La destacada actriz nacional, de 82 años, fue una de las últimas invitadas a participar en “Impacto en el Rostro”, podcast destacado por realizar detallados análisis de la carrera televisiva de sus participantes.
En el episodio, Gloria Münchmeyer realizó un recorrido desde “La Madrastra” hasta “Gemelas”, pasando por su icónica interpretación de Adriana Godán, la villana de “Los Títeres”. A continuación, parte de la interesante entrevista.
“La Madrastra” fue la primera teleserie difundida a color, en donde fuiste la mítica Estrella Sáez…
“La Madrastra” es histórica porque es la primera teleserie que hace un canal fundando un área dramática propiamente tal. Antes, las teleseries se habían hecho fuera de los canales y eran producciones que se vendían a Canal 13, muy rudimentarias. Me acuerdo que nosotros hacíamos las escenas de un round; si nos equivocábamos, teníamos que grabar toda la escena de nuevo. ¡Las escenas eran enormes, eran de cinco páginas, o había monólogos de una página entera! Era una época muy bonita en donde las cosas se hacían muy rústicamente, pero con una devoción increíble. Yo aquí quiero nombrar a Ricardo Miranda, porque es el gran impulsor de las teleseries cuando nadie creía en eso, porque los canales pensaban que era una cosa muy cara, que no valía la pena. Ricardo Miranda fue el que creyó y se dio cuenta de que había talento creativo, había actores y técnicos. Él dijo, “hagamos una cosa que se llama teleserie y que es negocio redondo”. Así convenció a la gente de Canal 13 y fue el primer canal que tuvo área dramática.
¿Cómo fue para ti enfrentarte a este nuevo formato?
Nosotros éramos actores de teatro, entonces nos mirábamos y nos preguntábamos “¿cómo se hace esto?”, porque había tres cámaras, y había que fijarse en toda la tecnología que te rodeaba. Todo lo que estaba alrededor era de mentira, era un set, no un teatro y los temas eran puro melodrama. No sabíamos si se lloraba de verdad o simplemente se sugería, ahí cada uno se las arregló como pudo porque nadie sabía cómo se hacía. Todos acudimos a esta cita y empezó a ser un éxito debido a que la trama era muy interesante. Además, había una intriga policial que era tan importante que La Tercera tuvo que poner a un investigador profesional. Entonces, se hizo un concurso en donde todo el mundo mandaba sus respuestas al diario para achuntarle al nombre del asesino. El premio al ganador iba a ser una comida con el asesino. El día del último capítulo se detuvo el tránsito, la gente no salió de la casa. Yo tengo una amiga del sur que tuvo que parar en un bar de mala muerte y ver el final entre todos los curados para saber quién había matado a Patricia. Era una psicosis total y absoluta. La asesina era yo. Yo me sentía un poco perseguida con el asunto, porque se había armado una bataola en que se habían pasado los límites de lo ficticio y se había traspasado a lo real. Yo me empecé a sentir como una verdadera asesina. Me empezaron a llamar por teléfono y yo me escondí en la casa de mi hermana porque me asedió todo el mundo, desde los periodistas hasta el público. El día de la comida con la asesina, estábamos todos… periodistas, gente del canal, etc, y el ganador del concurso no apareció porque seguramente le tiene que haber dado terror comer con la asesina.
El misterio se resuelve gracias a una carta en donde Marcia (Jael Unger) fue juntando sílabas hasta dar con el nombre de tu personaje. ¿Qué opinas sobre este recurso que utilizó Arturo Moya Grau?
El personaje de Jael Unger tiene que haber sufrido mucho tiempo tratando de descifrar quién era el asesino porque era bastante difícil. La combinación de palabras con las primeras sílabas eran bastante difícil. Pero bueno, se creyó eso, que era así. Yo encuentro que “La Madrastra” es muy importante porque inició una carrera telesérica en el país. No sé si esto hubiese pasado con cualquier teleserie porque reunía todos los elementos que la hacían atractiva. Tenía los actores y los personajes que la hacían una trama interesante. Tenía esta trama policial y de justicia que era muy de melodrama. Un día, el director me pasó un sobre para que me lo guardé y me lo llevé para la casa. Este sobre tenía la escena del último capítulo en donde yo reconocía que era la asesina. Ahí lo único que se me ocurrió preguntarle fue por qué me hacía esto a mí. Podría haber sido cualquier otro de los cuatro sospechosos. Fue una carga que, por supuesto, pasó con el tiempo.
