Sebastián Dávalos se desató. Luego de finalizado el calvario al que fue sometido por el caso Caval, y del cual hasta ahora ha salido libre de polvo y paja, anunció su intención de llevar a los tribunales a todos los que hablaron mal de él en todo este tiempo. Y uno de los primeros en la lista es Canal 13 (paradójicamente, el canal de Andrónico Luksic, dueño también del banco que entregó el préstamo que inició todo), por las recordadas rutinas de Yerko Puchento en “Vértigo”. Los dardos apuntan directamente a los dos hombres detrás de Yerko, el actor Daniel Alcaíno y el libretista Jorge López.
Siendo honestos, la rabia de Dávalos está más que justificada. Terminó injustamente transformado en el niño símbolo de la corrupción y el tráfico de influencias por un caso del que lo terminaron sobreseyendo, y donde en el peor de los casos pecó de imprudencia e ingenuidad. Su error fue haber prestado su imagen para que su esposa Natalia Compagnon pidiera un préstamo cuantioso en un banco importante. Dávalos no era un cualquiera, era el hijo de la entonces Presidenta electa de la República. Sin tamaño aval, Luksic ni se habría molestado en considerar la idea de prestarle 360 millones de pesos a una empresa como Caval que no tenía donde caerse muerta en ese momento. Además, la mayor parte de los involucrados en el caso eran gente relacionada con la UDI. Como nunca, la ambición rompió el saco. No solamente fracasó el negocio y quedaron condicionados para cualquier otro, sino que además le propinaron un golpe temprano y devastador al segundo gobierno de Michelle Bachelet, el cual fue gestionado mediáticamente de manera desastrosa, y del que nunca se pudieron recuperar. A Dávalos le pasó algo similar a Rafael Garay: quedó en el imaginario colectivo como la encarnación máxima de las “malas prácticas”, siendo que en Chile hay casos mucho más representativos, con montos mucho más cuantiosos implicados, con un tráfico de influencias mucho más descarado, y que además han causado un daño social mucho mayor.
Si a esto se suma que Yerko Puchento lo transformó en el hazmerreír de Chile al bautizarlo como “Epidemia con Aros”, y construyó una temporada completa de rutinas de “Vértigo” en torno suyo, resulta más que entendible el enojo. ¿Quién no querría reivindicar su buen nombre?
Sin perjuicio de lo anterior, creo que la rabia le está haciendo pasarse de revoluciones. Está pidiendo una indemnización de más de tres mil millones de pesos por “lucro cesante”, es decir, acusando que las parodias de Yerko lo desprestigiaron tanto que fueron la causa de que nadie más quisiera negociar con él. What the fuck? O sea, si Yerko Puchento no hubiera mencionado nunca a Dávalos en sus rutinas, ¿habría podido hacer negocios lucrativos a pesar del Caso Caval? Dudoso, por decir lo menos. ¿Acaso los inversores ven Vértigo para decidir a quién prestarle plata? ¿Pesó más lo de “Epidemia con Aros” que la imprudencia mostrada por Dávalos, que ya de por sí es un argumento de peso para no asociarse comercialmente con él? Dávalos necesita asesoría urgente, y no solamente jurídica, sino que además de imagen, de manejo de relaciones públicas y hasta psicológica (¿dónde está Imaginacción cuando se le necesita?). Sus actuaciones en esta pasada lo hacen ver como soberbio, vengativo y adicto al dinero.
Ahora, ¿qué pasaría si los tribunales le dan la razón? Un hipotético triunfo de Dávalos en este juicio sentaría un precedente muy complicado y peligroso para la democracia. Tal como dijo acertadamente Javier Urrutia, Dávalos en su condición de hijo de la presidenta y «Primer Damo» era un personaje público, y como tal está sometido al escrutinio y a la crítica pública, incluyendo la sátira de «bufón de la corte» de Yerko Puchento. La sátira es necesaria e indispensable en una sociedad democrática, y en determinadas circunstancias, cuando las instituciones no funcionan, es lo único que puede mantener a raya a los poderosos. Quizás Dávalos tenga motivos legítimos para reclamar por lo que le dijeron, pero el precedente que generaría un eventual triunfo suyo podría ser usado por otros para acallar críticas legítimas y necesarias, y eso es lo peligroso del asunto. ¿Qué hacer cuando el derecho a la honra y la libertad de expresión entran en conflicto flagrante, como parecer ser este caso?
Desde el punto de vista mediático, creo que esta situación es paradójicamente lo mejor que le puede pasar al personaje de Daniel Alcaíno. Tal como la exagerada reacción de Cecilia Pérez en el episodio de la “Monga”, esto le entrega un gran tanque de oxígeno a un personaje que en este último año se vio desgastado; sin la convocatoria de rating de años anteriores; incapaz de leer, interpretar y adaptarse al cambio de época; y preso de incoherencias, como sus discursos pro-feministas poco después de boludear a Luli y Daniela Chávez. Dávalos le puede dar el pretexto perfecto a Alcaíno y López para revivir al personaje y sacarlo del retiro anunciado al final de la temporada de “Vértigo” de este año. Es más, no me extrañaría para nada que Dávalos termine catapultando a Yerko al último gran escenario que le falta por pisar: el Festival de Viña (en especial ahora que está en manos de Canal 13), el mismo en donde “El Malo”, el personaje irreverente de Daniel Muñoz, hizo su recordada despedida mediática el año 2000.