El escritor Jorge Baradit se está transformando en todo un referente mediático a partir del impresionante éxito editorial logrado por las dos entregas de “La Historia Secreta de Chile”. Es panelista frecuente del “Mentiras Verdaderas”, en donde cada vez que aparece es Trending Topic; hace poco logró levantar la audiencia del “Buenos Días a Todos”, y ya se habla de llevar los capítulos de sus exitosos libros a la pantalla chica en formato de serie. Sin embargo, no todo ha sido buena onda para Baradit, pues ha sido blanco de fuertes críticas de parte de un sector de historiadores académicos que cuestionaron la supuesta falta de rigurosidad; el afán de “vender la pomada” de las teorías conspirativas como recurso efectista con el fin de enganchar con el público; la falta de ética que supondría no hacer citas rigurosas de fuentes en las que se habría basado; presentar como “hallazgos inéditos” hechos ya conocidos; y el ninguneo que se haría al trabajo de los mismos historiadores y de los profesores de historia. Las críticas han sido encabezadas por los historiadores Andrés Baeza, Marcelo Casals, Andrés Estefane y Luis Thielleman a través de dos sendos artículos aparecidos en la revista electrónica Red Seca: “Jorge Baradit: la apropiación del saber, el protagonismo de las elites y el ninguneo docente”, y “Mercado, divulgación e historiografía”. Esas críticas fueron posteriormente refrendadas por sus colegas María Soledad Zárate, Manuel Loyola, Joaquín Fernández Abara, Claudio Robles y Gabriel Cid, en un artículo en “La Segunda” el pasado 13 de Julio. Por otra parte, historiadores como Alfredo Jocelyn-Holt y Jaime Parada, y un grupo apreciable de profesores le han prestado ropa a Baradit.
Compré y leí los dos libros. De partida, son sumamente entretenidos y amenos de leer. Baradit apeló a toda su pericia como novelista para darle atractivo a sus relatos históricos. Las historias entretenidas y bien contadas siempre van a tener público. De ahí se explican éxitos editoriales como la saga de Harry Potter, las novelas de Paulo Coelho y las investigaciones de Pilar Sordo, todas criticadas en su momento desde el establisment académico y literario. Es lo mismo que sucede en televisión con las primeras telenovelas turcas como “Las Mil y Una Noches”, “Fatmagul” y “El Sultán”, y las epopeyas bíblicas “made in Brasil” como “Moisés y los 10 Mandamientos”, “José de Egipto” y “El Rey David” que le han dado buenos resultados a TVN. Si se logra traspasar la amenidad de los libros a la pantalla chica, podríamos estar ante un fenómeno televisivo en ciernes, similar al de programas con temáticas similares como “La Quintrala”, la serie “Héroes” y “El Señor de la Querencia”.
Aunque los críticos de Baradit lo han desmentido, resulta inevitable pensar que en sus críticas hay algo del clásico “chaqueteo chilensis”. Para un grupo de gente que dedica su vida a la historia, que se quemó las pestañas estudiando y que no recibe retribución económica suficiente por ello, no resulta fácil de digerir que un “advenedizo” se ponga a escribir de historia sin seguir sus reglas, venda libros como pan caliente, se “forre” y se transforme en un fenómeno mediático. Es una situación similar al del grupo de escritores que ninguneó en su momento a Gabriela Mistral. Además, las historias de Baradit dejan bastante mal parados a nuestros próceres: Prat era aficionado al espiritismo; el verdadero libertador de Chile fue José de San Martín, y O’Higgins fue apenas un monigote suyo; Diego Portales era un “profanador de cunas” que nunca honró sus compromisos; y que Augusto Pinochet era un oficial del montón que no estuvo involucrado en la planificación del golpe militar de 1973, que oportunistamente se subió al carro al final para después hacerse con el poder. Todo esto entra en abierta contradicción con la historia oficial enseñada en los clásicos libros de Frías Valenzuela y Encina.
Creo que lo de Baradit y la saga de “La Historia Secreta de Chile” es un fenómeno muy similar al de los “Cazadores de Mitos” o “Mythbusters”. ¿Qué fue Mythbusters? Un grupo de expertos en efectos especiales, es decir, personas no pertenecientes a la comunidad científica formal, que se dedicaban a develar mitos haciendo un simulacro bastante efectista del quehacer científico. Si se analizara rigurosamente el trabajo de los Cazadores de Mitos, con toda probabilidad habría mucho que reprocharles en cuanto a falta de rigor científico. Sin embargo, lograron que mucha gente se interesara en la ciencia, lo cual fue reconocido por el propio Barack Obama, que en un capítulo de la serie invitó a Jamie Hyneman y Adam Savage a la Casa Blanca para que resolvieran el mito del rayo de Arquímedes, y que les dedicó sentidas palabras en el capítulo de cierre del programa, a mediados de este año. Seguramente muchos de los científicos del futuro dirán que conocieron y se interesaron por la ciencia gracias a los “poco rigurosos” Cazadores de Mitos.
Creo que lo de Baradit va por un derrotero similar: es un outsider absoluto de la historia, su interés está más en la difusión que en la investigación, y por ello sus métodos puede que no sean 100% rigurosos. Sin embargo, claramente ha logrado que el gran público, incluyendo muchos jóvenes, se interese en la historia de Chile: Muchos profesores de Historia han aprovechado el fenómeno y han usado el libro como material de trabajo en sus clases, y no sería extraño que muchos futuros historiadores descubran su vocación a partir de la saga de “La Historia Secreta de Chile”.