En “Los Títeres”, teleserie de Canal 13 del año ’84, fuiste Adriana Godán, la enemiga de Artemisa (Claudia Di Girolamo), en una producción conocida popularmente como “la mejor de todos los tiempos”. ¿Crees que es así?
Para mi gusto es LA teleserie. Tenía muchísimos méritos. Primero que todo, estaba escrita por un dramaturgo. Eso quiere decir que él tiene una formación como escritor en donde tiene que considerar la estructura de los personajes, una trama que tenga principio, desarrollo y final; un ámbito social donde se incluyan estos personajes y sobre todo la capacidad de escribir diálogos dramáticos. No todo el mundo sabe, pero, establecer una trama representada solamente por diálogos es muy difícil. En una novela tú tienes la posibilidad de, por ejemplo, decir que el día estaba nublado y que por lo tanto había una tristeza ambiental y una nostalgia. Eso mismo, en un diálogo, tú tienes que transmitirlo solamente a través de una conversación. Entonces, si tú tienes esa técnica, ya tienes mucho encaminado. El dramaturgo era Sergio Vodanovic, que empezó esto por curiosidad y, cuando iba por la mitad del camino, se dio cuenta que era un trabajo demasiado grande. Él escribió esta teleserie solo, sin ayudantes o equipo. El mencionaba que, si la teleserie tuvo 90 capítulos, el escribió 90 obras de teatro. Nosotros los actores siempre tenemos un problema que ocurre cuando nuestro personaje va encaminado y de repente sale un texto que te lleva a otra acción que se va del centro del personaje. En el caso de “Los Títeres”, nunca hubo esa distorsión de los personajes y el trabajo fue muy congruente, trabajamos en personajes que estaban concebidos de una manera y que tenían un desarrollo absolutamente lógico, pasara lo que pasara. Todos los actores comentábamos los capítulos y cuando nos llegaban, los leíamos con ansias. No es como ahora que uno lee sus diálogos, los subraya y que hagan lo que quieran con la teleserie (ríe). Entonces fue un plus tener a Sergio Vodanovic. La dirección fue hecha por Óscar Rodríguez, que encontró que esta obra era una maravilla, el argumento mismo con contradicciones de clase. Todo el equipo de “La Madrastra” trabajó aquí. Además, se pasaba de una época de jóvenes a una de adultos, muy entretenida y muy bien hecha.
¿Tuviste la oportunidad de hacerle saber a Sergio Vodanovic tu admiración por su trabajo?
Siempre conversábamos con Sergio. Todos habíamos trabajado con él en el teatro, entonces era una persona muy cercana, pero él en la mitad estaba arrepentido, como te digo, encontraba que era mucha pega. Si tú lo piensas bien, todos los guionistas trabajan con un equipo muy grande en donde cada persona cumple funciones distintas, luego tienen reuniones y arman un capítulo. En esa época esto era bastante más rústico.
