Uno de los grupos que ha quedado más desprestigiado con la pandemia del coronavuris ha sido el mundo evangélico, que injustamente está pagando los platos rotos por la insensatez de grupos minoritarios y hasta marginales, pero con plataforma mediática.
La mayoría de las iglesias ha actuado con prudencia, acatando las directrices de las autoridades, cerrando sus cultos presenciales hasta nuevo aviso y trasladando sus actividades a formato online. Sin embargo, se han tenido que comer duros cuestionamientos “gracias” a tránsfugas jugosos, pasteles y delirantes como los “pastores” Soto y Cid que han llamado derechamente a desobedecer la cuarentena para predicar la Palabra de Dios, y a otros pastores irresponsables que encabezaron cultos que terminaron siendo perfectos caldos de cultivo para contagios masivos. De hecho, ya hay un pastor chileno muerto por el COVID-19 en tales circunstancias, el presidente de la Iglesia Metodista Pentecostal Mario Salfate.
¿Por qué sucede esto? Creo que gran parte de la explicación está en que los medios masivos -léase TV, radios y prensa escrita- tienden a privilegiar a personajes mediáticamente atractivos, curiosos, que muevan masas, que provoquen con sus dichos y ocurrencias, que atraigan rating, likes y Trending Topics, muchas veces sin reparar en su calidad ética y moral, y de su real aporte al debate. Esto en principio no es reprochable, y resulta hasta obvio: para atraer lectores, auditores y televidentes, necesitan tener personajes atractivos. ¿Dónde está el problema, entonces? En que, por el afán de lograr rating, empiezan a darles pantalla a personajes como Emeterio Ureta y Oriana Marzoli, cuya especialidad es armar polémicas y caen en recursos al límite de lo aceptable o derechamente inaceptables, como rotear, acosar mujeres en pantalla o practicar bullying desatado.
Dentro de esta laya de personajes “mediáticos pero nefastos” están Javier Soto y Ricardo Cid. La mayor parte de las veces en las que la Iglesia Evangélica ha sido noticia, este par de freaks ha salido al ruedo. Y a pesar del conocido historial de desvaríos de Soto y del prontuario de Cid -nada menos que condenado a siete años de cárcel por abuso sexual a una menor de edad-, siguen siendo considerados por los medios. ¿Resultado? Estos pastores y sus seguidores se hacen de una plataforma comunicacional que no se merecen ni les corresponde, lo que redunda en que la opinión pública termine identificando a «los evangélicos» como gran masa con estos grupos marginales.
Por cierto, nada más lejos de la realidad. Decir que todos los evangélicos son como Soto y Cid resulta tan absurdo como decir que todos los católicos son como Karadima o el Cardenal Medina. Soto y Cid no pasan de ser parodias bastardas del mundo evangélico, mucho más caricaturescas que «Las Iluminadas»
Hay una clara cuota de responsabilidad de los medios al darles afrecho a estos personajes para lograr rating. Sin embargo, creo que también hay otra parte de los propios líderes evangélicos que en general han sido incapaces de marcar presencia pública de manera efectiva y contrarrestar a sus colegas “jugosos”. Hay muchos pastores valiosos, preparados, pensantes y con los que se puede debatir con altura de miras, pero a los que parece costarles mucho desenvolverse fuera de sus púlpitos. Típicamente un pastor es una persona que habla largo -a veces muuuuuy largo, en especial cuando están poseídos por el Espíritu Santo- y tendido frente a una audiencia en general poco proclive a cuestionarlo. Eso lo podrá hacer tranquilamente en su templo, pero no en los medios masivos, en los cuales tiene que desarrollar capacidad de síntesis y entenderse con gente de diferentes creencias y que en cualquier momento los puede cuestionar y contradecir.
Por cierto hay algunos con notable manejo mediático como el pastor anglicano Alfred Cooper, que hasta tuvo un late show en el cable llamado “Hazte Cargo”, y en especial Patricio Frez (al que le mando muy buenas vibras y le deseo una pronta recuperación de su cáncer y del coronavirus), al que se lo farrearon de manera lamentable. No supieron aprovechar el “know-how” de la histórica voz en off del “Buenos Días a Todos”, un veterano de las comunicaciones y conocedor de primera mano de cómo hay que moverse en los medios masivos.
Creo que llegó la hora que el variopinto mundo evangélico se plantee seriamente ir a darles batalla mediática a los Soto y Cid, pues lo que está en juego es nada menos que su prestigio ante el resto de la opinión pública. Es un grupo demasiado importante y valioso para que un par de tránsfugas locos los deje constantemente como la mona ante el resto del país.