Los videntes, astrólogos y similares salieron de su hábitat natural de espacios pagados en radios AM venidas a menos y se han instalado con toda propiedad en la TV abierta. La misteriosa desaparición de Fernanda Maciel ha sido el detonante de una insólita competencia entre videntes y otros personajillos practicantes de artes esotéricas en los diversos matinales de la TV abierta. Gente como Vanessa Daroch e Ismael Torres han dispuesto a sus anchas de los minutos más valiosos de la TV para especular a vista y paciencia de todo el país acerca de una situación sumamente delicada y de un caso en pleno proceso de investigación, incluso por sobre temas más contingentes como los incendios en el sur y las inundaciones en el norte.
Resulta comprensible que la desesperación de la familia de Fernanda por lo sucedido con su hija hace un año los ha llevado a apelar a lo que sea para saber de su paradero, incluyendo a videntes. Recuerdo que muchos les pusimos atención a sus divagaciones en las horas posteriores a la desaparición del Casa 212 en Juan Fernández. Por otra parte, se sostiene que algunos de ellos habrían prestado servicios invaluables a la PDI en la resolución de diversos casos, lo que resulta al menos discutible y tendría que ser tema de un estudio serio para salir de dudas. Aun considerando lo anterior, creo que rellenar espacios de TV con especulaciones de videntes en torno a un crimen no resuelto y en proceso de investigación resulta éticamente cuestionable, porque genera un ruido comunicacional innecesario en la opinión pública, porque estorba el trabajo de los investigadores “de verdad”, y porque no se puede confiar a priori en lo que dicen sus supuestos “superpoderes”, más aún si, para más remate, Daroch y Torres se desacreditan mutuamente en pantalla. Finalmente, los matinales tienen una influencia importante en la formación de la opinión del público televidente, y si esta tiene poco desarrollada su capacidad crítica, se verá claramente influenciada por lo que le digan estos personajes.
Este “festival de los videntes” tiene motivaciones sumamente pragmáticas. La crisis de la industria obliga a privilegiar lo que proporcione rating a corto plazo, y tal parece que los videntes, los horóscopos y las temáticas paranormales cumplen con ello. Que los matinales recurran a los videntes para aumentar su rating y que más encima funcionen (de otra forma no se explica tanta insistencia en esto) nos da una idea del tipo de televidente que es objeto de interés de los canales abiertos. No debería ser sorpresa si consideramos que, de acuerdo a una encuesta reciente, cerca del 60% de los chilenos dice creer en el “mal de ojo”, y que personajes impresentables como Omar Gárate y el Indio Nijarpa se forran en plata sin problemas con la superstición de la gente. Asimismo, da pena constatar que los intentos de llevar científicos “de verdad” como Gabriel León y José Maza han resultado vanos hasta ahora.
Me pregunto qué pasa por la mente de periodistas preparados y serios como Rafael Cavada, Paulo Ramírez, Julio César Rodríguez y Mauricio Jürgensen al momento de convivir en el set con estos personajes. ¿Cuántas veces se han tenido que morder la lengua? ¿Cómo lo harán para aguantar tanta barbaridad junta? ¿Cuál es su máximo nivel de tolerancia a la estupidez? Al parecer, Mauricio Jurgensen se vio sobrepasado y lo hizo notar fuertemente, al punto de ser severamente criticado en las redes sociales por el trato supuestamente despectivo y sarcástico que habría tenido con Ismael Torres.
Episodios como este explican por qué tanta gente se aleja de la TV abierta, la que se está empezando a parecer a esas radios AM que no alcanzaron a pasarse a la FM y que, si no desaparecieron, quedaron sumidas en la irrelevancia absoluta como reliquias de su glorioso pasado, compradas por grupos evangélicos o arrendando espacios a chantas impresentables. Tal como señalaron en distintos momentos los hermanos Nicolás y Fabrizio Copano, no creo que la TV abierta muera, pero se va a transformar en el “You Tube para pobres y/o para la tercera edad”.