Lo tenemos por delante, convertido en producto superestrella del cine hiperindustrial. Watchmen está por ser relanzado al público para amplificar su estatus de culto para las masas y todos volverán a dirigir los ojos hacia su prestigioso autor, Alan Moore. Pues bien, esta nota NO se refiere a Alan Moore, sino al hombre que dio imagen y cuerpo a su relato, el padre visual de Los Vigilantes, el ilustrador Dave Gibbons.
Es curioso como funciona. La vida de Dave Gibbons está llena de irónicos azares y reveses imprevistos. A fines de los 70, tras consolidar su trazo en la prestigiosa editorial inglesa Fleetwat (2000AD, Judge Dredd), el ilustrador se animó a cruzar el charco para presentar una muestra de su trabajo a DC Comics. En aquel entonces Michael E. Uslan (quien se convertiría con los años en productor ejecutivo de los filmes de Batman de Burton a Nolan), lo llamó a su escritorio extendiéndole su portfolio de vuelta con un lapidario «No, gracias.» Tiempo después entraba por la puerta ancha junto con una oleada de creativos y artistas británicos, haciéndose cargo de Green Lantern junto a Len Wein; y transcurridos unos de años se convertía en ilustrador de la pieza capital en toda la historia del cómic norteamericano: Watchmen.
En una entrevista concedida a Comics Scene Magazine hacia los 10 años del hito, es probable que ni siquiera el mismo Gibbons haya tenido aún la distancia necesaria para determinar cuánto le quedaba por crecer al fenómeno, que ahora está por invadirlo literalmente todo, pero sí fue consciente de su impacto en la transformación del medio. «Obviamente Watchmen es un hito. Pocas veces trabajas en algo que sale perfecto y que luego es recibido tan bien comercialmente. Creo que Alan (Moore) y yo hicimos algo realmente importante… (Pero) antes leías historias porque el héroe te gustaba y lo admirabas, porque sentías una respuesta emocional. Hoy en día los personajes solo flexionan sus músculos y no son agradables. Estos tipos duros, cínicos, como The Punisher o Wolverine no me dicen nada» dijo en la ocasión, haciendo una suerte de mea culpa por haber ensombrecido la imagen monolítica del superhéroe como la habíamos conocido desde su origen. En efecto, junto con Moore intentaron, a comienzos de los años 90, resarcirse de tanta oscuridad y uva amarga haciendo una especie de homenaje a las glorias de la Edad de Plata en la serie 1963 para Image Comics, expresando la nostalgia de una época esplendorosa donde los buenos y malos eran plenamente reconocibles y que, claro, fue un estruendoso fracaso. La sensibilidad de los consumidores de historietas había cambiado y él era uno de los grandes responsables.
1973. Gibbons cruza la calle camino de su trabajo y se asoma por las oficinas de Fleetway en Londres; está por dejar su trabajo como topógrafo para marcar el comienzo de una exitosa carrera en el mundo del cómic. Tiempo antes, el pequeño Dave de 12 años, ve como sus estrictos maestros de escuela cogen un alto de historietas de superhéroes para arrojar a la caldera esa «perniciosa porquería americana» (Otra curiosidad si se tiene en cuenta que, en efecto, fueron los británicos los que inventaron la caricatura satírica que precedió a la narrativa gráfica secuencial). En 2009, en cambio, su obra cumbre no sólo está siendo reimpresa en múltiples idiomas y en los formatos más diversos, sino que es analizada concienzudamente por estudiosos de las artes, sociólogos de la era del Mass Media y reconocida como hito de la cultura de fines de siglo XX. Así pues, Watchmen se ha convertido en algo más grande que sus propios autores, más grande de lo que su propia editorial es capaz de controlar, y por ello extenderse aún más sobre todo lo dicho a su respecto es como darse cabezazos contra un muro. Aquí y ahora, creo que lo justo es rescatar para la memoria un pequeño gran relato de la dupla, a poco desconocido por el gran público aún cuando versa sobre el más icónico personaje del panteón superheroico comiquero universal. Sí, Superman.
El hombre que lo tenía todo (*) (1985), una historia de un episodio –es decir, un one shot– nominado al Premio Kirby 1986 y que en mi personal opinión es, muy probablemente, la mejor historia del Hombre de Acero publicada a lo largo de décadas de historia. Wonder Woman, Batman y Robin llegan a saludar al kryptoniano el día de su cumpleaños terrestre, sin embargo, le encuentran sumido en una especie de coma producido por la Clemencia Negra, un parásito alienígeno de repugnante aspecto vegetal enraizado en su pecho. Pronto descubren que se trata de un cruel plan urdido por el tirano interestelar Mongul, y mientras combaten con toda su fuerza al villano tratando paralelamente de liberar al héroe, éste se encuentra soñando una realidad alternativa donde su planeta natal no sólo no ha sido destruído, sino que vive una existencia plena y gloriosa junto a su familia. Un remoto acceso de conciencia y la ayuda del dúo dinámico permiten a Superman escapar de su ilusoria prisión, no sin renunciar a su más grande deseo. El epílogo muestra al equipo de bonachones paladines sacudiéndose el polvo de la aventura, alegres y solidarios, mientras el enemigo es capturado y arrojado al espacio, prisionero de su propio delirio de oscuridad y destrucción.
Hoy en día, cuando las fronteras del bien y el mal son confusas y equívocas, cuando es regla que los justicieros se fortalezcan sobre acciones éticamente cuestionables, cuando la conciencia del poder y el orden se han vuelto tan peligrosos como la maldad que dicen combatir, tenemos entre nosotros al hombre deseó aquellos mundos donde superhéroes son posibles, aquellos hechos a la medida de la ilusión, luminosos, de virtudes y valores excelsos. Nunca logrado conciliar del todo sus intereses con la maquinaria comercial de hacer comic-books y ha diversificado su trabajo hacia el diseño de personajes y escenarios de videojuegos e incluso carátulas de CD para grupos musicales. Gibbons es un tipo con los pies bien pegados a tierra, pero sin lugar a dudas sigue alimentando sus ensoñaciones.
Porque ser un artista creativo y leyenda viviente de la ilustración lo permite. En muchos aspectos, Dave Gibbons es como ese hombre que lo tenía todo.
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(*) «El hombre que lo tenía todo» de Moore/Gibbons y otras historias se encuentran publicadas en español en Superman de Siegel y Shuster, correspondiente al Nº12 de la colección Biblioteca Clarín de la historieta. Buenos Aires, Argentina, 2004 bajo licencia DC Comics (Precio de referencia $4.000 en librerías y kioscos.)