La actriz y conductora de televisión recordó en el podcast “Impacto en el Rostro” su paso por las teleseries del canal estatal, donde fue parte del elenco de “Borrón y cuenta nueva” (1998), “Aquelarre” (1999) y “Santoladrón” (2000).
Te hemos visto muy activa en redes sociales con “Aquí Mujeres”, tu espacio de conversación que transmites por Instagram todos los miércoles a las 20:00 horas. ¿Cómo ha sido esta experiencia lejana a la televisión?
Hoy en día las redes sociales tienen una relevancia muy importante desde la libertad de expresión. Uno hoy día está en las redes desde un escenario donde “eres quién eres”, que es muy distinto al escenario televisivo. Entonces creo que esa libertad en las redes sociales, es muy rico vivenciarlo. Lo otro es que la gente se mete a tu casa, eso también me gusta mucho del Instagram. Y lo descubrí durante la pandemia, que estábamos encerrados, que no nos quedaba otra. Y en donde yo me quedé sin pega. Nunca me había pasado, trabajo desde los dieciocho años y nunca había estado dos años sin trabajar, fue una locura, fue muy doloroso. Una televisión que se deconstruye, donde deciden poner solamente periodistas, donde se sacan los espacios y ya, quedamos muchos cesantes. Y yo me comí el AFC, mis ahorros, los 10%. Y yo soy sola con mi mamá y mi hermana, entonces las ayudo a ambas. Han sido momentos súper complejos. Y las redes hoy día me proporcionan una cierta cantidad de ingresos, menos mal, porque no tener liquidez es súper complejo. Y como eres una mujer sola, no estás casada, no tienes familia, no calificaba a nada, y eso fue duro, uno siente que hay una injusticia, porque no hay una universalidad para las ayudas. De esos temas hablamos en las redes y gracias a eso comenzó a haber una conexión muy poderosa con la gente.
Siendo ya una persona reconocida en televisión, decides estudiar teatro en la academia de Fernando González. ¿Dónde nace esta idea?
Yo me eduqué en Argentina, menos mal, porque allá me eduqué en una escuela pública, que tenía un teatro, con butacas y escenario de verdad. La educación era de calidad y no pagábamos ni un peso. Luego, volví en el año ’78 y nunca más vi un teatro. Entonces fue muy frustrante. Pero como soy obsesiva, entré por casualidad a la televisión como un acto de sobrevivencia. Pero tenía esta deuda y quería estudiar teatro. Y a los treinta me retiré de la tele y me dije “¿por qué no hacerlo”? Y partí a conversar con Fernando Gonzalez, “30 años tienes tú. Déjame verlo con el comité porque es primera vez que tenemos un caso así”. Y me dijeron que sí. Entré a la escuela de teatro, y mis compañeritos tenían 19 o 20 años. Y yo era una mina conocida, entonces sentí un peso. Y el actor es prejuiciado con las personas de la tele, pero rápidamente tomé una actitud de todo lo que aprendí en Argentina. Me fue bien y lo pasé el descueve. Y una vez que egresé, me llamaron de TVN para hacer teleseries. Y yo les dije que sí, pero no como protagonista, porque prefería ser concejal primero.
Tu primera experiencia en teleseries fue con “Borrón y cuenta nueva”, donde interpretaste a Valentina Costa, la mejor amiga del rol de Patricia Rivadeneira…
Mira que coincidencia. La primera fue junto a mi gran amiga Patricia Rivadeneira, que estuvo conmigo en “Aquí Mujeres”. Éramos socias y mejores amigas en la teleserie. Nunca más nos separamos.
¿Qué sabías de las teleseries?
Yo veía mucho las teleseries de Vicente Sabatini, porque él sacaba del set y comenzamos a conocer Chile. Él fue pionero y muy inteligente. Soñaba con que Vicente Sabatini en algún momento me llevara a sus teleseries, cosa que nunca ocurrió, pero bueno, da lo mismo, pero admiraba su trabajo y al grupo de actores con el que trabajaba. Y entré con harto temor a la tele como actriz, así como entré con harto temor a la escuela de teatro, porque pensé que podría haber un prejuicio con el grupo de actores y actrices. Pero no fue así, sabían que había estudiado teatro, que había hecho esta renuncia a la conducción de televisión. Rápidamente hice amigos y amigas, como Claudio Arredondo, la Coca Guazzini y Patricia Rivadeneria. Y fue una experiencia súper bonita, muy enriquecedora y lo pasé muy bien.
