En el podcast “Impacto en el Rostro” de Spotify, la guionista de “Purasangre”, “Soltera Otra Vez” y “Amanda”, entre otras producciones, realizó un análisis sobre la normalización de actos impropios hacia las mujeres en ficción.
Además, Daniela Lillo contó una cruda vivencia que tuvo a los dieciséis años en tiempos de dictadura, la cual usó como fuente de inspiración para el personaje principal de “Amanda”.
En “Purasangre”, teleserie del 2002, el personaje de Luis Gnecco se enamoraba del rol de Paola Giannini, una escolar que partía en la teleserie con 17 años. ¿En algún momento te hizo ruido esta historia?
Todas y todos naturalizábamos una cantidad de cosas que, hoy día, son súper cuestionables e impensadas. Yo tengo una hija de veinte años y ella cree que ciertas canciones o películas que uno consideraba románticas, son vehículos de manipulación. Hemos transitado a una conciencia mucho más plena en relación al patriarcado, básicamente. Que una mujer mayor se interese en un hombre más joven siempre ha sido cuestionado. Sin embargo, en ese momento con Gnecco y Giannini, sólo se veía como amor romántico. En ese minuto no recuerdo que nosotros, como guionistas, hubiésemos cuestionado esa historia o que la gente se lo cuestionara a partir de lo que tú estás planteando. Estaba dentro de lo que a nosotros nos parecía normal. En “Soltera Otra Vez”, el personaje que interpretaba Daniel Alcaíno estaba obsesionado con la protagonista, se instalaba a vivir debajo de su edificio, y la seguía. Y las amigas, en algún minuto, le dicen a Cristina “¡tú eres un imán para atraer los pasteles!”. Pero ese personaje no era un pastel, ¡era un acosador! ¡Y estaba en plan de comedia! Entonces, a pesar de toda la conciencia feminista que yo he tenido, y que siento que he tenido una cierta coherencia en mi vida, ha habido un montón de cosas que he escrito y que han estado en la delgada línea roja. Hoy día, yo haría que las amigas le dijeran altoque, “hueona, llama a los pacos”.
¿Cómo sientes que ha envejecido “Soltera Otra Vez”?
El hecho que Cristina Moreno estuviera pendiente de completar su alma con otro es lo que hoy en día uno cuestiona. Esa necesidad urgente de estar en pareja es lo que, a mi gusto, la hace un poco ñoña. Pero es una teleserie y las anécdotas que giran en torno a esa necesidad de estar en pareja son las que le dan la comedia y el movimiento, entonces creo que lo que se ganó con “Soltera Otra Vez” es mucho más de lo que hoy en día podríamos cuestionar. Se ganó una visualidad distinta que está planteada en el guion. Es la primera teleserie en la que aparece la visualidad de los mensajes de WhatsApp, los “checklists” que se hacía Cristina, que más bien venían de las comedias románticas gringas, las conversaciones y el planteamiento de estas teorías que los personajes tenían con la cámara. Y después de los créditos, aparecía otra escena que podría estar descolgada de otra situación de lo que habíamos contado en el capítulo. Eso es algo que venía en el guion y no era una ocurrencia de Herval Abreu.
¿Y alguna ganancia de la teleserie en cuanto a contenido?
Creamos a la protagonista más promiscua de las historias de las teleseries chilenas (ríe). Ahí tuvimos una ganancia, porque en las demás teleseries, tú sabes desde el capítulo uno cuál va a ser la gran historia de amor. A lo más, el o la protagonista tendrá una caída con otro. De hecho, Paz Bascuñán nos fue a decir que la estábamos echando mucho al trajín (ríe). La Cristina se fue de gozadera, lo pasó bien tratando de olvidar al famoso Mono, se descubrió a sí misma, pero hay que decir que éste era un personaje cojo. Si bien hoy en día hay un montón de cosas que pueden sonar incorrectas, las historias avanzan en la medida que los personajes se van encontrando, van cambiando y encontrando dificultades porque, básicamente, son imperfectos. Esta historia de una mujer resuelta, que termina una relación, se arma sola y encuentra la felicidad es una película. Pero teníamos que contar esto en noventa capítulos, entonces obvio que le costó mucho despercudirse de este tipo de relaciones de dependencia que tenía con el Monito, que hoy en día uno encuentra que está al borde de lo patético. Pero también hay que pensar que es una teleserie también y no hay que ponerse tontos graves con respecto a esto.
En Twitter hay grupos que han cuestionado la repetición de la teleserie…
En Twitter ha habido varios comentarios al respecto, pero creo que, en ese mundo pequeño que es finalmente esa red social, ha jugado más en contra que Paz Bascuñán le haya prestado ropa a Nicolás López y todo el proceso que vivió Herval Abreu, más que la historia en sí.
Actualmente, la repetición de “Amanda” lidera la sintonía por las tardes, una historia que habla sobre el abuso sexual que sufrió una mujer. ¿Cómo recuerdas el proceso creativo para escribir desde veredas tan oscuras?
Esto es muy personal, pero hubo algo que yo no comenté en el equipo de guionistas porque podría haber intervenido toda la creación artística y seguramente habríamos perdido libertad para poder contarla. Yo fui abusada en dictadura y perdí mi virginidad de esa forma. Tenía dieciséis años y me costó treinta años poder hablar de esto y es la primera vez que lo digo a un medio. Para la teleserie, el guionista jefe Luis Ponce, hizo un casting y yo le mandé unas escenas, conversamos y después me citó para comunicarme que me quería en su equipo. Yo sabía de qué se trataba la historia, podría haber usado mi experiencia para decir en algún momento “oye, tú no tienes idea de eso porque yo sí sé” y no lo dije nunca porque eso habría teñido todo el trabajo. Todos habrían estado “pisando sobre huevos” porque no habrían estado seguros de escribir algo que yo viví, porque el trabajo creativo es de juntarnos, de escribir en la pizarra, compartir los almuerzos. Entonces te ves mucho con tus compañeros, estás muy expuesto y siempre usamos como ejemplo lo que ha pasado en nuestras vidas. La vida está siempre muy al servicio de las historias.
¿Fue muy duro escribirle a Amanda?
Recuerdo que, en algunos momentos, estaba encerrada en mi escritorio escribiendo con el corazón en la mano, cuando Amanda recordaba sus momentos dramáticos. Pero, finalmente, esta teleserie me permitió revisitar ese dolor en mi vida y sanar a través de la escritura.