Animadores: Cumplen sin mayores problemas y se dan el lujo de gozar con el show de Marc Anthony. Lucen geniales y se ven cada vez más posesionados en su rol. Creo que manejaron muy bien el desastre de Jani Dueñas. La presentaron lo mejor posible, revirtiendo las pifias de los que aún añoraban a Marc Anthony; la dejaron pelear su opción hasta que pidió que le tiraran la toalla; y le dieron una digna despedida.
Marc Anthony: Un crack de aquellos. Apoyado por una banda de músicos de puta madre, el portorriqueño transformó la Quinta Vergara en una salsoteca gigante. Un showman nato, con una presencia tan avasalladora que hace olvidar su baja estatura y su facha de jinete. Su repertorio mezcló salsas, boleros cortavenas y baladas maravillosas, como el cover del clásico de José Luis Perales “¿Y cómo es él?”, canción icónica de los festivales de mediados de los 80. El cierre del show con Becky G y Cami encaramadas en Sebastían Yatra y Carlos Rivera fue de antología. Quedó claro porqué Américo le prende velitas y se inspira en él como si fuera el líder de una secta. Sacó Doble Gaviota rápidamente, e hizo méritos de sobra para la de Platino.
Jani Dueñas: El primer gran fracaso del standup en Viña. Desde “Los Tigres del Norte” que no se veía a un artista con tan buenos antecedentes ser devorado por el Monstruo. Personalmente fui a ver uno de sus shows de preparación en Quilpué, donde hizo gran parte de la rutina que mostró en Viña. Me maté de la risa y estaba seguro que la iba a romper. Hizo muchos otros ensayos y todos le habían salido bien. No se veía por donde podía fallar. La clave de lo que pasó está en que Jani tenía mucha experiencia…pero en bares y teatros, no en shows masivos. No es lo mismo hacer humor en recintos cerrados y acotados o en Netflix donde el público es reducido y específico, eres el “plato fuerte” y pagan por verte, que en un festival de verano donde te toca actuar entre dos monstruos mediáticos como Marc Anthony y David Bisbal. Difícil, pero no imposible como lo demostró en su momento Natalia Valdebenito, que enfrentó un escenario similar (compartió jornada con Alejandro Sanz y Lucho Jara) y triunfó con honores. La misma rutina que me sacó risas en Quilpué, en Viña se vio lenta, latiguda y desesperante. Jani definitivamente subestimó el desafío, creyó que estaba en un bar más grande y empezó a hacer mucho libro con una puesta de escena muy autista, con muy poca onda con el público. Más que rutina de Stand Up parecía una charla TED, pero de esas lateras. Poco a poco se fue metiendo en un laberinto del cual nunca pudo salir. Su show estuvo plagado de inconsistencias, como reclamar “sororidad” después de tratar a María Luisa Godoy de ordinaria y de pelar a Cathy Barriga y a la Chilindrina. El discurso feminista pareció un recurso desesperado y demagógico para salvar el naufragio. Decir que “el público era rasca e inculto y no estaba preparado para un show como el de Jani” me parece una excusa insultante e injusta. El Monstruo la recibió bien, la respetó, le tuvo paciencia, incluso le dio aplausos de ánimo, pero se terminó impacientando y se la devoró con entera justicia. Es cierto que no era su público habitual, pero ella supo eso con semanas de antelación, por lo que tuvo tiempo de sobra para preparar una rutina especial para Viña. A Jani le lloró a mares lo que le sobró al criticado Dino Gordillo la noche anterior: cancha y oficio en grandes escenarios. Quizás le faltó pasar por Olmué antes de enfrentar al Monstruo. Quizás le faltó estudiar más los shows de Natalia Valdebenito, Chiqui Aguayo, Jenny Cavallo y Alison Mandel en Viña, y los recientes de Belén Mora y la misma Chiqui Aguayo en Olmué, que lograron buenos resultados con sus mismas temáticas; y los del “Mono” Sánchez y Alejandra Azcárate, que se dieron el trabajo de adaptar sus rutinas al Monstruo. Valoro en Jani su personalidad e inteligencia emocional para enfrentar esto. Nunca se derrumbó, mantuvo la calma, fue asertiva y no se hizo la desentendida con lo que estaba pasando. En la conferencia de prensa posterior replicó con clase la ponzoñosa y maletera intervención de Raquel Argandoña. Hay mucho paño que cortar acá. Este episodio tiene que servir como caso de estudio por la comunidad de comediantes de stand up. Y aunque lo sucedido lo atribuyo más a una preparación deficiente que a un tema ideológico, esto es una clarinada de alerta para el mundo “progre”: tienen que bajarse del pony moral e intelectual y desarrollar empatía con el gran público y con la gente del bando contrario, que en estos momentos se está dando un festín pantagruélico en las redes sociales con el fracaso mediático de uno de sus rostros más representativos.
David Bisbal: Se nota una gran evolución desde su debut festivalero a inicios de la década pasada, cuando era una promesa venida de un reality. Ahora es un clásico del pop en castellano del siglo XXI, y un artista con oficio en eventos masivos. Gran puesta en escena, orquesta espectacular y un Bisbal con fantástica presencia, un gran caudal de voz, su repertorio pop con evidentes reminiscencias flamencas, un buen dueto con Sebastián Yatra y una emotiva alusión a la crisis venezolana. Sacó Doble Gaviota mereciendo mucho más.