Fue tanto el impacto de “Los Títeres” que hasta hoy la gente usa el término “peinar la muñeca” para referirse a alguien demente, tal como le pasó a tu personaje en el final de la teleserie…
El final fue muy discutido por nosotros porque conversábamos con Óscar Rodríguez y Sergio. Pensábamos que, al ser un personaje tan negativo, tenía que sufrir un castigo. Esto era la pobreza y la humillación de trabajar en una tienda en Patronato. Ésa era la humillación de una mujer tan arribista como ésta. Para Oscar, ella tenía que morir en un accidente, y yo decía que ninguna de las dos me tincaba porque encuentro que era de mucha nobleza que ella trabaje en Patronato, que lo encuentro muy entretenido. Lo otro me parecía archi conocido y repetido en todas las películas. Entonces, a alguno de los dos se le ocurrió el tema de la locura. Uno piensa que los locos viven en una realidad interna que es diferente a la nuestra y lo pasan regio, pero me asesoré con un psiquiatra y me dijo que no, ellos sufren mucho, es una vida trágica porque se dan cuenta de muchas cosas. Entonces como ellos sufren, a nosotros nos convenía para la teleserie. Luego teníamos que pensar en cómo ella se iba a quedar loca y pensamos en que ella iba a encontrar la locura de una manera dulce y suave. Era mucho más efectivo y dramático que una escena en una pieza llena de colchones para que no se haga daño, envuelta en una camisa de fuerza y todas esas imágenes que tenemos de los locos. Mejor que fuera una locura que tuviera por contraste con la realidad un aspecto terriblemente dramático. Nos fuimos a una casa en el sector oriente, en pleno inverno y la idea era jugar con las muñecas en un acto de absoluta vuelta a la niñez, peinada y vestida como cabra chica y con el papá con hemiplejia en una silla de ruedas mirando todo esto llorando. Y Adriana Godán jugando a las muñecas, poco menos que cantando. Como decía, eso fue en pleno invierno en una casa cerca de Argentina (Ríe). Entonces estaba todo nevado y yo me tenía que meter a la piscina con un traje de hombre rana para que no me diera frío tan luego. Pero creo que el traje que se consiguieron estaba un poquito usado porque, apenas entré, se me empezó a subir el agua fría por debajo de las piernas para arriba y me empecé a congelar. Yo tenía que seguir grabando con las muñecas, jugando, riendo y todo lo demás. Cuando el director dijo “¡corten!”, yo pegué un grito que se escuchó hasta no se dónde. Yo gritaba “¡mis ovarios!” En realidad, esa escena fue un castigo tremendo, no sé si para el personaje, pero para mí lo fue (ríe).
¿Te gustó la escena?
La vi cuando se proyectó. Me gustó, me pareció bastante seca. No tenía ningún adorno y tenía un efecto dramático seco, con el padre ahí expectante de todo y sin poder hacer nada. Lo encontré espectacular.
Pablo Illanes ha reconocido que esta producción fue su inspiración para dedicarse a los guiones de televisión. ¿Alguna vez se acercó a ti para hablar de “Los Títeres”?
Yo he hablado harto con Pablo, pero no recuerdo haber hablado de esos temas. Yo recuerdo que cuando llegó al canal, venía de una nueva generación de escritores. Él era muy chico, igual que el Chascas (Valenzuela). Recuerdo que yo llegué a una oficina y ahí estaba él y se levantó y me miró con sus ojos grandes y azules como si hubiese aparecido no sé quién. Yo lo abracé y le dije que deseaba que el sea el adalid de esta nueva generación, porque necesitamos tanto a los guionistas, dependemos tanto de los guionistas. Trabajé en varias teleseries con él, pero nunca como protagonista.
¿Usas el término “estás peinando la muñeca”?
No, ¡cómo se te ocurre! Muy autorreferente sería (ríe). Además, tengo una anécdota. Yo tengo muchas muñecas antiguas que son bien bonitas. Un día me dio por peinarlas en el segundo piso de mi casa en la parcela. Entonces, mi hermana sube, me pilla y dice: ¡estás peinando a las muñecas! Y yo con cara de culpable le dije que sí (ríe). ¡Y ellas se dejan”, me respondió! ¡Cuál de las dos hermanas está más loca!
En el ‘93 fuiste la protagonista de “Marrón Glacé”, Clotilde Anderson…
Mi personaje fue muy vistoso, era muy chistosa ella, muy extrovertida y fue muy gratificante hacerlo porque estaba en un contexto en que realmente se podía desarrollar. Era la dueña de un restaurante, mandaba una legión de mozos, me acuerdo porque el ámbito era nuevo, no se había hecho nunca antes que todo ocurriera en un restaurante famoso y con esa tropa de mozos que yo mandaba, que eran espectaculares. Todos y cada uno tenía su característica propia y con dos hijas que eran terribles, eran un dolor de cabeza para la mamá y con un reparto increíble. Era colorida, era vistosa, y el papel mío era gracioso, entonces lo recuerdo con mucho agrado.
La dirección de esta teleserie también fue de Óscar Rodríguez, como la gran mayoría de las producciones en las que participaste en Canal 13. ¿Qué recuerdos tienes de tu trabajo junto a él?
