En una conversación sincera para el podcast “Impacto en el Rostro”, la actriz y guía espiritual nos cuenta sus miedos e inseguridades que sentía antes de conocer al sistema Isha. También, realizó un repaso por algunas de las teleseries en las que fue parte y recordó su último acercamiento a la actuación, hace seis años.
Tuviste un pequeño retorno a la actuación con la obra “Cartas de Jenny”, en el año 2014. ¿Cómo sentiste este regreso desde tu nueva conciencia?
Fue impresionante el cambio que sentí. Este paréntesis fue muy especial porque, junto a Gustavo Meza y Tennyson Ferrada, fundamos el Teatro Imagen, y ahí estuve durante mucho tiempo, haciendo giras. Entonces en ese año se cumplían cuarenta años del teatro Imagen y Gustavo quiso celebrarlo con remontajes de obras muy emblemáticas de la compañía, entre ellas “Cartas de Jenny”. Y como él quería hacerlo con el elenco original, Gustavo me preguntó si yo estaba interesada en hacer una temporada y yo le dije que no, porque ya estaba haciendo otras cosas, pero después me di cuenta que disponible un tiempo, para los ensayos y para hacer una pequeña temporada. Y cuando la realizamos fue maravilloso, porque yo pude ver el cambio que había tenido de una forma muy palpable en aquello que yo había hecho toda mi vida y que era lo que más amaba. La diferencia fue enorme porque yo me sentía mucho más presente y profunda, como con mucha más comunicación con mis compañeros. Cada palabra que decía tenía mayor profundidad. Fue una experiencia muy linda para mí.
Y en lo práctico, después de haber estado alejada tanto tiempo de la actuación. ¿Qué fue lo más difícil para ti? ¿Quizás la memorización del texto?
Por suerte siempre he tenido una excelente memoria y aún la tengo hasta el día de hoy, pero recuerdo que lo más me costó fue empezar. Hacía tanto tiempo que no actuaba, que me costó el primero ensayo. Fue vertiginoso, pero de lo demás, nada. Lo disfruté mucho y fue con el mismo elenco que habíamos hecho muchísimas funciones, entonces fue muy especial y emocionante encontrarme con mis compañeros.
Pasando al ámbito de las teleseries, me imagino que te deben haber preguntado mil veces sobre «La Madrastra»…
Sí, claro. Mil quinientas (ríe).
Por su participación en “La Madrastra”, Gloria Münchmeyer tuvo que tomar algunos resguardos para no sentirse acosada por el público, que se tomó muy en serio su papel de asesina. ¿Recuerdas haber vivido una situación parecida?
Varias. Lo impresionante fue que desde el capítulo 40 empezó a crecer esta oleada de gente que la estaba viendo, entonces, la revista Vea quiso hacer un experimento en donde a Walter Kliche y mí nos dejaron en el Paseo Ahumada y los de la revista estaban por ahí observando. Nos pidieron que caminemos para ver qué pasaba con el público. Entonces ahí empezó a rodearnos muchísima gente. Era como casi insoportable. Era la primera situación en donde nos dimos cuenta de la forma en que éramos reconocidos y todo. Hay otra anécdota que me encanta relacionada con la historia del personaje. Un día yo estaba en el caracol de Providencia y unas chicas colegialas me perseguían y me gritaban: «¡Señora Marcia!» – luego se me acercan y me dicen: “no se preocupe, si sus hijos no la quieren, nosotras la amamos” (ríe). Fueron súper lindas. La gente sentía mucho cariño por nosotros. Y hasta el día de hoy lo siento, de algún modo quedó grabado en el subconsciente de Chile esta conexión que siento con el público, y por eso estoy muy agradecida.
En 1991 ingresas al área dramática de TVN en «Volver a Empezar», donde interpretas a una mujer que volvía al país luego de su exilio político. ¿Como recuerdas haber interpretado a este personaje con la carga que tenía en esa época, inmediatamente finalizada la dictadura militar?
Hubo un momento, antes de eso, en que yo no quise hacer más teleseries, porque estaba muy involucrada con Teatro Imagen. Después, cuando ya paramos con estas giras, yo quería volver a las teleseries cuando haya una que me llene completamente. Y eso iba a pasar cuando sea profunda, bien escrita, con buen texto, que tuviera que ver con la realidad y que entregara algo. Esto último siempre fue como una espina para mí. ¿Qué estoy entregando a través de las teleseries? La televisión es un vehículo fantástico y muy poderoso en donde puedes entregar cosas increíbles. Yo sufría cuando la teleserie no tenía un contenido que fuera enriquecedor para la persona que lo estaba viendo. Entonces, un día me llamó Vicente Sabatini de TVN para este papel en “Volver a Empezar”, que la escribió Jorge Marchant, yo decidí volver porque era exactamente la teleserie que estaba esperando. Los textos y diálogos eran maravillosos. Los personajes eran hermosos y era muy real. Había pasado un año en que se había terminado la dictadura, entonces se hablaban de cosas reales, de personas que volvían del exilio. Pero lo que más me gustó fue ese Chile real que uno veía en esa teleserie, que fue vista por muy poca gente, pero los que la vieron dicen que fue impresionantemente buena.
