Una joven influencer sumamente cuestionada que usó notablemente su poder mediático para ayudar a los damnificados de los incendios de Viña, haciendo gala de más «calle», eficiencia, eficacia y criterio que gente supuestamente más preparada. Lo de Naya Fácil da para análisis. No hay que mirarla a huevo.
Una infancia nada fácil. Nació el 3 de diciembre de 1997 en el sur de Chile. La primera parte de su vida estuvo marcada por la pobreza, la precariedad y un ambiente claramente tóxico, con un padre que abusó sexualmente de ella y una madre que la golpeaba y con la que no mantiene contacto hace años. Se entiende que reniegue de su nombre original, Nayadeth Mercedes Neculhueque Quimen, que no le guste que los medios lo mencionen y que esté tramitando cambiarse sus dos apellidos.
La “vida fácil” es la más difícil de todas las vidas. Ante sus apremiantes necesidades, optó por ejercer como trabajadora sexual siendo aún adolescente, para poder ayudar a su madre y para ahorrar dinero para independizarse. Posteriormente se dedicó a subir múltiples vídeos con material erótico. Esto claramente ha marcado para mal su imagen pública. Siendo objetivos, que tu “marca”, el nombre por el que te conocen lleve un concepto históricamente tan poco halagador para una mujer como el de “fácil”, y además tengas un pasado ligado a la prostitución, te juega en contra en una sociedad conservadora (aunque sumamente hipócrita) como la chilena, y ella lo tiene más claro que nadie.
No es un caso único. No es la primera vez que alguien con pasado en la llamada “profesión más antigua del mundo” logra construir una carrera mediática importante. Basta recordar a la «Geisha» Ana Alvarado, y a la farandulera y ahora dirigenta política argentina Amelie Granata, que se dio a conocer públicamente por haber tenido sexo pagado con el cantante Robbie Williams. También hay casos de gente surgida de la industria del porno y del erotismo, como el de la ahora icónica y multipresente Kim Kardashian, quien se dio a conocer en 2007 a través de una película pornográfica llamada “Kim Kardashian, Superstar” junto a su entonces pareja Jay-Z.
Un fenómeno en las redes sociales. A los 19 años cambió de rumbo y se transformó en influencer en Instagram y Tik Tok. En su cuenta de Instagram, está en permanente contacto con sus seguidores, relatando su día a día y contando sus problemas. Es una gran realizadora de eventos y trabaja con diversas marcas (en especial pymes) que la buscan para promoverse. Ha realizado múltiples desafíos propuestos por sus seguidores a cambio de dinero, como pasar semanas usando la misma toalla higiénica, o su polémica performance de finales de 2019 cuando se grabó desnudándose en el interior de Iglesia San Vicente de Paul de Caldera, lo que le trajo problemas con la justicia. Ha protagonizado también fiestas en plena época de pandemia, y la caída del caballo de la estatua del General Baquedano en marco de las manifestaciones del 8M. Además, hizo una incursión en la música con su canción “Show Show”, cuyo videoclip suma la fecha 2,3 millones de visualizaciones en YouTube.
¿La bestia negra de Karina Oliva? Para la segunda vuelta de las elecciones a gobernadores regionales del 2020, la candidata del Frente Amplio Karina Oliva, que ganó en la primera vuelta, subió a redes sociales un video con Naya Fácil, señalando que su hija “era una gran fan” de ella. Esto le valió críticas surtidas por ligar su imagen a alguien “tan polémico y cuestionable”, algunos creen que pudo influir en que Oliva perdiera estrechamente a manos de Claudio Orrego, y marcó el inicio de su brutal declive en los meses posteriores debido a escándalos por financiamiento de campañas.
Construyó un imperio mediático a pulso. Naya quería ganar dinero para salir de su tóxico ambiente de origen y hacer su propia vida. Y vaya que lo logró. A la fecha de redacción de este artículo, Naya tiene 2 millones de seguidores en Instagram y 202,8 miles de seguidores en Tik Tok. Tiene su propio imperio, lo construyó prácticamente sola y desde su casa, o más bien una de ellas, ya que ya cuenta con varias propiedades. Gana la plata que quiere, y tiene la vida que quiere, y de manera legal, legítima y muy merecida. Aprendió a jugar el juego de las redes sociales y es una consumada maestra en el tema.