Óscar, como director, tiene una tremenda ética, a propósito de los problemas que hubo el año ante pasado, de los directores que convidaban a sus actrices jóvenes a ensayar a su casa. Yo recuerdo que conversé con Óscar y él me dijo “yo en mi vida se me habría ocurrido ensayar en mi casa con una actriz. O sea, no se me habría pasado por la mente”. Un gallo de una corrección muy grande, por lo tanto, jamás iba a llevar un problema personal al set, nunca. Quiero saludar a Óscar Rodríguez porque fue un maravilloso director, a mí siempre me tuvo mucha confianza y lo que yo echo de menos siempre en los directores, es el amor al melodrama. Porque son muy pocos los que le tienen amor al melodrama, nosotros estuvimos mucho tiempo trabajando con directores que venían del cine, entonces, como no podían dirigir películas, entraban a la televisión. Entonces, evidentemente era una segunda opción y eso tú como actor lo sientes en el set, cuando no hay entusiasmo por parte del director, cuando el director tiene ironía respecto de algunas escenas. En vez de ayudarte te distancia mucho. Entonces, Óscar Rodríguez fue impecable.
¿Qué te pareció la segunda parte de “Marrón Glacé”?
Fíjate que me pareció tan mal que no me acuerdo de nada de la segunda parte. No me acuerdo, lo tengo borrado.
Luego de más de veinte años en Canal 13, en el 2002 aceptas la invitación de María Eugenia Rencoret y te sumas a “Purasangre”, en donde interpretaste a Violeta Salazar. ¿Te acuerdas cómo surgió la invitación de TVN?
Ahí hubo una crisis muy grande en el canal, no se desmanteló, pero se cerró por un tiempo y oportunamente me llamaron del siete y me recibieron muy bien. Ellos me decían que era lo mejor que le podía pasar a TVN que yo estuviera ahí. Te dicen esas cosas para que te las creas (ríe). Y empecé a trabajar en esa teleserie buenísima, con un personaje que me marcó profundamente porque era un personaje genial. Era dueña de caballos de carrera y a la vez era dueña de un prostíbulo, prostíbulo de alta gama. Entonces un personaje así es como la torta de cualquier actriz. Cuando tú conversas con actrices que están estudiando teatro y le preguntas qué personaje les gustaría hacer, (todas responden) prostituta ¡al tiro!, porque está en el aire el sueño de hacer una prostituta. Me gustó mucho el personaje, el arco dramático que tenía era fantástico, esa mujer se transforma por un cambio en su vida. Ella no tenía idea que tenía un hijo (Manuel, interpretado por Francisco Pérez Bannen) y resulta que tuvo a esa persona muy cercana a ella. Y con Pérez Bannen hicimos un trabajo bastante sólido. Era muy morbo, yo me relacionaba con él y yo no sabía lo que me pasaba, no podía ser amor de mujer a hombre porque imagínate la diferencia de edad, pero no sabía lo que era y todo el mundo sabía menos yo. Entonces fue muy bonito lo que pasó, durante toda la teleserie en que yo fui queriendo a este cabro y amándolo profundamente. Y después para Violeta fue impactante saber que era su hijo, o sea, melodrama pero así a chorro. También recuerdo el rechazo de Manuel cuando se entera que ella es su madre. Muy bonita la teleserie, me encantó, me encantó la cuestión de los caballos, aprendí montones de cosas de los caballos que no tenía idea.
Violeta Salazar tenía una pieza en donde guardaba muchos recuerdos de Constantino Callasis, como la torta de novios de su fallido matrimonio y algunas fotografías, entre otras cosas…
¡Qué bonita la teleserie, me encantó! Ahora que me recordaste toda esa parte, sí, tenía una pieza llena de polvo con todos los recuerdos del día del matrimonio. Yo había trabajado con la Paty López, ningún problema con ella, pero con Pérez-Bannen no había trabajado. Y una vez me dijo, “mira, esto yo no se lo digo a nadie…” , porque él es muy parco, “ha sido un agrado trabajar contigo”. Y yo me derretí, me derretí, lo encontré lo más amoroso que hay. Él se entregó mucho a ese personaje, hizo un trabajo muy interior, entonces a él le pasaba todo sin darse cuenta, era muy bonito.
