Está claro: lo más destacable de este nuevo superlunes de «guerra de teleseries» (qué pasado de moda suena el concepto) es el virtual empate entre Papi Ricky, Corazón de María y Casado con Hijos 3. Es primera vez que los tres canales más grandes de Chile se reparten tan salomónicamente el rating del horario más competitivo de nuestra televisión: las ocho de la noche. Y lo hacen con tres productos de ficción bien planificados, usando fórmulas efectivas y -detalle no menor- bastante bajo presupuesto. Cualquiera de las tres ficciones puede imponerse con el correr de los capítulos: el nivel de guión es parejo y ya sabemos que lo que se valora es eso.
Corazón De María: Mas Debla Que Conchalevale
No hay caso. No me explico por qué el Sernac aún no recibe demandas masivas en contra de TVN por publicidad engañosa. Ya es tercera vez que nos la hacen. El spot de Cómplices prometía un thriller en vez de la desabridona comedia noventera que fue, Floribella parecía más dark y adulta que lo infantil y chillona que resultó, y ahora nos vendieron un dramón venezolano que nos ocultó el 49% de la historia: el mundo de la «feria modelo», que estética y narrativamente recuerda a viejas glorias del primer semestre como El Circo de las Montini y Romané. Al ver CdM es inevitable no remitirse a esta última: Francisco Reyes de cura, una pareja central que deberá luchar contra sus diferentes mundos, Amparo Noguera vestida casi igual, Alfredo Castro con la misma peluca y un mundo colorinche de personajes secundarios de la mano de excelentes actores, el capital humano más importante de TVN. Curiosamente, ambos guiones son responsabilidad de Alejandro Cabrera, en las únicas dos temporadas desde 1995 en que Víctor Carrasco no ha estado a cargo del primer semestre.
Se echa de menos el gran despliegue técnico de los primeros capítulos de la era dorada de Sabatini. El inicio de la novela tuvo mucho interior, un manejo de cámara pobre y la falta de producción hizo que la escena del accidente en que María pierde la vida perdiera potencia. CdM se percibe hecha con el cinturón apretado, como confiando en que el retorno del melodrama cautive por sí solo. Es de esperar que logren sostener durante seis meses un triángulo amoroso central que, pese a la anécdota del corazón y el recuerdo de María -que debió haberse muerto al menos a la mitad del capítulo, porque uno se quedó con las ganas de saber cómo era-, se vislumbra débil. Mucho más sólido, sustentable y novedoso promete ser el conflicto entre Mateo y Dalila: Amparo Noguera con su excelente actuación -esa caminada ya se ganó un lugar en los detalles memorables de la historia de la teleserie chilena- logró hacer olvidar la ausencia de Claudia Di Girolamo. Destacan también la ya-casi-consagrada Francisca Lewin, que con cada movimiento y mirada transmite la fragilidad de su personaje, la capacidad de conmover de Néstor Cantillana (le basta eso para demostrar que no se necesita ser ario ni musculoso; ojo que podemos estar ante el nacimiento de un nuevo concepto de galán a nivel internacional), la sensualidad perturbadora de Paz Bascuñán -la única flaite ABC1 de Chile- y el siempre soberbio Mauricio Pesutic mezclando al Chingao con Pinochet (!).
Papi Ricky: Es Simple Ser Pap
Estaba urgido el 13. Se notó. Y no es para menos: después de los problemas de desarrollo de Descarado y del desastre de Charly Tango, había que hacer un buen papel sí o sí. Y se preocuparon de todo: desde un título que a la primera impresión olía a suicidio pero que se convirtió en una institución nacional antes del estreno, hasta armar un primer capítulo de narrativa clara, con guión taquicárdico y -quizás el gran mérito después de tantos yerros- entretenido dentro de su simpleza.
Se aprendió la lección: no se puede hacer una historia de vanguardia si no existe la capacidad de sostenerla durante 120 capítulos ni una puesta en escena a la altura -no se pueden hacer series HBO con diez lucas-. Y tampoco una comedia burda porque el público no es tan ingenuo como el de hace 10 años y parejas que se conocen en el estacionamiento del mall y pum se enamoran no las compra ni mi abuela.