¿Por qué crees que la vio tan poca gente? ¿Crees que era muy doloroso para la audiencia ver una teleserie con esta temática?
Yo creo que porque no era una teleserie tan taquillera. Además, TVN estaba retomando su área dramática. Puedo decir que fue una teleserie como modesta, como en la parte del despliegue y la publicidad. Pero creo que fue eso principalmente. También recuerdo que hubo varios temas interesantes para la época, como una familia con gente detenida desaparecida. Eso en realidad se cambió por presión de los auspiciadores. Los auspiciadores no quisieron que la historia fuera así, entonces ahí hubo que ceder y cambiar partes de la historia.
En el año ‘92 interpretas a Carmen Mackenna en “Trampas y Caretas”, una matriarca que controlaba la vida de sus dos hijos: Francisco Reyes y Bastián Bodenhoffer…
¡Es un personaje que me encantó hacerlo! Era divertidísimo. En el primer capítulo ella era una mujer mayor sin ninguna gracia, bien poco sexy. Su marido, que era Eduardo Barril, la dejó para casarse con una mujer menor. Entonces ella decide hacerse una cirugía, estirarse entera, y el capítulo finaliza con ella saliendo de su limusina súper regia con un cambio enorme. Era muy divertida. Nos divertimos mucho con esa teleserie. La recuerdo como una teleserie bien escrita, divertida, gran elenco y gran director.
Jael, en 1995 estuviste en el elenco de “Estúpido Cupido”. En esta teleserie de época compartías escena con Claudia Burr, la recordada Isabel Margarita…
Sí, en «Estúpido Cupido» nuestros personajes tenían algunas anécdotas, pero se potenciaban las escenas con los dos personajes juntos y como que crecieron. Fue un maravilloso trabajo. Fue una gran producción. Todo muy lindo, la época, la música, los autos, el vestuario, el elenco increíble…
En el segundo semestre de ese año, estuviste en “Juegos de Fuego” donde interpretaste a dos personajes, las hermanas Vergara, donde también se hablaba de una mujer que buscaba recuperar a su familia…
Para mí no era una repetición de situaciones, porque las circunstancias eran distintas y siempre era como lindo hacerlo, pero yo no me sentía repitiendo algo. En el caso de “Juegos de Fuego”, sus hijos, no es que la odiaran tanto, pero el gran conflicto era que ella descubría que la amante de su esposo era su hermana gemela. Eso sí que era fuerte. Después hay una escena en donde la hermana muere, pero todo el mundo cree que la que muere es ella. También recuerdo que era lindo haber compartido con Jaime Vadell, que hacía de mi esposo; con Bastián, que era el escultor; con la Vivi Rodríguez, que era mi hija; también con Aracely Vita, que estaba recién debutando, era deliciosa. Me encanta trabajar con gente que está recién empezando ya que puedo enseñarles lo que sé.
Vamos a saltarnos un poco los años y nos vamos a ir al año 1999, donde estuviste en «Aquelarre», donde interpretaste a Julia, una profesora y directora del establecimiento “Vital Ovalle”. Un rol bastante cómico, en donde pudimos verte en algunas escenas cantando décimas. ¿Te acuerdas de este divertido rol?
Recuerdo que era muy divertido, había una escena entera en donde me emborrachaba. Bueno ahora puedo decir que soy muy buena comediante, también dramática, pero me encantaba hacer comedia. Disfrutaba mucho de eso. Fue la primera teleserie de la Paty López. Ella era mi alumna, y fíjate que hasta el día de hoy ella me dice maestra Julia. Había mucha gente joven ahí que eran los alumnos de la escuela. A mí me encantaba eso, como poder enseñarles de lo que uno ya había adquirido como cosa de oficio.
