerebros formados en el mismísimo “Buenos Días a Todos”.
Algunos programas como “Pantalla Abierta” y “6 PM” fueron cortados sin darles tiempo ni espacio de crecimiento. Al respecto, cabe recordar el caso de “Mekano”, insigne estandarte de la TV chatarra. Durante muchos años, el programa animado por José Miguel Viñuela pasó sin pena ni gloria por la pantalla, deambulando los sábados en la mañana ….. hasta que un buen día, quizás cuando descubrieron el “axé”, explotaron y se transformaron en un fenómeno de audiencias que le dio muchas satisfacciones a su canal.
Mientras el mercado de la TV abierta siga manteniendo estas características, tendremos que buscar las nuevas ideas en los canales chicos, en el cable (“Los Improvisadores”, “SCA”, “Sin Dios Ni Late”, “City Tour”) o en Internet (Los Difamadores, “Demasiado Tarde”), en donde no hay psicosis por el rating y más margen para intentar ideas nuevas.