Si hay una popstar con amplio margen de crédito y carrera para realizar una revisión a sus años de trabajo a través de una sesión acústica, ésa es Kylie Minogue. Durante más de dos décadas ha marcado tendencias en la música, dando cátedra irrefutable de cómo llevar una carrera de largo aliento y seguir siendo una artista interesante y de calidad.
En este trabajo, generado en los míticos estudios Abbey Road, hace un repaso generalizado de su trayectoria, con reversiones que resultan sorprendentes, incluso para quién no esté familiarizado con la música de la australiana. De esa arista es importante mencionar algo: quizá usted conoce una o dos canciones de ella, al menos de nombre, pero si escucha el álbum puede ir reconociendo más.
Desde el inicio se puede dar una grata sorpresa con el disco. “All The Lovers” se presenta con acordes rápidos de una guitarra eléctrica tocada con extrema sutileza, y a partir de ese momento todo se lleva a cabo con una profunda conexión con los detalles. Apoyándose en la compañía de un coro con voces que le añade un nuevo matiz a todas las canciones, además la multiventas juguetea con aspectos de algunos otros géneros: En »Hand on Your Heart», por ejemplo, casi queda todo listo para un Bossanova, el limite llega a ser finito. Es un lote de interpretaciones pulcras, por cierto, con una voz de la interprete de Chocolate que se muestra en mejor estado que nunca, eso le añade un plus a la obra, debido a que ella de por sí cumple con su parte, lograr una interpretación limpia y fluida.
Si bien hay hartos puntos destacados, canciones como »Finner Feelings» (con su acercamiento con elementos de la música flamenca), »Slow» y su otrora single debut, »The Locomotion» (con el adherente de sonar casi como la camada de interpretes orquestales de R&B que se dio durante la pasada década) seguro se llevarán la atención del oyente. Punto aparte es “Where the Wild Roses Grow», que cuenta con la colaboración de Nick Cave, que le aporta un tono ronco que simplemente contrastándose con la voz de Minogue genera una maravilla. Además, la potente reversión del neoclásico pop «Can’t Get You Out of My Head» añade otro elemento sorpresa: es casi estar escuchando música de alguna película (¿Alguien dijo James Bond?).
Se logra un espacio de intimidad que si bien no es emocionante para el oyente no fan, sí resulta tranquilizante, y es quizá ese el gran mérito de la sesión, un despliegue a gusto de cada una de las partes, que da como resultado un disco sorprendente, una invitación para oír después de un día agotador. Minogue ha logrado con creces estampar a este disco como uno de los mejores acústicos del año, y, de cajón, uno de los mejores trabajos que el pop entregó en lo que vamos de año.