Tú en la historia estabas enamorada del personaje de Edgardo Bruna. Y cuando lo ibas a visitar, te emocionabas, tomabas más de la cuenta…
¡Y terminaba completamente borracha! Por dentro yo estaba muerta de la risa, es muy rico hacer comedia. Ahora que estamos hablando de esto y de lo bien que lo pasaba, me gustaría contarte que yo era tremendamente insegura. Yo tenía muchos juicios conmigo misma. Nunca pensaba que lo estaba haciendo bien. Cuando estaba en “La Madrastra”, yo pensaba que era la peor del elenco, y nadie puede creer eso, pero era tal mi inseguridad que yo no podía disfrutar. Y eso es lo que cambió cuando hice “Cartas de Jenny” por segunda vez. Yo ahí sentí esa seguridad instalada.
¡Pero siempre fuiste una tremenda actriz!
Hace algún tiempo vi algunas escenas de “Volver a empezar”. Y veo las mismas escenas que yo antes no podía ni ver, no me podía ver porque encontraba que estaba pésimo lo que hacía. Eso era una tristeza muy grande, porque como no podía disfrutar lo que a mí me gustaba hacer por esta inseguridad. Y ahora veo las mismas escenas y te juro que digo: ¡chuta, que buena actriz era! Porque es cierto, pero yo no las podía ver. Entonces una de las cosas que me llevó a dedicarme a ser maestra Isha fue, justamente. esa inseguridad y falta de amor a mí misma.
¿El juez interno ya no existe?
¡Me encuentro súper! ¡Me encuentro excelente! Bueno, hay algunas escenas en que pienso que quizás podía haber estado un poquito mejor, pero no tengo ese juico en que encontraba que lo hacia horriblemente mal. Y ahora las mismas escenas que antes juzgaba tanto ahora las miro y digo: ¡qué buena actriz!
En el año 2000 el elenco de María Eugenia Rencoret se traslada a Caleta Tumbes con la teleserie “Santo Ladrón”. Ahí interpretaste a Regina Smith, una mujer que escondía el asesinato de su marido. ¿Cómo lo ves con el transcurso del tiempo?
Esa teleserie no la disfruté porque yo encontraba que el personaje no estaba bien delineado. O quizás era yo la que no supo como tomarlo. Pero yo sentía que tenía contradicciones y que, sólo al final, tenía una línea clara cuando se descubre que ella es la asesina. Pero al principio no me sentía a gusto. Además, que hace rato que quería dejar las teleseries, pero siempre he dado el cien por ciento en mis trabajos y no a medias. Pero no sé cómo haría a Regina ahora. Tal vez mas compasiva. Bueno, la Regina era patológica, pero yo sentía que el personaje no estaba bien delineado porque no había nada que mostrara lo enferma que estaba hasta el final. Después de esta teleserie, que fue la última en donde tuve un rol estable, me gané la vida haciendo Reiki, pero seguía en mi búsqueda. Y no es que no me gustara actuar. Hasta el día de hoy me gusta actuar. Pero había algo mas profundo, grande y inexplicable que estaba creciendo y que me estaba llamando. Son cosas difíciles de definir, pero que me llevaron finalmente a encontrar a Isha que me cautivó.
Sobre la decisión de alejarte de las teleseries, tú hiciste un pequeño quiebre con “El Circo de las Montini”, donde interpretaste un pequeño rol, una doctora que trataba a un trapecista con VIH. ¿Crees que la televisión debería hacerse cargo de estos problemas sociales?
Sí. Me pareció importantísimo y fue uno de los motivos por lo que acepté ese papel. En realidad, fui una actriz invitada, porque ya había dejado la televisión. Yo estaba trabajando, haciendo reiki, pero de repente dije “qué rico seria hacer algo corto en donde no tuviera que grabar todos los días” porque siempre hacía muchos papeles protagónicos. Al día siguiente me llamaron para ese papel. Vicente me llamó diciendo que quería que esta doctora tuviera mucha calidad humana y había pensado en mí. Entonces eso me encantó ese papel y me preparé súper bien. Estuve conversando con médicos, con personas con VIH, estuve en los hospitales. Me preparé muy bien, como siempre.
¿Cuál es la visión que tienes de la actuación hoy en día?
Si bien la actuación siempre tiene harto que entregarle a la gente, lo más grande para entregar es la propia conciencia para cada uno. Ese amor y valor por uno mismo. Ese saber lo perfecto que somos. Sentir y poder disfrutar de la vida sin estar preocupados por cosas que no han pasado, que no sabemos si van a pasar, pero que sí nos preocupan. Tenemos que ser nosotros mismos de verdad y disfrutar día a día, minuto a minuto de la vida. De la vida y la naturaleza, así como los animales lo hacen, como los pajaritos que están ahí cantando y cantando. No como nosotros los seres humanos dándole vuelta a los problemas y miedos. Pero eso, es importante recuperar esa maravilla que es con la que nacimos.