Cuando Netflix anunció que iba a lanzar el 22 de septiembre un documental sobre Lady Gaga, no pude evitar pensar que a lo mejor querían volver a lograr el éxito que tuvieron cuando mostraron el de Amy Winehouse. Lo distinto en este caso es que este trabajo es original de la plataforma de streaming.
Las primeras imágenes de este largometraje muestran una faceta desconocida de la cantante: la podemos ver en su entorno familiar, vestida con ropa deportiva, sin maquillaje, cocinando… Siendo una más. Es un buen plano para atrapar a cualquier fan de la cantante, porque no la vas a ver vestida de carne o en un vestido extravagante sino que la verás a ella, a Stefani Joanne Angelina Germanotta.
Esto queda patente a lo largo del documental. Es un registro detrás de escena donde lo que más vemos, es a Lady Gaga frente a un espejo con un ejército de peluqueros y maquilladores y a ella tocando el piano. Parece ser su vía de escape cuando su mundo se vuelve un poco loco. Eso sí, se diferencia de lo visto anteriormente porque no se queda solo en lo musical. Va mucho más allá.
Lo que consigue muy bien este documental es humanizar a esa cantante excéntrica que brilla por sus pelucas, sus coreografías y sus vestuarios extravagante. La vemos en un aspecto donde ella es capaz de asumir que su vida no es perfecta. Desmitifica la creencia de que por ser famosa y tener dinero, se es feliz. Esto, principalmente, lo vemos reflejado por como es su diario vivir con la fibromialgia, enfermedad que padece.
Cómo soportar los fuertes dolores y mostrar el tratamiento al que se somete para seguir haciendo lo que a ella le gusta, además de ser muy consciente que ella tiene los medios para hacer más llevadera esta situación y que muchas personas no pueden hacerlo.
El gran acierto que tuvo «Gaga: Five Foot Two», fue tener una cámara testigo que hacía que el espectador se sintiera parte de lo que estaba pasando, lo que permitía que todo lo que ocurría en las imágenes fuera mucho más fácil a la hora de empatizar con los sentimientos de la artista que se querían plasmar.
La gran diferencia que tiene este documental con el de Amy Winehouse, por ejemplo, es que se dejaron a un lado los videos caseros. El de Gaga es prácticamente una especie de vivencial, donde no hay un tópico definido de lo que se va a ver. Hay un plano donde la ves sacándose fotos con los fans y a los segundos después, la vemos en un hospital, en Houston preparando el Super Bowl o en el estudio grabando con Florence Welch y Mark Ronson.
Lograron muy bien que ella condujera la historia. Que mostrara diferentes aspectos de su personalidad que no quedan patentes en un concierto de dos horas o de 90 minutos. Se sacó el traje y se mostró sin tapujos, incluso haciendo uno que otro topless. No cae en la autobiografía, que es algo que se agradece.
Este filme sirve para entender mejor las complejidades que arman a Lady Gaga. Para comprender por qué escribe las canciones, cuáles son las situaciones que desencadenan sus miedos. Para verla en el estudio de grabación, ver su relación con su abuela, y cómo se desenvuelve en la preparación de un concierto multitudinario.