No bastaba con conocer el caso de una joven de dieciséis años que desapareció de la faz de la tierra sin dejar rastro alguno. No bastaba conocer los secretos de una familia como la de los Domínguez. No bastaba con saber que su tío, el eterno enemigo del padre de la víctima, era el secuestrador. No bastaba. Si alguna vez pensamos que ya habíamos saltado el tiburón con la exitosa teleserie nocturna de TVN, estábamos errados… mirar a través del mal era sólo el comienzo.
Todo lo que vino después desató el infarto de los televidentes. Poco a poco fuimos descubriendo las estructuras del secuestro más mediático de hoy en día en la televisión. En los últimos capítulos pudimos finalmente ver como los secretos comenzaron a salir a la luz de la familia. En primer lugar, Sebastián (Christian Sève) descubre que su ‘papito’ tenía un affaire con alguien cercano a su madre, Olivia (Francisca Imboden), develando también que no sólo era cercano, sino que su mejor amigo, por lo que la hombría de papi Cousiño se fue por la borda, y ahora el pobre Ignacio (Álvaro Morales) intenta mantener al margen a todas las personas de su familia, aunque al parecer su hijo no perdona y ha decido declarar la guerra enviando e-mails con contenidos como «MARICÓN» o una fotografía de su mismo padre sin ropa en la cama de Javier (César Caillet).
El comisario Camilo Rivas (Álvaro Rudolphy), finalmente, superó los límites de lo permitido y la fiscal Castañeda (Patricia López) ha decidido jugar con las últimas cartas de su baraja y darle el ¡BUM! que esperaba: Rivas destituido de la investigación y expulsado del cuerpo de investigaciones. Y no es todo, Francisca (Sigrid Alegría) no lo apoya, porque se siente culpable del encarcelamiento de Raimundo (Francisco Melo). Camilo es al parecer el único con los ojos abiertos, el único que está junto a la hoguera, quemándose, sólo para dar con el paradero del ‘villano’… y aún así, estando tan cerca de la meta, pareciera que el destino simplemente no quiere que Elisa (Montserrat Prats) sea encontrada.
Luego, tres infartos que marcaron la última jornada de la teleserie. Y son protagonizados por Bruno, Consuelo, Elisa, billetes que arden y una pistola:
– Consuelo (Paola Volpato), poco a poco, tras el interrogatorio en el que Rivas le reveló la identidad de una pieza clave (Tancredo Costa Maris), que parece atar todos los cabos sueltos, ha ido llegando a la conclusión de que el foco del secuestro está mucho más cerca de lo que ella pensaba. Para los que no están informados, Tancredo (Q.E.P.D.) era un arquitecto que en una convención realizada en Brasil conoció a Bruno (Francisco Reyes) y desde ese momento se hicieron ‘íntimos’. Sin embargo, Tancredo antes de morir, dejó en Chile algunas propiedades y una de ellas es la cabaña de Cajón del Maipo (donde Elisa estuvo en primera instancia). El cuidador de esa cabaña es el que tiene relación con el caso, y Consuelo lo sabe… sabe que el único cercano a su familia que tiene relación con tal hombre es su esposo, el hombre en el que confía… y es cuando nota que está durmiendo con el enemigo. Su reacción es magistral, su nerviosismo al notar ese vacío en el estómago, el cigarro que nunca llegó a consumirse y la negación total.
– Tras unos minutos, tenemos a Bruno, llegando a la misteriosa cabaña donde está Elisa ahora, ¿y qué es lo que hace? Cava un hoyo, posiblemente para un cuerpo… ¡pero no! Mete en su interior decenas de billetes, una gran cantidad de dinero (millones) del rescate y los prende fuego. Tanta gente con problemas… el país en crisis, ¿y este desgraciado piensa que puede quemar esos hermosos billetes como cualquier cosa? ¡El gusto del millonario! Me haré arquitecto…
– Y finalmente, el clímax… una escena magistral. Bruno, en un estado de locura total ingresa a la cabaña, pistola en mano. Camina lentamente hasta el lecho de su víctima… es Elisa, quien despierta apesadumbrada. Está atada. Bruno aparece en el umbral y ambos se miran… entonces aparece la pistola, se asoma lentamente y apunta hacia la muchacha. Ella sólo grita… un grito ahogado y que se apaga en medio de la negrura de esa noche. Vemos un plano de la casa por fuera, ¡BANG!… un balazo certero y sordo. Entonces la pantalla adquiera un borde rojo… y la imagen de la cabaña en blanco y negro queda en nuestra retina. Ha concluido una nueva reunión, como cada noche, con nuestra novia favorita… ¿Dónde Está Elisa?
¿Dónde está? ¿Finalmente conoció el cielo? ¿Está dentro de la bala porque es mágica? No lo sé… sólo sé que espero, y ruego… que Bruno recupere el dinero que quemó bajo tierra, porque el tratamiento psiquiátrico que me dejará esta historia no la cubro ni con un Kino.