En esta producción, Mauricio Pesutic interpretó a Recaredo, uno de tus confidentes…
Era como la loca del arpa. Parece que el tratamiento fue tan simple que no llamaba la atención. Mauricio nunca hizo una maqueta del afeminado, creo, por lo que recuerdo entonces no me parece que haya sido destacado por eso. No se rubricó digamos su homosexualidad, al revés de lo que pasó con “Machos”, en que resulta que el personaje homosexual (Ariel, interpretado por Felipe Braun) no era afeminado y tampoco tenía pareja. Entonces yo me preguntaba, “¿entonces para qué lo ponen?”. Había mucho alarde del primer personaje homosexual, pero ¡no tenía pareja! No se atrevieron a ponerle pareja y punto.
En “Pecadores” interpretaste a Úrsula Pérez, un personaje que salía de la historia antes del final…
Era una mujer de casa de campo y adicta a la brujería. Entonces yo trabajaba con hierbas y con ese tipo de cosas naturales, hacía curaciones y era como médica. Y la anécdota de esa teleserie es que ya en la recta final a mí me descubrieron un tumor y me tenía que operar. Entonces, me tuve que retirar de la teleserie. Pero no había terminado aún, tuvieron que adaptar el final y fue insólito porque el final mío era yo perseguida por una jauría de perros en un bosque, llegaba a un claro y con una luz desde arriba yo desaparecía, en el fondo era abducida. Y como era bruja era lógico que fuera abducida y desapareció el personaje nomás y era porque yo tenía que estar en el hospital. Encontré que era tan insólito, lo encontré como una anécdota de la vida, pasan cosas muy insólitas en las teleseries, pero como eso no había ocurrido nunca. De repente se enferma una actriz y aparece otra y sin dar ninguna explicación haciendo el mismo personaje. Pero esto era poético, fue genial.
En esta producción, Luciano Cruz Coke interpretó a Ángelo, un hombre poseído por el diablo…
La verdad, no me acuerdo. Pero quiero hacerte un comentario acerca de Luciano, soy amiga de él y yo encuentro que es mejor como actor que como político. Pero desgraciadamente se va a dedicar a la política yo creo, lo lleva en las venas. Me encantaría que volviera a actuar, en las obras de teatro es fantástico.
En “Destinos Cruzados”, interpretaste a Ester Dickinson, una mujer de clase alta que mantenía una relación amorosa con un gigoló…
La Quena Rencoret me agarró, me acuerdo que estábamos en la peluquería y me dijo: “¿te cuento cuál es tu próximo personaje? Tú te comes a Benjamín Vicuña”. Entonces yo me largué a reír porque encontré que era el chiste del día. Entonces después supe que era verdad. En la historia, él era mandado por Mauricio Pesutic para sacarme de acción, porque Pesutic tenía un plan para esa familia. Cuando supe la trama me pareció lógico y no me escandalicé por eso porque está lleno de mujeres maduras y solas que recurren a gigolós, lo pasan fantástico y los gigolós lo pasan fantástico también porque reciben plata. Entonces, me pareció absolutamente natural, fíjate. Además, yo era amiga de Benjamín, yo lo quiero mucho, entonces me pareció genial que fuera él y no fuera cualquier otro actor joven. Era tan claro el argumento, el tipo me pincha en un bar, nos acostamos y luego seguimos una relación bastante larga, pero tú sabes que la autocensura era tan feroz que después de un beso que nos dimos nunca más nos pudimos tocar. Todo se insinuaba, o sea, yo llegaba a un hotel y él abría la puerta. No había escena. No te digo un coito en cámara, porque eso no habría sido ni siquiera estético, pero que se notara que eran amantes. En ese sentido, encuentro que la televisión es muy cartucha hasta el día de hoy. Yo por mí hubiese seguido feliz dándole besos a Benjamín, pero la Rencoret decía: “¡corten, corten!”
En “Versus”, interpretaste a Nélida Rojo, en una historia donde Francisco Melo tenía dos personalidades. ¿Crees que la teleserie representó de buena forma la ciencia ficción?
