Este domingo se dio inicio a la 63° jornada del Festival de Viña del Mar, la que estuvo marcada por el homenaje a las víctimas de los incendios ocurridos en la zona y que dejó a miles de personas damnificadas.
Obertura. Hermosa, sobria, muy a tono con lo sucedido a inicios de mes en Viña. Los conductores pidiendo un minuto de silencio por las víctimas de los incendios, seguido de un hermoso número de obertura a cargo de Consuelo Schuster, Soulfia, Kidd Voodoo, Isabella Bachmann y Juanita Parra.
Conductores. Sorprendido por el oficio y prestancia de Pancho Saavedra, que llega este escenario con amplia experiencia en festivales. No será Antonio Vodanovic ni Sergio Lagos, pero dio claramente el ancho. Posicionado en su rol desde el minuto cero. La química con María Luisa Godoy es notable.
Alejandro Sanz. Lo presentaron como “el artista español más influyente de este siglo”, lo cual resulta al menos discutible, pues hay otros como Pablo Alborán, C Tangana y Rosalía que perfectamente podrían entrar en la discusión. Una banda afiatada, sobria, llena de músicos de verdad. Le debo una disculpa a Sanz. En ediciones anteriores lo cuestioné por “desafinado”. El español no canta “mal”, canta “diferente”. Y es que su música tiene una estructura que se sale absolutamente de los marcos habituales del mainstream, con fuertes improntas flamenca y jazzística, y por eso no resulta fácil de entender ni menos de versionar por otros artistas. En ese sentido, merece el mayor de los respetos artísticos, pues ha logrado con ese particular estilo transformarse en un nombre importante dentro una industria musical de habla hispana adicta a la repetición compulsiva de patrones musicales exitosos. Un show elegante y con clase, muy bien acogido por el público y merecedor de la doble gaviota. Además, en la previa, Sanz hizo una notable demostración de buen uso del poder mediático al hacer su conferencia de prensa previa en una de las villas afectadas por los incendios.
Alison Mandel. Entró con todo desde el minuto cero, demostrando oficio y personalidad. Rutina sólida, asertiva, ajustada al meme de Ñuñoa (o sea, con temáticas de cuico progre), pero muy bien construida y adaptada. Habló de temas cotidianos, subió al columpio sin misericordia a su esposo Pedro Ruminot, que estaba sentado en primera fila al lado de su compadre Jorge Zabaleta. No deja de ser curioso ver a una rubia angelical garabateando más que camionero en paro. Generó buena onda desde el inicio, el monstruo no paró de reír y se ganó con toda propiedad la doble gaviota. Consagratoria actuación para Alison, y exultante debut del humor en el Festival.
Manuel Turizo. La versión mejorada de J Balvin y Maluma. Responde a la impronta del reggaetonero colombiano: bien vestido, fachero, con cero rastros de culto a la cultura pandillera, y educado a más no poder. Desde el punto de vista artístico, mil veces mejor que sus dos “panas”. Una buena puesta en escena, con músicos de verdad, con autotune y playback inexistentes, o al menos imperceptibles. Turizo canta bien, sus letras superan por mucho el guarrerío habitual del género, y hasta se aventuró en otros géneros. El público se quedó esperándolo hasta la madrugada, gozó con el orgullo de Montería, y le entregó sin problemas la doble gaviota. La prodigiosa armada musical colombiana tiene un nuevo acorazado.
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