Tercera jornada de las seis noches que dura el festival latino más importante. Y esta vez se subieron al escenario de la Quinta Vergara Alejandro Fernández, Belén Mora y Los Jaivas.
Conductores: Primer bache de María Luisa Godoy y Martín Cárcamo. El manejo de la situación de Belén Mora no fue el más afortunado. La Gaviota de Plata se sintió forzada.
Alejandro Fernández: Show potente y sólido. El “Potrillo” llego en buen estado, acompañado de una banda virtuosa y eficiente, e hizo lo que suelen hacer los artistas mexicanos en el Festival: mezcla de baladas, pop y harto mariachi. Solamente le faltó la canción de Juan Gabriel. Nada muy diferente a lo visto en sus anteriores actuaciones. Se ganó sin sobresaltos la doble Gaviota.
Belén Mora: Tuve un mal presentimiento en torno a ella. Se levantó en Twitter una campaña fuerte en su contra de parte de sectores de ultra derecha que no le perdonan su discurso político durante el Estallido Social. La falta de aplausos y las pifias cuando se mencionó su nombre al inicio de la jornada evidenciaron que ese ambiente tóxico se había contagiado al público.
Su inicio estuvo marcado por una tensa calma. Comenzó algo lenta, pero de a poco fue sacando risas con su histriónico y descarnado relato. Intentó emular la recordada historia del Titanic de su exitoso paso por Olmué. Iba bien hasta que llegó a la confusa parte de la ensalada donde definitivamente se fue todo al carajo, con un remate poco afortunado que me recordó al de la primera vez de Pedro Ruminot.
La Gaviota de Plata se sintió forzada. Belén pudo, y quizás debió, aceptar la de oro que también se la estaban forzando e irse, pero optó por tratar de ganársela y salió para atrás. Su intento de bis encontró a un monstruo fastidiado que la tapó a pifias. Belenaza no alcanzó a ser devorada en propiedad, pero claramente le sintió el aliento y le vio en primer plano la lengua y los dientes al Monstruo. Fue bastante más que el fiasco de Jani Dueñas y que el reciente mal paso de Nathalie Nicloux en Olmué, pero bastante menos que el citado primer show de Ruminot.
Sinceramente, esperaba más de ella. Más allá del objetivo ambiente en su contra creado artificialmente desde redes sociales, y de un público que esperaba a Los Jaivas (y que comprensiblemente quería que “la hiciera cortita” para que la banda viñamarina no saliera tan tarde), algo falló en su puesta en escena. Le faltó la contundencia, el oficio y la cancha que le sobraron en Olmué. Quizás hasta algo de la humildad de los artistas que la antecedieron. Tal vez la supuesta “parada de diva” con que llegó al evento le jugó en contra.
Los Jaivas: Una pena que, a pesar de todas las prevenciones que se tomaron, hayan salido tan tarde. Su show en el marco de sus 60 años de trayectoria merecía un mejor horario. Un espectáculo virtuoso, a la altura de la leyenda de los denominados “Pink Floyd andinos”. Doble gaviota, las llaves de la ciudad, y una merecida Gaviota de Platino por su trayectoria. Si hubieran nacido en un país angloparlante, hace rato que estarían en el Salón de la Fama del Rock and Roll.
Notas aparte: 1) Nos equivocamos todos. A la larga, Belén no fue tan “afortunada” de no tener que lidiar con público centennial, sino más bien lo contrario. Tal como señaló el periodista musical Julio Osses en “La Voz de los que Sobran”, se instaló un error conceptual tremendo respecto del público centennial como “intolerante”. En las dos primeras jornadas el público joven se mostró apañador, simpático y con un buen rollo increíble. El monstruo intolerante, duro, mal educado, hasta tóxico, fue el de esta jornada, el adulto. Fue el Monstruo de siempre, el que justifica ese mítico apodo. 2) ¿Había posibilidad de que los Jaivas abrieran? Era lo que merecían por respeto a su edad y su trayectoria, pero quizás resultaba muy arriesgado en términos de rating.
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