La semana entre el viernes 2 y el viernes 9 de septiembre ha sido intensa, dura, llena de emociones. La dantesca tragedia de Juan Fernández hizo que el país se detuviera en seco. La presencia entre las 21 víctimas de rostros televisivos entrañables como Roberto Bruce y, sobretodo Felipe Camiroaga, hizo que este hecho se transformara en un verdadero hito de la cultura pop nacional.
Resultó impactante ver la procesión de personas en la entrada del edificio de TVN, las rejas llenas de velas, santitos y fotos como en una gruta; la notable cátedra de profesionalismo que dictó el departamento de prensa del canal estatal, que se mantuvo informando con sobriedad y rigor a pesar de la tremenda procesión que tenían por dentro; el hermoso y emocionante homenaje que le hicieron a los fallecidos en el “Buenos Días a Todos”, con la asistencia de rostros de la competencia e incluso de algunos que se fueron del matinal de TVN en malos términos, como Julio César Rodríguez. Me dio gusto ver a rostros de programas que compiten denodadamente por la sintonía entregando apoyo y comprensión.
El fervor popular en torno al “Halcón de Chicureo”, al notable Roberto Bruce y a sus compañeros, es una contundente demostración de la importancia que tienen los rostros de la TV y el espectáculo en la opinión pública. En cierto modo, Felipe Camiroaga era parte de la vida diaria de los chilenos. Muchas dueñas de casa, nanas y abuelitos lo veían todos los días, y lo sentían como una compañía necesaria. Dado esto, se entiende hasta cierto punto que mucha gente haya reaccionado como si se hubiera muerto un ser querido. Este fenómeno es digno de ser estudiado, pues no es primera vez que se da. Recuerdo que también el apoyo popular hacia los rostros en desgracia se notó en la muerte de Julio Martínez, el suicidio del hijo de Pedro Carcuro, el accidente de la hijita de Consuelo Saavedra y, más recientemente, el fallecimiento de la hija de Marisela Santibañez. Y no es cosa de Chile solamente. Las muertes de Elvis Presley, John Lennon, Diana de Gales, Michael Jackson, Sandro e incluso de personalidades de conducta claramente cuestionable como Amy Winehouse ha dejado en evidencia que, a pesar de sus defectos y pellejerías, la gente se encariña y sigue con las personalidades de la TV y el espectáculo. Son gente que, aunque no lo quiera o no lo pretenda, lidera, marca tendencias e influye fuertemente en la opinión pública. A veces me pregunto si muchos de estos rostros tienen clara conciencia de la tremenda responsabilidad que conlleva este fenómeno sociológico.
En lo personal, me caía bien Camiroaga. No era su fan ni mucho menos. No siempre me gustó su trabajo. Siento que en algunas situaciones específicas le faltó un poco más de formación periodística, de preparación para enfrentar a entrevistados más exigentes. Camiroaga era el mejor en la entrevista anecdótica, superficial, lúdica, como conversación de amigos, pero creo que le costaba demasiado a la hora de profundizar. Recuerdo en particular dos situaciones: la entrevista a Mauricio Israel, cuando el ex comentarista deportivo lo manejó como quiso y Felipe no pudo hacerle ninguna pregunta “al hueso”; y la entrevista a Olivia Newton-John, donde lo noté errático, equivocado en datos esenciales de la diva australiana y donde tuvo que salir Karen Doggenweiller a componer el desaguisado.
Pero, a juzgar por sus resultados, lo bueno superó por masacre a lo no tan bueno. Felipe era sin duda uno de los rostros más importantes de la TV chilena. Si no era el mejor animador, estaba en el podio. Fue un producto de un canal chico como lo era el actual Chilevisión a finales de los 80, cuando la precariedad de medios alimentaba la creatividad. Fue un ejemplo de superación. Después de años y años de discreto desempeño en teleseries y estelares de infausto recuerdo, logró hacerse un lugar en el “Pase lo que pase” y su notable dupla con Karen Doggenweiller, luego en “La Noche del Mundial” con la aparición de Luciano Bello, y finalmente en el “Buenos Días a Todos”, en “Halcón y Camaleón” y su notable dupla con Stefan Kramer, “Animal Nocturno” y en su buen desempeño en el Festival de Viña junto con Soledad Onetto. Era un tipo único e irrepetible, y la mejor muestra de ello es que la única vez en que visto fracasar a Kramer fue cuando intentó imitarlo a él en “Animal Nocturno”.
¿Debe seguir el Buenos Días a Todos? Indudablemente que sí. La muerte del animador, el notero estrella y de parte importante del equipo es un golpe duro, pero que creo que están en condiciones de asimilar. A diferencia de “Animal Nocturno”, programa claramente hecho a la medida del “Halcón” y que por ello no debiera volver después de su muerte (sería como “Sábados Gigantes” sin Don Francisco), el ”matinal de Chile” es una institución que ha demostrado ser capaz de trascender a los rostros. Muchas de sus mejores épocas fueron sin Camiroaga en la animación, y han sido capaces de reemplazar a conductores emblemáticos como Jorge Hevia, Margot Kahl, Karen Doggenweiller, Katherine Salosny y Tonka Tomicic sin dejar de ser los líderes indiscutidos de la mañana. En esto va a ser vital el desempeño de Mauricio Correa, que en este episodio ha dado notables demostraciones de liderazgo.
Con este episodio, Camiroaga se transformó en un mito, una leyenda, en nuestro James Dean criollo, lo cual constituye su victoria final sobre sus venenosos críticos. ¿Cuántos de los que lloraron y fueron a prenderle velitas participaron en la estruendosa pifia que le dieron a finales del año pasado durante la entrega del Copihue de Oro? En esa ocasión, la prensa de farándula lo acusó de conspirar para sacar a Katherine Salosny del “Buenos Dias a Todos” y poner en su reemplazo a Carolina De Moras. ¿Qué pensará el Halcón, mirando desde el cielo, al ver a los conductores de Primer Plano con caras de circunstancia y diciendo poco creíbles frases de buena crianza siendo que hasta hace pocas semanas atrás lo criticaban sin ningún grado de misericordia?
Estoy seguro que, con los años, la leyenda del “Halcón de Chicureo” va a crecer, no sólo por su brillante carrera y profesionalismo, sino que por su simpatía, su sentido del humor, su amor por los animales, su asertividad para dar su opinión respecto a temas como Punta de Choros, Isla Riesco y el movimiento estudiantil y, por sobre todo, por su condición de gran persona, refrendada en las miles de anécdotas relacionadas con sus silenciosas y desinteresadas ayudas a diversas personas.
Halcón nuestro que estás en los cielos, descansa en paz.