Hay extraños sucesos que marcan para siempre la filmación de algunas películas de terror, y que, por lo mismo, han sido catalogadas como ‘malditas’. Ahí se inscriben, entre otras, “El Exorcista”, “Poltergeist» o “El Cuervo”, todas rodeadas por tragedias y coincidencias difíciles de explicar, tantas, como las que acompañan a “La Profecía”, que este mes cumple 45 años desde su estreno.
Protagonizada por los míticos actores Gregory Peck y Lee Remick, desde el casting la cinta traía su carga dramática. Un poco antes de comenzar el rodaje, el hijo del Peck se suicidó y tras el suceso, y luego de que papel fuera rechazado por Charlton Heston y Willam Holden, el agente del intérprete lo convenció para que aceptara el papel como una forma de sacarlo de su casa (el actor ya estaba casi retirado) y distraerlo en medio de su dolor. Logrado el objetivo, el actor se subió a un avión para trasladarse a Inglaterra, cuando éste fue alcanzado por un rayo. Controlado el incidente, la nave aterrizó sin problemas. Días más tarde, un suceso similar afectó al guionista, David Seltzer. Sin embargo, la tragedia real ocurrió antes de estos viajes, en otro avión en el que debió viajar Peck, pero que el artista no abordó. El aparato chocó contra una bandada de pájaros al despegar y en su intento de aterrizaje forzoso, se dirigió a una carretera donde finalmente colisionó con una camioneta en la que iban la mujer y los hijos del piloto, quienes minutos antes habían ido a dejarlo al aeropuerto. La terrible coincidencia dejó seis personas fallecidas.
Pero no todo quedó ahí. En Londres, Mace Neufeld, el productor de la película, ya instalado con su mujer en un hotel situado en Picadilly, iban saliendo del lugar cuando escucharon una gran explosión: una bomba, colocada por los integrantes del IRA, había estallado en el mismo restorán que la pareja había elegido para almorzar ese noviembre de 1975.
Tras ello, Richard Donner,el director de la cinta, ya no se rió tan de buena gana, tal como lo hizo el día en que le dijeron que tal vez ‘Satán no quiere que tu película se haga’, una de las varias advertencias recibidas sobre el rodaje de la historia sobre el diplomático Robert Thorn (Peck) y su esposa Kathy (Remick) sobre la crianza del niño, que a escondidas de su mujer y convencido por un cura, Thorn reemplazó por el suyo cuando éste nació muerto. A medida que el menor crece, comienzan a morir personas cercanas y ocurrir sucesos cada vez más oscuros y llenos de maldad.
Sin reconocer abiertamente la mano del ‘diablo’, pero igualmente preocupado por la situación, Donner incluyó dentro del equipo a un consejero religioso que instaló en el mismo plató. Aun así, siguieron sucediendo eventos extraños, incluso peligrosos y relacionados con animales. Uno fue el que vivió Lee Remick, cuando grabó una escena en el Windsor Safari Park (una suerte de zoológico con animales en libertad), acompañada de Damien, su hijo en la película, protagonizado por Harvey Stephens. Mientras rodaba una secuencia dentro de un auto que hacía el recorrido por el lugar, de pronto éste se paró en medio de una estampida de monos babuinos alterados que atacaron el vehículo. Los gestos de pánico de la actriz que se ven en la película son reales, aterrada por el comportamiento feroz de los primates. Posteriormente, la producción se enteró que uno de los leones del lugar había devorado a uno de sus cuidadores tras dejar, en un descuido, una reja abierta. A ello se agregó el momento cuando, en otra escena, Peck escapa de unos rottweilers mientras visita un cementerio, y si bien ésta fue realizada por un doble, el profesional se preocupó cuando los canes no obedecieron las instrucciones del entrenador para que se detuvieran.
Quizás, la historia más espeluznante la vivió John Richardson, encargado de elaborar, en ese entonces, un engranaje especial para filmar una escena en la que un vidrio cercena la cabeza a uno de los personajes de la cinta. Por su conocimiento en estas complejidades técnicas, después fue contratado para otra producción y, estando en ello y mientras conducía su automóvil acompañado de su novia, sufrió un horrible accidente en el que murió esta última de la misma forma que el personaje de “La Profecía”: decapitada. Richardson sobrevivió y según su relato, al incorporarse vio un cartel que decía 66.6 km, el famoso número del diablo.
Si bien algunos especulan que estas historias fueron simples coincidencias, exageraciones y oportunidades para aumentar la promoción de la película, aún así, para muchos de los que participaron en aquella filmación, estos eventos no fueron nada de casuales. ¿Habrá sido la mano del anticristo?