El viernes 28 de noviembre, a eso de las 17:30 horas de Chile, trascendió públicamente la muerte del genial artista mexicano Roberto Gómez Bolaños. Algunos no lo creyeron, pensando que era otro de esos tantos “voladores de luces” que salen en las redes sociales. Sin embargo, esta vez fue de a de veras: Chespirito, el creador de una interminable galería de personajes entrañables y significativos, dejó nuestro mundo y se fue a acompañar a Cantinflas, Chaplin, Robin Williams y a otros grandes del humor a hacer reír a los ángeles.
La reacción del mundo ante este acontecimiento era predecible, pero no por ello es menos impactante. Es que la obra de Gómez Bolaños se transformó en un clásico televisivo eterno y atemporal. Hemos visto tantas veces los episodios del “Chavo del Ocho” y del “Chapulín Colorado” que ya los conocemos de memoria, y sin embargo igual nos reímos con ellos. Aún hoy, más de 40 años después de ser grabados, los episodios de estos programas son emitidos en TV abierta y son garantía de buen rating. Además, gracias a Chespirito, un montón de modismos mexicanos se hicieron conocidos en toda latinoameríca, llegando a ser adoptados en muchos países. Así, Chespirito se convirtió en el mejor embajador cultural que pudo tener su país, produciendo a través de la televisión el mismo efecto “mexicanizante” que Cantinflas logró en el cine. Su obra fue universal, y al mismo tiempo muy mexicana. Solamente los genios como Chespirito son capaces de lograr tal hazaña.
Chespirito llevó el humor blanco y familiar a su máxima expresión, pero además hizo gala de un gran manejo idiomático y de notables muestras de ironía, reflejadas en sus incontables chistes con juegos de palabras. Dicto cátedra acerca del verdadero “doble sentido”, que no necesita alusiones sexuales para funcionar. Como olvidar sus parodias de grandes obras de la literatura universal, en donde “asesinó” con genialidad a “Don Quijote”, “Don Juan Tenorio”, “Otelo” y hasta algunas historias bíblicas.
Ahora el Chavo del Ocho se fue a la vecindad eterna, en donde no dormirá en un barril sino que en una nube; donde el divino duelo no vendrá a cobrar la renta como el señor Barriga y al que no podrá recibir con un golpe; donde se reencontrará con Don Ramón, la Bruja del 71, Godínez y Jaimito el Cartero; y donde podrá jugar tranquilamente por los siglos de los siglos.
Se lo tiene bien merecido. Chespirito murió, pero su obra vivirá por siempre.