“Am I a Queen?… Ok, but remember I’m a Human being” / Thank you for your patience and get wet, you really don’t care about rain” / I need to know if you’re with me, if we are together in this”… Éstas fueron algunas de las palabras que ocupó Madonna en su intento por recuperar al público en medio de su reducido y tibio show. Y es que la espera interminable causada por la lluvia se hizo más larga e incómoda de lo que podría ser en un día normal de diciembre: más de ciento veinte minutos de retraso consiguieron que los fieles seguidores se cansaran y literalmente enfermaran esperando.
Los ánimos estaban caídos, el frío se comenzaba a hacer presente, todo era humedad y agua en el lugar de encuentro. Familias completas cubiertas con nylon, parejas de toda condición sexual bajo sus paraguas, en lo que pudo haber sido un espectacular (e incluso romántico) concierto bajo la lluvia. Sin embargo, no fue más que “quedarse por cumplir y no sentirse estafado por el dinero invertido”, como argumentó una señora a la salida.
Corrían las 21:30 horas y el inicio del show ya estaba confirmado. En el estadio no se veía más que finas precipitaciones y coloreados paraguas en todas las locaciones. Ni siquiera el DJ que se encargaba de preparar el ambiente pudo cambiar el ánimo de los fanáticos que a eso de las once de la noche aún no lograban ver a su diva. En el 2008 Madonna realizó dos conciertos en Chile, con locaciones a full en ambas fechas, en jornadas con condiciones climáticas estables. Muchas de las personas en aquel entonces tenían su propia deuda con la diva por no haber visitado nuestro país en más de veinte años y muchos de ellos pensaron que sería la primera y única vez que la reina de pop vendría a nuestro país. Esta vez las condiciones fueron completamente distintas y Madonna ofreció un show fuera de toda cualidad al anterior.
A las 23:30 se apagaron las luces y lo que todos esperaban, la oración de contricción que introduce el tour y que da inicio al single “Girl Gone wild”, no llegó: ésta fue reemplazada por imágenes en las pantallas que dejaban claro que algo diferente estaba ocurriendo. Era el inicio del segundo acto de la reina, “Express Yourself/Born this way/She’s not me”, con Madonna vestida de porrista y con toda su puesta en escena del número, saludando al público y comenzando a cantar inmediatamente. Luego de eso vinieron los siguientes números, sus palabras de disculpas, mensajes de amor y aceptación en el mundo. En una ocasión hizo referencia a la tragedia de los niños de Connecticut en Estados Unidos, hizo un par de canciones que logran entibiar a la resentida y fría recepción de la audiencia.
Del resto del show no se puede decir nada malo. Salvo algunas desafinaciones en temas como “Turn up the radio” y “Masterpiece” debido, quizás, a su falta de aire por su delicado estado de salud y notorio cansancio. De hecho en dos ocasiones comentó que este show era el penúltimo del tour y que venían girando desde ya casi todo un año. Incluso bromeó diciendo que no puede acabarse el mundo el 21 de diciembre, ya que ella aún no ha tomado vacaciones siquiera. De esta forma introdujo la clásica “Holiday”. A pesar de esto, no se le puede restar mérito a su indiscutible talento y capacidad como performance, bailarina y músico. En ningún momento recurrió al playback, teniendo motivos para hacerlo, quiso dar lo mejor de sí y lo logró. El punto más alto de la noche fue durante la presentación “Like a Prayer” en donde una agrupación góspel la acompañó en el coro y ella envuelta en una bandera chilena giraba en el escenario, logrando un punto de máxima emoción. Luego de esto y cuando el show por fin estaba en su cúspide, vinieron temas de cierre y un abrupto comienzo de “Celebration” (que cerraba el setlist) dejando al entibiado público con gusto a poco y con claro conocimiento de que canciones como “Girl gone wild” y “Gang Bang” no serían presentadas en Santiago. La despedida fue corta y sencilla diciendo “hasta pronto, gracias por venir”.
Sentimientos encontrados. Muchas personas hubiesen preferido no estar ahí. De haber sabido que el efecto del temporal desataría tal resultado, hubiese sido mejor un cambio de fecha con tal de tener un concierto a la hora y con la longitud que venía programada. La espera fue más larga que el mismo show. Las luces se apagaron, se encendió el estadio y se abrieron las puertas. A la salida se vendían pósters y cintillos alusivos al tour MDNA que se esperó por más de siete meses, que congregó a miles de fanáticos ilusionados esperando superar sus expectativas conseguidas el 2008.
Fue una noche donde no importó su trayectoria y que sus treinta años de carrera pasaron a ser un dato en la previa al show donde la intérprete no se libró de abucheos, insultos y peticiones de devolución de dinero. Pesaron las circunstancias y el respeto por sobre el fanatismo.