Yo me acuerdo que tenía dos hijas, que mi marido era Jaime Vadell, que me había engañado toda la vida con una persona del staff del hotel y me acuerdo que no era una buena teleserie, de eso me acuerdo bien. Yo creo que hay que tener cuidado con ese estilo porque el público tiene que creerlo y para que sea creíble tiene que estar muy bien hecho. Los norteamericanos lo saben hacer muy bien, y está tan bien hecho que tú empiezas a creer lo que está pasando, aunque sabes que no es. Entonces, cuando esa credibilidad falla, se desmorona todo el engranaje del cuento, tiene que estar muy bien hecho y creo que en eso nos falta mucho terreno, porque no tenemos experiencia, no tenemos historia, no tenemos instrucción a guionistas que sepan hacer esas cosas y personas dedicadas a recrear esos mundos con el encanto de los norteamericanos, que lo saben hacer tan bien. Ahí falta una cultura de lo fantástico.
En “Floribella” interpretaste a la institutriz alemana Greta Fassbinder. ¿Cómo lo pasaste en esta producción?
Fue terrible porque ese personaje me lo vendieron como que iba a ser muy importante, ya que iba a estar a cargo de la educación de la protagonista, que era la Mariana Derderián. Entonces yo construí esta alemana que era su institutriz, pero después de unos cuántos capítulos, me di cuenta que llegaba otro personaje y se hacía cargo (de la protagonista), yo pasaba a segundo lugar y dejé de aparecer. A mediados de la teleserie, yo lo único que hacía era abrir y cerrar las puertas cuando sonaba el timbre. Entonces yo hablé con la Quena Rencoret y le pedí que por favor me sacara, porque no iba a variar el argumento si yo me iba. Y me dijo que, por ningún motivo, entonces yo seguí muy mal en esa teleserie porque cuando tú te sientes fuera de lugar es muy terrible. Cuando te empiezas a preguntar “¿qué estoy haciendo aquí?” es un síntoma muy claro de que te tienes que ir. Entonces, como yo no me podía ir porque tenía contrato y la Quena me decía que me quedara, me quedé mal. Así que, apenas pude me fui del canal. Ésa fue una experiencia, para mi gusto, negativa porque perdí mucho tiempo ahí pasándolo mal, es un tiempo que no se recupera. Y no es que yo quiera ser protagonista, pero yo quiero que, aunque sea un personaje chiquitísimo, tenga algún sentido dentro del argumento. Quena Rencoret me dijo claramente que no me podía ir porque la teleserie estaba comprada así con todos sus personajes y que no podían hacer ninguna variación.
Luego de algunos años, vuelves a TVN con “El Laberinto de Alicia”, en donde interpretaste a Miss Hellen, la directora de un colegio en donde se cometía abusos. ¿Qué te pareció participar en una producción en donde se hablaba de pedofilia?
Genial teleserie, creo que es la primera teleserie en donde se hablaba de la pedofilia así, con nombre y apellido. Muy bien escrita, muy bien actuada, bastante terrible. Por eso yo encuentro que era buena porque en realidad todo lo que se hable de la pedofilia es terrible. Pero estaba muy honestamente contado todo, los personajes estaban todos súper bien estructurados. También tenía un lado que era policíaco, que había que descubrir el culpable. Y cuando yo lo descubro, me mata. Entonces yo encuentro que fue una de las teleseries entretenidas que yo hice y que además tenia un sentido social importante, que denunciaba a la pedofilia en los colegios. Esto no se había tocado antes en ninguna teleserie.
Tu última producción fue “Gemelas”, en donde interpretaste a Loló Beltrán…
Yo sabía que era episódico, me dijeron “tú entras en tal capítulo y te mueres en tal”. Yo ya sabía cuál iba a ser el desarrollo del personaje. Me encantó hacerlo, me gustó mucho trabajar en Chilevisión. Tenia un grupo de gente muy encantadora, recuerdo que cuando me tocó entrar y salir ya estaban un poco cansados. Ahí conocí a Paloma Moreno que es un encanto de mujer. Como mi personaje fue tan episódico fue entrar y salir nomás.
En esta producción trabajaste muy cerca con Loreto Valenzuela, ella tenía un rol que hablaba de transexualidad. ¿Cómo evalúas el resultado de este tópico?
Me habría encantado que se hubiera hecho carne el traspaso de un sexo a otro. Pero nunca se hizo carne, nunca se vio a Loreto como hombre. Faltó, para mi gustó, faltó eso.