Papi Ricky a ratos parece una sitcom (¿efecto CCH?), sobre todo por lo básico de las escenografías (fieles a lo que son las casas de los nuevos suburbios santiaguinos) y porque casi todo transcurre en un micromundo cerrado como un condominio, lo que puede tornarse agobiante en los próximos capítulos.
La pequeña Belén Soto sería una revelación de no ser por los problemas de modulación que evidenció: en dos o tres escenas simplemente no se le entendió nada. Si logra superar eso con el pasar de los capítulos, será el gran descubrimiento infantil de la historia de la teleserie chilena. Jorge Zabaleta, intuitivo como sólo los actores sin academia pueden llegar a ser, logra lo imposible: que las chicas lo quieran de padre para sus hijos y que uno quiera convertirse en un papá como él. Se echa de menos la emotividad del soberbio spot, pero es entendible que es un recurso agotable y se debe usar de forma dosificada.
Susana Vieira, protagonista de la aplaudida teleserie brasileña Señora del Destino, lo dijo en una entrevista: «en mi país siempre los protagonistas somos maduros, porque somos los únicos que le damos peso a algo tan largo como una teleserie». Eso es lo que le falta a Papi Ricky. Personajes aburridos hicieron deslucir a grandes actores como Luis Gnecco y Ximena Rivas -aunque a partir de mañana prometen ponerse más interesantes con el tema de la cesantía-, mientras que Silvia Santelices y Jorge Yáñez recuerdan el estilo de actuación de la teleserie clásica dialogando al filo de la declamación, lo que puede resultar exagerado y muy molesto a la larga. Aunque el rol de ella promete quedar para el recuerdo: una abuela mala que vive en una casa oscura (que no quedó claro si está dentro o fuera del condominio, ¿cómo hay una casa tan antigua entre puras casas modernas e iguales entre sí?) parece sacado de los Hermanos Grimm. La idea de la agorafobia era estupenda para potenciar el tono del personaje.
Si en Chile hubiera industria desarrollada teleseries de tono menor como Papi Ricky irían en horarios bajos, a las seis o siete de la tarde, nunca en el estelar. Es humilde -no podía ser de otra forma tras tanto traspié-, familiar y con ese tufillo a moralina que no puede faltar en una teleserie del 13, aunque se hable de divorcio, paternidad adolescente y madres desnaturalizadas: simplemente ya es parte del paquete.
Tiempos De Posguerra
Si Casado con Hijos y/o Papi Ricky toman la delantera es de esperar que no aparezcan esas dictaminosas voces de actores resentidos y ejecutivos despistados diciendo «es que la gente quiere cosas livianas, no quiere dramas». Si Corazón de María logra imponerse, seguro dirán «es que la gente quiere dramas, no cosas livianas». No nos vengan con pomadas: la gente quiere cosas bien hechas, escritas y actuadas. Punto. Eso explica el ya sostenido éxito de Casado con Hijos, la mejor sitcom que se ha hecho en la historia de Chile pese a ser adaptación -tema que da para un artículo aparte-, y que merece pelear de igual a igual con dos teleseries formulaicas y hechas con reloj, calculadora y compás en mano, lo que no necesariamente es malo, pero sí compromete su trascendencia en el tiempo. Papi Ricky debe demostrar que puede mantener su agilidad y frescura en las próximas semanas, lo que debería ocurrir con la aparición del personaje de María Elena Swett. Mientras que la fortaleza de Corazón de María está en su capacidad dramática y actoral para conectar con cierto público ya cansado de las comedias, que a juzgar por los 30 puntos de peak de ayer, no es tan escaso como el ejecutivo inmediatista promedio cree. Para el público tener tres opciones así es el mejor escenario: una teleserie light y dinámica, una sitcom desatada y un melodrama conmovedor y potente (dos, si contamos la notable Vivir con 10, por estos días injustamente relegada a un cuarto plano). Como se escribió en la prensa, se acabó la era de los 40 puntos de rating. Por fin. Es probable que esta temporada no estemos sometidos a la dictadura de la teleserie-ganadora, de la que ve y habla todo el mundo, sino que los tres canales tendrán su pedazo de mercado y ninguno saldrá trasquilado como pasó el 2006, porque han sabido apuntar a públicos distintos para asegurarse su cuota de sintonía. Segmentación. Hace rato que ésa es la tendencia mundial. Ya era hora de que nuestra tele abierta se subiera al tren.