Tus padres en la ficción fueron Cecilia Cucurella y Edgardo Bruna…
Edgardo fue un grande. Aprendí mucho de él. Yo llegué con una postura completamente humilde, a aprender de estos cracks. Estaba con la Cecilia Cucurella, que tenía una trayectoria enorme y Edgardo Bruna, con quien tenía una relación muy estrecha siendo su hija. Y nos hicimos muy amigos, hicimos buenas migas. Me enseñó muchas cosas, porque yo llegué estresada, hiper auto exigente. Él me decía “tienes que soltar, relajarte, entregarte al momento”. Mi maestro Fernando Gonzalez en la escuela de teatro me decía siempre, “¿por qué Salosny tú entras para salir del escenario? Entras con mucha ansiedad, en vez de vivir ahí la experiencia, entregarte al vértigo”. Esa era su crítica constante. Y Edgardo Bruna me decía lo mismo, “quédate ahí, respeta tus silencios, hazle caso a tu cuerpo”. Fue bonito, fue potente. Es sacrificado, porque son muchas las horas que tienes que esperar, son hartos los libretos que te tienes que aprender y muy rápido, porque vas de una escena a otra. Es un oficio. Pero fui feliz haciendo esas tres teleseries.
“Borrón y cuenta nueva” tuvo como escenario la cuarta región…
Cuando me dicen que la teleserie es en el Valle del Elqui, que nos vamos a ir a La Serena, nos vamos a ir a Machu Pichu en helicóptero y vamos a estar en el Cuzco, yo dije… “¡no, wow, es el sueño del pibe! Y nos íbamos dos semanas a vivir a un hotel, era como un paseo de curso. Evidentemente pasaban muchas cosas ahí. Por rotero, a veces no te tocaba grabar y empezabas a ver con quien coincidías. Y armábamos grupo y nos íbamos al valle. Nos llevábamos unos jarros de pisco sour con la Coca Guazzini, con Mauricio Pesutic y la Tahía Gómez…
En “Aquelarre” interpretaste a Lorena Meneses, un personaje que fue muy criticado por las mujeres más conservadoras del pueblo. Su objetivo no era el matrimonio, como sí lo era para el resto de los personajes femeninos…
Fue tan bonito ese personaje. Uno, por el mundo que creó Quena Rencoret, un mundo lleno de mujeres. Y yo era una mujer muy empoderada, que se había revelado a lo que quería mi madre, que era la Anita Reeves. Ella quería que yo me casara, que tuviera hijos. Y mira como son las cosas. Nunca me casé y no tuve hijos en la vida real. Y la Lorena era trapecista y yo como soy maniática, soy autoexigente, le dije a la producción que buscáramos un lugar donde practicar para abordar al personaje desde un lugar más conocido. Encontré un lugar en Ñuñoa y aprendí, ahí no tenía doble, hacía las piruetas de verdad. Entonces lo pasé súper bien construyendo ese personaje primero, y ya después en escena cuando íbamos a este pueblo ficticio que se construyó, con lugares que después la gente iba reconociendo. “Mira, ahí está donde vive el Toro Mardones” u otros personajes entrañables de esa teleserie. Y trabajar con Anita, una gran compañera y amiga. Me ayudó mucho en momentos de cesantía, me llevó a hacer clases en la Escuela escénica de teatro en la Uniacc, cuando ella era directora.
¿Sientes que este personaje tiene mucho de ti?
