La hicieron. Nos taparon la boca a muchos, y enhorabuena que haya sido así. Lo de la insólita Teletón del 3 y 4 abril pasado es una hazaña de proporciones planetarias, perfectamente comparable al rescate de los 33 mineros. Las condiciones no podían ser más adversas: un país en cuarentena, en pleno estallido social y ad portas de una cruenta recesión económica; sin bancos abiertos y dependiendo de las transferencias electrónicas; sin 27 horas de transmisión, sin shows masivos y con el teatro Teletón vacío; y con la mayor parte de los rostros – incluido Don Francisco- y artistas desde sus casas, contactándose vía Zoom y Skype.
A pesar de que se quitó la presión de superar la meta del 2018, se pudo lograr igual, lo que permitirá que el instituto de rehabilitación infantil tenga recursos frescos para seguir funcionando. Además, sirvió como un muy necesario bálsamo emocional para la sociedad chilena en estos momentos tan duros para el país y para el mundo. La dirección televisiva del evento dio en la tecla precisa, lo que no era fácil pues esto era algo inédito en la TV mundial. Hubo criterio y empatía, y se dejó de lado la manipulación emocional.
En su emotivo discurso de cierre, Don Francisco dejó abierta la puerta para un futuro “Chile ayuda a Chile” similar a los que se han hecho en el pasado para terremotos y temporales. El éxito de esta “Teletón del Coronavirus” hace esta idea no solamente viable, sino que además muy deseable. Definitivamente Don Francisco se merece un monumento. A pesar de su alejamiento de la contingencia televisiva, sigue demostrando por qué es por lejos el personaje más importante de la historia de la TV chilena. Soportó estoicamente el aluvión de críticas de quienes consideramos la idea como inoportuna y hasta desquiciada, que se sumaron a los ya clásicos cuestionamientos a la naturaleza del evento y a mitos urbanos del tipo “Don Francisco se lleva parte del dinero de las donaciones”.
El futuro del financiamiento de la causa seguirá siendo un tema a discutir. Por un lado, como bien señaló el mismo Don Francisco, el financiamiento del instituto no puede quedar sujeto a contingencias externas como estallidos sociales, pandemias y otros; tiene que buscarse una manera de asegurar la subsistencia económica de la obra y eso tiene que pasar necesariamente por mayor apoyo estatal. Pero por otra parte, la crisis del coronavirus ha demostrado que el sistema de salud chileno no está en condiciones de mantener el estándar de atención gratuita y de clase mundial del instituto de rehabilitación infantil. Mientras el Estado no sea capaz de asegurar una atención eficiente y efectiva en el sistema público de salud, y no arregle el tremendo problema que tiene con el SENAME, no me parece razonable que el instituto pase a ser uno estatal. Mientras el Estado no proporcione tales garantías tendremos que seguir dependiendo de la Teletón.
Esta Teletón, y todo lo que está pasando con el coronavirus, puede marcar la resurrección de la TV abierta. Hasta antes de la llegada de la pandemia a Chile, su panorama era desolador: una industria deprimida, cada vez más atomizada y menos relevante, con despidos masivos de personal, severamente criticada por su rol durante el estallido social, y donde solamente eventos especiales como el Festival de Viña, la misma Teletón y los partidos de la Selección Chilena lograban ratings importantes. Las circunstancias obligaron a que la gente se quedara en casa, transformándose en televidentes cautivos que han redundado en notables aumentos en la sintonía.
Esta además puede ser una gran oportunidad para los contenidos educativos en televisión. El sistema educacional a todo nivel se ha visto obligado a transformar sus clases presenciales al formato online, lo que ha traído dificultades debido, entre otros motivos, a la incompleta cobertura de internet y a la poca preparación de los docentes en ambientes online. En ese escenario, la TV abierta puede ser un elemento de apoyo fundamental. En países como España se están emitiendo franjas televisivas destinadas a contenidos educativos, y han tenido que recurrir a los videos de canales de YouTube de educación (“Edutubers”) o de divulgación cultural (“Cultubers”) como Unicoos, Quantum Fracture y Academia Play. Aunque esto ha generado resistencia en sectores conservadores del mundo educacional, para muchos profesores estos videos han sido una verdadera tabla de salvación, y no poca gente que hasta antes del coronavirus miraba con desprecio y recelo a estos youtubers ahora les piden consejos acerca de cómo hacer videos.
Estamos en un mundo en el cual cualquier hijo de vecino con un celular, un PC o notebook, una cámara y una conexión a internet está en condiciones de generar productos audiovisuales de calidad comparable a cualquier productora profesional. Estamos en un momento en que un par de adolescentes como Billie Eilish y su hermano Finneas arrasan en los Grammys con un disco producido en forma artesanal en el dormitorio de su casa; donde Rosalía y El Guincho producen un disco rompedor y parteaguas como “El Mal Querer” en un simple PC; y donde Mon Laferte graba de forma improvisada y casera una canción emblemática como «Plata ta tá» en una pieza de hotel en Las Vegas. No me extrañaría que en un futuro cercano alguien gane un Oscar con una película completamente grabada con su teléfono móvil.
Ahora cualquiera puede transformarse en un multimedio. Hace tiempo que pioneros como Nicolás Copano venían experimentando con contenidos para internet en programas como el recordado “Demasiado Tarde” y todo lo que hizo en MQLTV. Tenemos los ejemplos exitosos de Manuel De Tezanos y su canal de You Tube “Balong-MDTP”; Fernando Villegas, expulsado y transformado en “leproso” para los medios tradicionales por sendas denuncias de acoso sexual en su contra, y que ahora tiene un canal de YouTube sumamente potente e influyente; “Los Secos del VAR”, un grupo de periodistas deportivos despedidos de Radio Cooperativa que se lanzaron a transmitir fútbol por streaming, lograron notoriedad y terminaron siendo acogidos por la Radio USACH; “El Matinal de los que Sobran”, un notable acierto del sitio web El Desconcierto, en el cual se reunieron tres rostros defenestrados de la TV abierta -Alejandra Valle, Daniel Stingo y Mauricio Jürgensen- a hablar de la contingencia sin pelos en la lengua, y que terminaron siendo acogidos también por la Radio USACH.
Creo que el futuro de la TV abierta estará marcado por la honestidad y la autenticidad; menos estelares caros, menos luces y oropel, cero farándula; programas más cercanos, con rostros en sus casas, sin maquillajes, vestidos en forma casual; y especialmente, con uso intensivo de la tecnología. Probablemente la TV abierta va a necesitar mirar a estos youtubers para inspirarse y adoptar ideas y modalidades nuevas y frescas. Ya pasó la era de los programas mastodónticos y caros. Llegó el momento de lo auténtico, de lo cotidiano, de hacer TV literalmente “desde la casa”.