El próximo viernes 17 de febrero seremos testigos de un hito en la historia de la TV chilena. “Sálvese Quien Pueda” (SQP), programa pionero de la farándula televisiva, dejará de transmitirse después de 15 años. Su fin se da en medio de un progresivo desgaste en la TV abierta en general, y en la farándula en particular, y de una manera particularmente cruel: lo sacan del aire justo antes del Festival de Viña del Mar, el evento farandulero por excelencia.
Con esto, solamente quedan como sobrevivientes del género: “Intrusos” (La Red, conducido por la fundadora de SQP Jennifer Warner), “Primer Plano” (CHV) y “Maldita Moda” (CHV). Pensar que en un momento dado hasta UCV-TV tuvo un programa de farándula. TVN incluyó estos contenidos en algunos programas y realizó realities, pero nunca tuvo un programa dedicado al tema. La farándula ya no da rating como antaño, llegando a ser derrotada en sintonía por refritos de hace 30 años como “Homenaje Gigante”. El público que aún sigue fiel a la TV abierta los está dejando de lado, y los jóvenes millenials parecen estar más interesados en youtubers como Germán Garmendia, Vardoc o Valentina Villagra, que sintonizan más con su realidad y que tienen mucho más talento.
La farándula en la TV abierta chilena estuvo en la palestra durante 15 años. Demasiado tiempo, más de lo razonable. Sus dos principales hitos iniciales tuvieron en común a Iván Zamorano: el recordado mechoneo de Daniella Campos a Titi Ahubert, y el fallido matrimonio de Bam-Bam con Kenita Larraín. Se nutrió del medio artístico, de los famosos de diversa índole, de los cracks del fútbol y del tenis y de rostros surgidos de la telerrealidad. Intentó parecerse a la industria de la farándula argentina, pero no le dio, pues aquí jamás existieron figuras de peso artístico y mediático comparable a las del otro lado de la cordillera.
Lo que tuvimos acá fue una deformación de los reportajes estilo Revista de Papel Couché sobre la realeza europea que hacía André Jouffé en los años 80, y terminó absorbiendo al periodismo de espectáculos. Vimos a destacados especialistas como Italo Passalacqua y René Naranjo teniendo que hacerse parte de la tontera. Incluso periodistas de excepción y preparados para periodismo de mayor nivel como Pamela Jiles, Julio César Rodríguez y el fallecido Ricarte Soto terminaron trabajando en este rubro. El periodismo de farándula disfrutó de una libertad (a veces libertinaje) editorial que ojalá la tuviera el periodismo de actualidad, y que fue ocupada mayoritariamente en temas intrascendentes.
La farándula nos deja como herencia la progresiva banalización de la TV, el haber llenado horas y horas con contenidos superficiales e irrelevantes, y un ramillete de “famosillos” que tuvieron sus 15 minutos de fama y los aprovecharon de diferente forma. Algunos, como Nicole Moreno (Luli) y Pamela Díaz sacaron inteligente partido de la situación y lograron asegurar su futuro y el de sus familias. Otros como Edmundo Varas se creyeron el cuento, perdieron noción de la realidad y terminaron cayendo en desgracia cuando se acabó la fama. Otros más, como Pato Laguna y Kathy Barriga usaron su fama farandulera para catapultarse a la política, y la argentina Mariela Montero para hacer lo propio en el mundo artístico. Para muchos, el haber pasado por la farándula se ha transformado en un estigma. Salvo excepciones, predominó la falta de talento y de contenido, e incluso algunos rostros se han transformado en ejemplos negativos.
¿Se acabará la farándula en Chile? Sinceramente lo dudo. La “hoguera de las vanidades” es parte de la vida, y existe en la literatura (víctimas de ella en Chile: Gabriela Mistral e Isabel Allende), en la música, en el cine y en la academia. Ni hablar en los círculos de poder y riqueza. Lo que sí, tendrá que tomar otras formas, porque el modelo actual se está agotando.