Fue pura sincronía. No es que yo haya elegido no casarme y no ser mamá. Como que la vida te va llevando un poco. Yo estuve muy enamorada, la única pareja con la que viví muchos años. Con él lo pensé, él quería tener hijos, yo no lo tenía muy claro. Y así fue pasando la vieja. Yo tenía que resolver muchas cosas personales de mi propia historia y lo hice a través del psicoanálisis, para no tener que proyectar el día de mañana todo aquello no resulto en una hija o hijo. De eso me hice consciente. Cuando cumplí los 42, me separé a esa edad, y ya es complejo. Ahí empecé a tomar la decisión. Quise adoptar eso sí, sola, pero el sistema es tan engorroso en Chile que no había ninguna posibilidad. Primero estaban los héteros, después los extranjeros y después las personas solas. Había harto de mi personaje, como que yo era una paria en la teleserie. Y yo en la vida también he tenido un camino muy solitario. La terapia y el psicoanálisis fueron durísimo, enfrentar mi historia. Me sentí un poco paria mientras iba en este proceso personal, como la Lorena, sin duda, me fue haciendo sentido. Había una sincronía. Me encantó el personaje porque lo encontraba muy feminista, encontraba que nunca se traicionó, siguió su propio impulso, su propio instinto. ¿Por qué no llevar una vida distinta? “Si no eres mamá, no eras una mujer completa”, aberraciones de ese tipo he escuchado muchas veces. Es muy fuerte, es muy violento. Entonces ¿cómo no enamorarme de la Lorena Meneses? La defendí como actriz y la defendí como personaje también. Y eso fue muy gratificante. Y además hay un camino de aceptación, porque es tanta la pelea que se da. Es tan radical, esto de irse a vivir a un circo, de vivir una vida más nómade y más aventurada, creo que fue muy bonito. Y la gente recuerda mucho a ese personaje yo creo que por lo mismo.
¿Recuerdas las escenas con Anita Reeves?
Eran terribles. Me acuerdo cómo las preparábamos. La Anita, que es una revolucionaria, me decía fuera de escena, “uy, que atroz, las cosas terribles que te tengo que decir, ¡pero como alguien puede ser así!”. Y paff, se ponía a actuar y me decía cosas aberrantes, cosas que la Anita Reeves jamás habría dicho en la vida real. Nos reíamos mucho de eso.
¿Cómo fue tu relación con Quena Rencoret?
Yo tuve una muy buena relación con la Quena, fueron dos las teleseries que hice con ella. Una muy buena experiencia, ella venía de la tutela de Sabatini, hay que decirlo. Después agarra su camino sola. La Quena se fue ganando el espacio rápidamente y marcó tendencia también. Ha sido súper exitosa, una mujer muy intuitiva, muy inteligente, que sabe elegir equipo, guiones, sabe armar muy bien un elenco. Fue muy buena experiencia.
“Aquelarre” fue retransmitida el año pasado logrando peaks de sintonía de 12 puntos. ¿Te sorprende el éxito de esta teleserie?
Te voy a contar una anécdota, a propósito de Patricia Rivadeneira. En plena cuarentena, veo que reponen “Aquelarre” y la Paty me llama por teléfono y me dice “hueona, ¿tú estás viendo esto, en este mismo instante?” Sí, le digo. “Tanta juventud, no soporto verla más”. Y apagó la tele. ¡Esa teleserie era del ’99, entonces era mucha la juventud, imagínate, casi perturbador verse! Yo no la quise ver porque a mi nunca me ha gustado verme en la tele, ni como conductora ni menos actuando. Me da un poquito de pudor. Además, soy muy exigente, siempre uno lo puede hacer mejor. No la vi, pero sí supe que tuvo mucho éxito porque cuando iba a comprar al supermercado en plena cuarentena, con la mascarilla, que igual te reconocen, la gente me decía “está en “Aquelarre” y se ve tan linda”. Y me escribían en las redes. Fue bonito que la hayan puesto en escena, ver una teleserie de sólo mujeres es muy atractivo para los tiempos de hoy, con esos guiños machistas que estaban ahí puestos en distintos personajes y en una sociedad muy conservadora, a pesar de ser un pueblo lleno de mujeres.
