El periodista comenzó la edición de este domingo de «Pauta Libre» para referirse a la muerte de Francisco Martínez, quien la tarde del viernes fue baleado por un funcionario policial en la localidad de Panguipulli.
José Antonio Neme hizo un extenso análisis del caso del malabarista asesinado por Carabineros durante la editorial del programa político de La Red. En él, comenzó diciendo que «Francisco Andrés Martínez Romero y sus malabares para sobrevivir que paradójicamente lo convirtieron en el blanco de un crimen».
«Por el otro lado del gatillo, el sargento segundo que lo asesinó y cuyo nombre no podemos pronunciar por orden de la justicia. Sin embargo, desde esta editorial, lo que sí podemos hacer y nadie nos puede impedir aquello, es reflexionar sobre lo que está política y socialmente enquistado detrás del homicidio de este artista callejero de Panguipulli», indicó.
Para partir, mencionó que este hecho dejó en claro que tenemos «un cuerpo de Carabineros que, desde una óptica institucional, ya no da para más. La imagen de Panguipulli representa una descomposición moral absoluta. Esto va más allá de la torpeza, de la falta de preparación o del descontrol. Toca el núcleo mismo de la función policial y hacer creer que el monopolio de la fuerza legítima en Carabineros es un sinsentido o, lo que es peor, un peligro».
A renglón seguido, apuntó al mundo político, quienes «aparece siempre simplón y superficial; o celebra o condena. Aparecen los odios viscerales de la ultraizquierda o las felicitaciones por lo que denuncian fue legítima defensa desde la ultraderecha. Ninguno de ellos es capaz de detenerse en que precisamente esta dicotomía lo escandaloso. Cuando las fuerzas policiales se han convertido en demonios o héroes en un mismo país. Estamos frente a un problema mayúsculo».
«Francisco está muerto, Francisco fue asesinado por un funcionario de la policía que percutó, al menos, cinco tiros. Y uno contra su tórax con salida de proyectil. Todo ocurre en nuestro país, donde los sables del arte son visto como armas, mientras las armas del terrorismo son bautizadas como utensilios. Aquí, donde 800 funcionarios de la PDI buscan marihuana en una comunidad índigena y salen con uno de sus compañeros muertos, mientras un control de identidad tiene como castigo un disparo con salida de proyectil por la espalda, en plena vía pública, para un malabarista que, desde hace años, ofrecía su oficio en la esquina de siempre», sostuvo.
Al terminar, afirmó que «ese es el Chile donde chilenos matan chilenos. Donde los malabaristas son criminales y los criminales tienen poder para alterar nuestro orden e impedir los cambios que tanto queremos en virus de la justicia y la decencia. Dos conceptos que, por lo menos para mí, deberían jamás ser juego de malabar».