¿Qué habrá hecho que David Bowie, quien estaba lisa y llanamente retirado de la música, quisiera volver a ésta? Es un apasionado, sí, pero en un escenario actual, se podría decir que el padre de lo que años después algunos borrachos y sus bandas de rock malinterpretarían como glam, podría no volver nunca más. Y nadie se lo reprocharía. ¿Por qué hacerlo? Si bien hay pequeñas manchitas en la carrera de Bowie (en particular su transición al pop más ochentero que en esa década tuvo), él es una de las indiscutibles fuentes de inspiración que demasiados artistas han tenido en la historia contemporánea. No es una exageración decirlo, si hasta incluso el cine ha sido influenciado por los moldes de imagen que el británico impuso en su tiempo. O sea, la duda inicial queda planteada.
No hay que ver esto como «el disco que Bowie sacó para generar lucas extra». No. Qué insulto sería. Se puede decir que «The Next Day» es la carta de presentación más sólida que Bowie puede ofrecer a las nuevas generaciones. Porque aquí usted puede repasar de formas inimaginables la carrera de Ziggy Stardust. Pretencioso, pero inteligente. Quizás todo está focalizado en la etapa de fines de los años 70, pero hay muchos matices de esos álbumes más conocidos de su trayectoria.
Bowie quedó probablemente demasiado ávido de decir algo. Una década entera, en la que quizás él escribió todas estas letras. Muchas de ellas incluso conectan con canciones clásicas de David, pero también se llevan hacia un nuevo punto. Con 66 años, es mucho más la retrospectiva que se puede hacer que él mirar hacia un futuro que para un hombre de dicha edad pueda ser desalentador. Pero incluso en ese punto hay canciones de profusa imaginación, pasando desde temáticas como el estar en un dilema existencial, hasta una pareja de enamorados contemplando las estrellas, como esperando algo.
El sonido no se queda atrás. Si bien la voz del intérprete de «The Man Who Sold the World» está considerablemente deteriorada por la edad y el carrete, ese rock medio denso, con guitarras que no llegan a una potencia demoledora, pero que abarcan todo un panorama de «cada canción es un planeta sonoro diferente», le queda preciso. Sin grandes ejercicios vocales, todo lo que aquí se expone suena convincente. Tal vez el único pero del álbum es que, para alguien no habituado a la música del inglés, puede sonar reiterativo o disonante de fuerza. El mensaje sin embargo es demasiado potente y eso hace que se le deba poner más atención de lo normal al contenido lírico.
Hay un detalle único aquí, y es que todo se impulsa hacia adelante en materia de sonido, porque progresivamente todo se hace más denso, hasta llegar al final. «Heat» es el punto medio entre el pasado de Bowie, y lo que podría venir. Si bien hay baladas épicas, y la preciosa «The Stars (Are Out Tonight)», esta canción va avanzando en una composición que crece y se nutre de elementos que explotan con una coda enorme, que apoyado por una instrumentalización preciosa, y una letra introspectiva, llegan a dar el punto álgido.
Al comenzar el artículo planteé la duda de que había llevado a Bowie a tomar la decisión de volver tras toda una década en que la música a cambiado mucho. La conclusión es una sola. ¿Eso importa? El «duque» nos ha entregado uno de los mejores álbumes de su grandilocuente carrera, y por consiguiente, de lo mejor que llevamos al iniciar el año. Podrá estar viejo, pero la ambición y el talento del autor de «Life on Mars?» siguen tan intactos como cuando comenzó la que sería una de las carreras más influyentes e importantes en la historia de la música popular.