Tu última teleserie en TVN fue “Santoladrón”, donde interpretaste a Marlene Mardones, una mujer que atendía un café con piernas, junto a los roles de Patricia López, Carmina Riego y Lucy Salgado…
¡Lucy Salgado que era una tremenda! Tan simpática, pero también era jodida, porque era mañosa, quería las cosas a su manera. Y era puntual, súper exigente. Te observaba con esa mirada penetrante que de alguna manera te decía, “no, no lo estas haciendo bien”. Pero te ayudaba, se comunicaba contigo. Era heavy la Lucy, tenía un carácter notable, pero, además, con mucho sentido del humor. En esa teleserie lo pasamos muy bien porque una vez al mes nos íbamos al sur, llenábamos el avión. Y como cabros chicos, siempre el show lo hacía Mauricio Pesutic. Nos llevaba una van a las seis de la mañana a Caleta Tumbes y en la noche anterior habíamos estado tomando vino y conversando hasta las tres de la mañana con Jaime Vadell, con Pancho Pérez Bannen, otro gran conversador, gran tipo. Olvídate como despertábamos al otro día, hechos bolsas, Y el camino a la caleta eran puras curvas, entonces todos llegábamos mareados como piojos. Caleta Tumbes es precioso, yo que soy fanática del agua, me tiraba a nadar como las locas, en el mar helado. Y nadie podía entender que yo me tirara a nadar.
¿Te gustó este personaje?
Me acuerdo de que hice un topless en esa teleserie, me tocaba bailar y darme vuelta a la pared. Yo soy súper pudorosa, a mí me cuesta el tema de mostrarme, aunque fuera actuando. Tenía que actuar a esta mujer media topletera, que se le soltaban las trenzas. Y el personaje de la Paty López me miraba como más cartucha. Yo creo que era al revés, porque a la Paty López en la vida real le da lo mismo. Entonces me costó hacer mucho esa escena, pero finalmente, con el respeto de todos mis compañeros lo hice y lo pasamos bien. Pero voy a hacer súper honesta, de todas los personajes que hice en teleseries fue el que menos me gustó, el que menos me inspiró. Yo estaba más encantada con Caleta Tumbes, el lugar, mis compañeros, los conversatorios, el viaje en sí, más que con el personaje. No tengo recuerdos muy vívidos, pero sí recuerdo eso, cuando me entregaron el libreto no enganché mucho. Tuve que hacer un esfuerzo ahí, trataba de convencerme de encontrar algo que me hiciera sintonía. Y lo encontré a través de la Paty López, de la relación que tenía, ella me ayudó harto, porque se lo comenté. No me llegaba, nunca logré enganchar muy bien con ese personaje.
¿Estuviste considerada para los elencos de las siguientes teleseries?
Yo termino de hacer “Santoladrón” y a mí me llama Jaime de Aguirre, el director ejecutivo de TVN, para decirme, “Katy, yo quiero que vuelvas a animar. ¿qué haces actuando?” Grabamos un piloto con Marco Silva y en esto, Jaime de Aguirre se va a CHV. Y ese puesto quedó en un desierto por mucho rato. Y yo me quedé en ese mismo desierto. Entonces ni Quena Rencoret me llamó, como me estaba enrielando por este otro lado. En esa época no se aceptaba mucho que hicieras otras cosas. Se me cerraron todas las puertas, quedé cesante y ahí fue cuando Anita Reeves me rescata. Yo lo pasé super mal, recién separada, fue fuerte. Tuve que guardar mi casa en el garage en la casa de una amiga en Ñuñoa y me fui con una maleta y mi gata al departamento de un amigo. A pasar la pena de la separación, de la cesantía, de no tener un peso.
¿Te hubiese gustado seguir?
Con esa última teleserie, que no me gustó el personaje, recuerdo que lo pensé. ¿Quiero seguir haciendo teleseries? No sé si habría seguido, no tengo la respuesta. Hubiese dependido del personaje, igual tú necesitas la pega y mal no pagaban. Pero sucedió esta coyuntura que no me permitió tomar ni una ni la otra decisión. Después, con el tiempo, cuando volví a la conducción, no extrañé hacer teleseries. Es cansador. Ahí me volqué al teatro, ganamos hartos Fondart con la compañía de teatro “Real”. Retomar el teatro fue un regocijo para el alma.