Escenario: Los escenógrafos del Festival se merecen desde ya Gaviota de Platino. El escenario quedó simplemente espectacular, digno de un espectáculo de primer mundo. A veces costaba creer que fuera la Quinta Vergara, y me sentí viendo el show del medio tiempo del SuperBowl.
Desastre en el audio: Por el contrario, el encargado del sonido (¿será el mismo de Luis Miguel?) se ganó tarjeta amarilla. Hace años que no veía tantas fallas de audio, acoples e interrupciones en el Festival. Llegó a ser exasperante seguir el show de Wisin y Yandel con tantos problemas.
Animadores: Para ser el primer día anduvieron muy bien. Se adueñaron del escenario desde el minuto cero, con una notable química entre ambos. No parecía que fueran debutantes absolutos. María Luisa le sacó brillo a su experiencia en Olmué, Dichato y Talca.
Tributo a Lucho Gatica: Estéticamente bien cuidado, elegante, de buen gusto….pero el uso de playback lo echó todo a perder. Mientras en los premios Oscar Queen con Adam Lambert la descosieron tocando en vivo “We Will Rock You” y “We Are The Champions”, en la Quinta hicieron doblar a cantantes virtuosos y perfectamente competentes como Beto Cuevas, Claudia Acuña, Carlos Rivera, Denise Rosenthal, Américo, Yuri y Francisca Valenzuela. En Viña, salvo casos excepcionales como Chayanne que por edad ya no puede bailar y cantar a la vez, el uso de playback es un pecado capital. Nada supera el tributo a Gustavo Cerati, con Pedro Aznar cantando y tocando en vivo. La Gaviota de Platino a Lucho Gatica resultó tardía, pero merecida
Wisin & Yandel: cumplieron con lo que se esperaba de ellos: reggaetón de la “vieja escuela” que hizo perrear como loco al Monstruo. Musicalmente no son la gran cosa: pocas variantes al clásico ritmo “dembow”, con letras marcadamente sexuales. Además, hicieron uso y abuso del overplayback, y lucieron esa estética de glorificación a la “cultura pandillera” tan propia a los músicos urbanos de Puerto Rico. Sacaron la doble gaviota sin problemas. Creo que debieron cerrar en vez de abrir la jornada.
Felipe Avello: Con este show, el “Pececillo” se tituló de genio, se consagró como el “Groucho Marx chileno”. Con una rutina con un sello personalísimo, sin recurrir al doble sentido ni a la grosería, y sin más parafernalia que el “goma” que lo ayudó, tuvo al Monstruo comiendo de su mano desde el comienzo. ¿Cómo demonios se ensaya algo como eso? Cuesta creer que no sea improvisación pura. La Doble Gaviota es la guinda de la torta de una carrera marcada por la perseverancia y en permanente pelea contra la incomprensión y la aversión a lo nuevo. Yo fui de los que no soportaron a Avello en sus inicios, cuando hacía performances como la de Bryan Tulio o salía con sus provocaciones absurdas. Me preguntaba cómo gente culta y conocedora como René Naranjo y Italo Passalacqua lo bancaba tanto. Bueno, algo sabía de arte el fallecido “Abuelo”. Donde muchos veían provocación sin sentido, a lo mejor él vio atisbos de la genialidad que se manifestó en la Quinta Vergara.
Sebastián Yatra: Debió abrir la jornada. Al comparar su show con el de Wisin y Yandel, se notan los contrastes de imagen entre los músicos urbanos de Colombia y los de Puerto Rico. Mientras que los de la “Isla del Encanto” juegan con la idea del “pandillero exitoso y exuberante”, Yatra, al igual que sus “panas” Maluma y J Balvin, apuesta por la idea del chico de buena facha, educadito, carismático, de dicción exquisita y excelentes modales. El colombiano no perdió la compostura ni cuando se sacó la camisa. Hizo bailar a la Quinta con su mezcla de pop romántico y reggaetón con bajo octanaje, hizo emocionar con su mensaje sobre la crisis venezolana y se ganó con justicia la Doble Gaviota. Sospecho que lo tendremos de vuelta en dos o tres años más con un show más completo.