Coca Gómez no la puede tener más clara: a estas alturas, sus teleseries califican casi como autorales. Su propuesta y sus elementos son claros: sensualidad, violencia, drogas, balazos. Todo lo que esperaríamos de una producción de Telemundo. Pero son chilenas. Y podrían ser de cualquier parte. Es la gracia que tienen y lo que debería permitir que funcionen donde sea: su universalidad.
«Infiltradas«, el primer estreno teleférico 2011 de Chilevisión, se mantiene fiel a esa mirada. Tiene un ritmo trepidante, histérico a ratos (ya no esperamos otra cosa de un primer capítulo de teleserie chilena, no apto para personas con déficit atencional) y actuaciones que no pretenden ser realistas porque nada de esto lo es. Uno podría captar evidentes guiños a directores como Quentin Tarantino en algo de la banda sonora y ciertos tiros de cámara empeñados en lucir autos y anatomías femeninas, además del siempre presente elemento freak de «resucitar» glorias actorales del pasado (acá, el legendario Roberto Vander). ¿Cómo se puede hacer más masivo lo masivo? Coca, el director Patricio González y el resto del equipo tienen la receta.
Se trata de una teleserie que no se pone colorada en ser lo que es: televisión de verano, refrescante, coherente con la propuesta televisiva pop globalizada de su canal, un Ravotril para quienes no estamos en la playa ni esperamos necesariamente que la tele nos eleve hacia ningún estadio superior. Quienes esperen una pieza de HBO o un guión lleno de simbolismos crípticos y reflexiones invernales, no los van a encontrar. Pero sigue siendo una propuesta distinta a las actuales producciones de TVN empeñadas en mirarse el ombligo, y a la insistencia de Canal 13 con el género reality. Y, sin duda, es un paso adelante respecto a «Mujeres de Lujo» y un buen aperitivo previo a la esperada «Quintrala» de Vicente Sabatini, que promete ser un título de más largo aliento.
Quienes critiquen a «Infiltradas» por ser demasiado gruesa en guión y puesta en escena, presiento, no comprenden que es un paso adecuado para un área dramática aún adolescente, pero que ha ido de menos a más y ha demostrado ambición y respeto por el público, entendiendo que hacer televisión liviana no es sinónimo de tratarlos como idiotas. Acá hay una historia atractiva que bebe de cincuenta años de género telenovelesco en sus modelos mexicano y, especialmente, venezolano, pero actualizado y estilizado para cautivar a una audiencia que sabe lo que quiere. ¿Qué más atractivo que una actriz como Katty Kowaleczko, querida por el público, haciendo de gemelas, una pérfida y una torturada, además de cinco chicas deliciosas (impactante Maite Rodríguez, que de ahora en adelante, haga lo que haga, nunca dejará de ser estrella) apuntando pistolas amenazando a hombres torpes y narcotraficantes con traumas de infancia no resueltos? ¿Alguien quiere ver el capítulo 150 de parejas cuarentonas pseudo-cuicas en crisis, después de esto? Es pura provocación que ya fue premiada por el público con el primer lugar de rating en su capítulo de estreno, y que promete darle color y cachondeo por segundo verano consecutivo a nuestras noches televisivas.