Educación eminentemente práctica. A diferencia de gente como Pamela Díaz y Nicole Moreno que dejó pendiente la educación media para dedicarse a la farándula, Naya terminó su cuarto medio con un técnico en administración de empresas, y ha hecho cursos de manicura, estilista y maquillaje. En otras palabras, es educada en el sentido práctico. Quizás le cueste si se le somete a una batería de preguntas de conocimientos enciclopédicos, pero ha hecho gala de brillantez en cuando a temas concretos, aplicados. Ha mencionado su interés en estudiar derecho. Honestamente, ¿Para qué? Aunque nunca está de más adquirir nuevos conocimientos y habilidades, tiene plata de sobra para contratar los abogados que necesite. Esa “calle”, esa astucia práctica es su principal patrimonio.
Una clase magistral de muy bien uso del poder mediático Lo que hizo Naya para ayudar a los damnificados de los incendios de Viña del Mar es realmente para sacarse el sombrero. En una notable demostración de influencia, en pocos días, y con ayuda de sus “facilines” (nombre de su fandom), juntó más de 20 millones de pesos. Además, haciendo gala de una capacidad de gestión impresionante, ella misma fue a comprar la comida, ropa y demás bienes, regateando como toda una crack para hacer cundir la plata; armó cajas con kits con distintos elementos para cada familia, y encabezó el transporte de las cajas, teniendo que soportar incluso un infame asalto. Ojalá las organizaciones públicas tuvieran el 5% de ese nivel de organización.
Un fenómeno difícil de asimilar. A los medios tradicionales les cuesta asimilar fenómenos como el de Naya Fácil. Naya se construyó y logró éxito e influencia sin depender de la televisión. Naya no necesita a la TV, pero la TV abierta podría necesitar a Naya para llegar a su esquivo público objetivo. Por otra parte, su pasado y sus irreverentes performances la hacen difícil de manejar para el ambiente televisivo.
No la quieren en el reality. Hace poco trascendió que la estaban contactando para ser parte del próximo reality de Canal 13, pero su nombre generaba anticuerpos en otros rostros televisivos que no aceptarían participar si estaba ella. ¿Cuáles serían los posibles motivos de esto?
- La discriminan por “flaite”, como si el medio televisivo y farandulero estuviera lleno de gente “con sangre azul” o “nacidos en familias bien” como diría Evelyn Matthei.
- La cuestionan por su pasado como trabajadora sexual, lo que sería sumamente hipócrita. El que cacha, cacha.
- La que considero la razón más probable: LE TEMEN A SU PODER MEDIÁTICO. Si fue capaz de organizar de manera tan brillante la ayuda a los damnificados, va a ser un juego de niños para ella alinear a su ejército de “facilines” para que la apoyen a todo evento en las votaciones del reality. El que ose enfrentarla llevaría todas las perder, y de manera aplastante.
Karina Oliva no estaba tan equivocada, después de todo. Los influencers y sus fandom tienen un poder mediático brutal del cual hay que hacerse cargo. Estamos en un momento en que los fans del K-Pop son capaces de arruinarle de manera épica un meeting electoral a Donald Trump; y de funar a nivel planetario a un programa de TV chilena (“Mi Barrio” de Mega) por una mala parodia de BTS; y donde se especula que la “Swifties” (fandom de Taylor Swift) podrían decidir la próxima elección presidencial en Estados Unidos. Naya Fácil tiene una influencia brutal en el público millenial y centennial, y sabe cómo usarla muy bien. Quizás por ahí podemos entender el por qué Karina Oliva buscó su apoyo. Oliva fue visionaria, quizás demasiado adelantada a su tiempo. No se sorprendan que, a mediano o incluso corto plazo, Naya y otros influencers se transformen en un factor político importante. Es un fenómeno al que hay que prestarle atención.
Un gran ejemplo del “sueño americano”. Una chica de provincia, de tez morena, de ascendencia mapuche, nacida en un ambiente tan precario como disfuncional, que se vio obligada a prostituirse para sostener a su familia, pero que le ganó a la vida, construyendo un imperio mediático a puro pulso y haciendo gala de maestría en el manejo de ese poder. Y todo eso es digno de respeto y admiración.
Honestamente, me genera sentimientos encontrados. Me complicaría mucho que una eventual hija mía fuera una “facilina”, y que la considerara un “ejemplo a seguir”. No me complica lo de la prostitución, que se comprende dada su situación de origen, y es una pena que haya tenido que recurrir a eso para sobrevivir. Me complican ciertas actuaciones que desafían la decencia y las buenas costumbres, y que en otras circunstancias habrían liquidado su imperio mediático. Pero, a la vez, me gustaría que aprendiera de su astucia, sentido común, capacidad de gestión y de su empuje para salir adelante. Sea como sea, Naya Fácil no es alguien para despreciar o ningunear. Hay que poner atención. Que logre ese brutal nivel de influencia en las nuevas generaciones es un fenómeno del cual hay que hacerse cargo.