El “Lolo Palanca” y el “Cuesco Cabrera” fueron personajes icónicos en la carrera de Coco Legrand en el mundo del humor. Gracias a ellos catapultó su fama y sus creaciones posteriores lo posicionaron como uno de los grandes en la historia de la comedia chilena. Una que lo hicieron triunfar tempranamente en el escenario del Festival de Viña del Mar del año 1972.
Aquel joven ‘ondero’ y desenvuelto de los años 70 y 80, el ‘Lolo Palanca’, daba cuenta de las temáticas de la juventud de la época. En tanto el «Cuesco Cabrera» -personificación con la que Coco Legrand definió a los ingenieros comerciales-, estaba inserto en el complicado contexto político y económico que se vivía en el país en los años 80, y se convirtió en un referente de la crítica social chilena. Fueron estos análisis los que dieron gran valor a su trabajo humorístico, al transformarse en una suerte de barómetro de los temas que estaban impactando a la realidad nacional.
Justamente esa mirada fue la que permitió que su labor profesional conectara con el público chileno, al incorporarla en las innumerables rutinas que desarrolló y se propuso a lo largo de su vida, en la difícil tarea de hacer reír, incluso en las complejidades.
Pero llegó el día que tuvo que bajarse de los escenarios. Amante de las motos, en particular de las Harley-Davidson, el grave accidente sufrido en una de ellas en octubre de 2021, fue el punto de inflexión para comenzar a pensar en el retiro.
Creatividad que no para
La recuperación fue larga. Tras tres meses y medio de reposo en cama, luego tuvo que comenzar a caminar con muletas. Pero el evento dejó sus secuelas. Problemas de vértigo, un marcapasos y movilidad reducida fueron el detonante para que, hace poco más de un año, Coco Legrand, cuyo nombre real es Alejandro González, decidiera que ya era tiempo de parar. Dijo adiós a los escenarios y se encerró en su hogar, alejado de los medios de comunicación y apariciones públicas.
Hoy, es su hija, María José González, la que da cuenta de la vida que lleva el humorista nacional. Lo hizo en el programa “Only Fama”, producción que llegó hasta Pichilemu, en la región de O’Higgins, para conocer detalles, algunos inéditos, del actual devenir de Coco Legrand.
“Está en un proceso que debe ser durísimo para él. Obviamente, a veces se aburre y se pone a escribir. Y empieza ‘oye, mira lo nuevo que escribí’ y mi mamá: ‘Alejandro, olvídate’”, relató María José.
Si bien Coco Legrand prometió no subirse nuevamente a un escenario, lo cierto es que el comediante sigue desarrollando su talento creativo, del cual, su hija entregó evidencias. Por ejemplo, en sus momentos de ocio, continúa escribiendo rutinas de humor, pero además se dedica a una rama del arte para muchos desconocida: la pintura. De hecho, el comediante realizó un dibujo para cada uno de sus hijos.
“Esto es algo que nadie sabe de mi papá, y es que un tiempo le dio por hacer cuadros. Nos hizo uno para cada uno”, explicó, mostrando el destinado a ella. “Esta soy yo y este era un pololo que volaba a agarrarme las pechugas. No sé, a mí estas cosas me dan mucha risa”, comentó divertida la hija menor de Coco Legrand.
Tío ilustre
En todo caso, el arte y creación no es un tema nuevo para Coco Legrand. El humorista estudió Diseño en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Tras egresar, se especializó en matricería en Mississippi, Estados Unidos.
Una carrera a la que llegó por consejo de su padre, luego de que Coco Legrand le comentara que le apasionaba el teatro y el humor.
Cabe señalar que el artista nació el 28 de julio de 1947 y actualmente tiene 76 años. Y un dato interesante es que su tío, hermano de su padre, fue nada menos que el ex presidente de Chile, Gabriel González Videla.
Por otro lado y a modo de homenaje a la carrera del humorista, el 27 de marzo de este año se estrenó el documental «El Gran Coco Legrand», que recorre el legado del comediante. La pieza, de una hora y 40 minutos de duración, dirigida por Sebastián Moreno, incluye abundante material de archivo y entrevistas a figuras destacadas y cercanas al humorista, además de adentrarse en la vida personal de quien hizo reír por décadas.