La noche de cierre de Viña 2016 pasará a la historia como una de las más accidentadas del evento. Noche de perreo intenso, con Wisin y Don Omar a la cabeza. Lograron salvar el infortunio del avión de Don Omar. Javiera Mena se sacó los balazos. Ricardo Meruane nuevamente fracasó con una rutina obsoleta y fue protagonista de una de los momentos más morbosos de la televisión chilena.
Obertura: No hubo gag, sino que un video institucional de recuento de las cinco noches anteriores, cargado de autobombo para el canal. Lo eché de menos. Fantaseaba con ver a Rafa con Carola vestidos como reggaetoneros, con gorra de baseball y bling-bling, y hablando en coa.
Conductores: Carola guapa como siempre, y Rafa con terno azul. El cinematográfico beso me hizo envidiar la suerte del Rafa, casado con un monumento de mujer como Marcela Vacarezza, y con permiso de besar a una belleza de pasarela como la De Moras. Pudieron resolver de mejor forma lo de Meruane. No era necesario exponerlo al trance que pasó. Manejaron con aplomo el infortunio de la llegada tarde de Don Omar.
Wisin: Evidentemente suena mucho mejor que el pastel desafinado de Nicky Jam. Sin embargo, surgieron dudas ante un eventual uso de playback o pistas grabadas, asunto siempre polémico en Viña, desde Umberto Tozzi a inicios de los 80, y posteriormente con Thomas Anders (Modern Talking), Xuxa y Chayanne con su Overplayback para que pudiera cantar y bailar a la vez. ¿Qué es el playback en un show en vivo? ¿una trampa?, ¿algo para que pasen piola las limitaciones del artista?, ¿un recurso legítimo?, ¿O un instrumento musical más? El público reggaetonero vino claramente a gozar y a perrear, y parece darle exactamente lo mismo la calidad del tipo que está en el escenario. En todo caso, hay que reconocer que el boricua es simpático, tiene sabor y sentido del show y fue capaz de montar un espectáculo sumamente energético, con canciones pegajosas que convirtieron la Quinta Vergara en una discoteca. Merecidas las dos gaviotas. Un show estirado como chicle después de las dos gaviotas. ¿empatando tiempo para la llegada de Don Omar?
Ricardo Meruane: El morbo en su máxima expresión. Ni a Quesille con Nakasone juntos se les hubiera ocurrido una escena tan brutal en alguno de sus realities. Asistimos con mucha probabilidad al ocaso de un humorista de la vieja guardia que no supo renovarse ni aprendió las lecciones de sus fracasos en Viña 2011 y Dichato 2012. Partió como avión hablando de la contingencia, sacando risas verdaderas, pero desde la inentendible aparición del inspector de parquímetros se empezó a hundir con una rutina fome, obsoleta, sin gracia y lenta, insoportable para un público con ánimo de perreo. Sus constantes distracciones resultan incomprensibles en un artista con más de 30 años de experiencia. Aun así, el Monstruo le hizo el aguante. No se lo devoró de una, sino que más bien lo boludeó, le dio opciones y hasta pidió gaviota por pena y/o para no alargar la angustia. Los animadores se la ofrecieron a Meruane, pero no aceptó e intentó ganársela al estilo de Natalia Valdebenito. A partir de ahí se inmoló cual kamikaze. Parecía que levantaba en un comienzo, incluyendo un video de Maná diciendo que en Chile no había corrupción (irónicamente, su mejor chiste), pero terminó por hundirse. Sacó como último y desesperado recurso el chiste del campeonato de peos (con el que también fracasó en Dichato), que es muy bueno pero que requiere de alguien con gracia y picardía, como Don Carter o el Profesor Rossa. Al final, se hundió con la bandera al tope como la Esmeralda, con mucho honor pero desprovisto de toda gloria y sin ni una pluma de gaviota. A lo mejor Meruane debió ir en la noche ochentera y Ruminot en la reggaetonera. Se valora su coraje y valentía, pero creo que debería considerar retirarse definitivamente, al menos de los grandes escenarios. Lo de Meruane constituye una severa advertencia para otros humoristas de su generación (Alvaro Salas, Pujillay, Palta Meléndez, Mauricio Flores, Gigi Martin, Lucho Arenas Jr., Chino Navarrete, Charola Pizarro, etc): primero el humor callejero, y ahora el Stand Up Comedy, cambiaron las reglas del juego y lo que hacía reír hace 20 ó 30 años ya no funciona ahora. Mejor que se pongan a trabajar en nuevos libretos e ideas. O se renuevan con urgencia, o se los van a llevar puestos.
Javiera Mena: La previa de esta actuación fue dura para Javiera. Primero el robo de sus instrumentos y luego el papelón con Alejandro Sanz y el troleo posterior, incluyendo las odiosas comparaciones con la notable performance de Francisca Valenzuela con Pablo Alborán el día anterior. Sin embargo, llegó apoyada por sus colegas de jurado, fans y hasta animadores, que aparecieron con esos curiosos lentes blancos de cartón, algo así como el “Chancho Juanito” de los Chancho en Piedra. Llegó vestida como heroína espacial, con una vistosa capa dorada, y apoyada en una linda puesta de escena, claramente inspirada en el animé japonés y con elementos entretenidos como los sables Jedi durante la canción “Espada”. Al escuchar su primer tema, se notó de inmediato que no tenía nada que hacer cantando “Corazón Partío” el otro día. Lo suyo es la música electro-pop y, al menos por ahora, no parece estar en condiciones de salirse de ahí. En su especialidad es seca. Es capaz de sacarle armonía a sus sintentizadores. Es David Gueta llevado al virtuosismo. Hizo un show cargado al baile, adecuado para un público cargado al perreo. Creo que Javiera es demasiado de avanzada para la pobre mentalidad chilena. Hay que sentarse a escucharla con la mente muy abierta. Para los de mentalidad tradicional, cuyo paradigma de voz femenina es Gloria Simonetti, Ginette Acevedo o Myriam Hernández (todas por cierto muy respetables), este tipo de espectáculos resulta difícil de apreciar y digerir. Su performance con Gepe la reivindicó en el ítem duetos. Tiene cosas que pulir: sus limitaciones vocales (aunque canta bastante más que Nicky Jam y que el propio Alejandro Sanz), su poca versatilidad artística (la sacan de su nicho musical y se ve en serios aprietos) y su excesiva parquedad en el escenario (no puede jugar la carta de la sensualidad como si lo hacen compañeras de generación como Francisca Valenzuela y Denisse Rosenthal). Su doble gaviota es un muy buen premio que compensa todas las pellejerías que tuvo que pasar. Me alegro de corazón por ella, pues tuvo que bailar con la fea todo este tiempo y fue maltratada sin misericordia por el simple hecho de equivocarse, algo muy chileno por lo demás. No está dentro de mis gustos musicales, pero al verla tan basureada hasta le tomé cariño. Espero que lo de Sanz quede como una mera anécdota y que Javiera Mena no se transforme en la “Carlos Caszely” de la música chilena.
Don Omar: Su show estuvo marcado por el infortunio de la pérdida de su vuelo y su llegada al límite, al punto que tuvieron que cambiarlo al cierre, se temió que no alcanzara a llegar y que actuó casi sin cambiarse de ropa. Previo a su show tuvo el hermoso gesto de felicitar a Javiera Mena por su show en el backstage. Hizo lo suyo, una batería de éxitos que hicieron perrear a un monstruo que vino exactamente a eso a la Quinta Vergara. Se llevó su par de Gaviotas y logró salvar la situación. Un buen cierre para una de las noches festivaleras más historiadas del último tiempo.