Se ha transformado en todo un fenómeno. Primero fue en el mundo editorial, con sus best-sellers “La Magia del Orden” y “La Felicidad después del Orden”. Y ahora con “Tyding Up with Marie Kondo” (“A ordenar con Marie Kondo”), su flamante serie de Netflix que está en boca de todos y que la ha transformado en un verdadero fenómeno viral con decenas de artículos en los medios y memes en las redes sociales en torno a ella. Esta adorable japonesa ha convertido su personal y particular obsesión por el orden en una consultoría multimedial de alcance planetario que la llevó a ser considerada una de las cien personas más influyentes del mundo el año 2015 según la revista Times Magazine.
Esta serie es un típico docureality. Cada capítulo consiste en Marie junto a su traductora visitando un hogar estadounidense convertido en un tributo al Mal de Diógenes. Junto con sus familiares se pone manos a la obra en la tarea de reorganizar ese espacio usando su método KonMari: juntan las cosas y las clasifican; toman cada artículo y deciden mantenerlo o botarlo según las emociones que provoque a cada persona; doblan la ropa hasta transformarla en un rectángulo compacto para poder almacenarla en poco espacio, etc. Entre medio se va conociendo la historia de la familia, y las emociones que produce este proceso, que bien puede ser el punto de partida de un ordenamiento mayor en sus vidas.
Gran parte del encanto de la serie reside, valga la redundancia, en su encantadora conductora. Marie Kondo mide cerca de 1,40 m, es muy delgada y sumamente carismática. Es como si una heroína de animé se hubiera transformado en una persona de carne y hueso. Es una verdadera hada madrina, una especie de Mary Poppins nipona de modales suaves y delicados que llega a casas desordenadas y estresantes y las transforma en verdaderos templos hogareños.
La filosofía de Marie Kondo es ni más ni menos que la versión corregida y aumentada de la tradición de orden y minimalismo japonés. Cabe consignar que el país del Sol Naciente tiene una densidad de 336,4 habitantes por kilómetro cuadrado (como referencia, Chile tiene 24,8). Es decir, en promedio los japoneses disponen de poco espacio para armar su hogar, por lo que están obligados a disponer de este de la manera más eficiente posible. Lo que hizo Marie fue, en base a estudio, práctica, capacidad de observación y sentido común, generar un conjunto de criterios y estrategias concretas para aprovechar al máximo el espacio disponible, las que sistematizó en su método KonMari. Así, logró convertir algo tan cotidiano y a veces odioso como el tema del orden en un gran emprendimiento que le ha permitido ganar reconocimiento mundial.
La primera vez que se supo de Marie Kondo en Chile fue a través de un artículo de la influencer María José Castro (aka Lady Ganga) en el desaparecido suplemento femenino “M” de LUN del Viernes 19 de Febrero del 2016. Fuera del fenómeno editorial, no había pasado mucho más con ella por estos lados. Con esto de Netflix, de repente todos se volvieron literalmente “locos por Marie”. Tenemos a las radios, los diarios y las redes sociales hablando de ella, cuestionando cierto tufillo a “New Age” de su discurso, polemizando acerca de su “sugerencia” de no tener más de 30 libros en su biblioteca (que provocó urticaria en los coleccionistas y acumuladores de libros), etc. Hasta se ganó una portada del The Clinic, un análisis de Larry Moe, y memes pidiendo que venga a “ordenar” al gobierno y a Carabineros.
Más allá de los particulares méritos de esta serie, esto reafirma el poder de penetración de Netflix, ya demostrado el año pasado con “La Casa de Papel” y “Luis Miguel, La Serie”. Se va haciendo recurrente que los productos de Netflix empiecen a formar parte del imaginario popular, lo que antes estaba exclusivamente reservado a la TV abierta. Hasta ahora, los medios no han reaccionado con suficiente rapidez a este fenómeno, y si no se despabilan corren el riesgo de perder relevancia y condenados a transformarse en meros recuerdos que, al igual que los que analiza Marie Kondo, uno los atesora con cariño como reliquias o los bota porque ya no sirven.