El pasado domingo 21 de Mayo debutó en Chilevisión “Chile Secreto”, la extensión televisiva de la exitosa saga literaria “Historia Secreta de Chile” de Jorge Baradit. Y en su primer capítulo logró un tremendo éxito, ganando con 9.5 puntos de rating en su horario al resumen de la teleserie de Mega “Tranquilo Papá”. En concomitancia con la fecha, el capítulo versó sobre la historia de Arturo Prat, en el cual se mostraron aspectos alternativos de la vida del prócer, como su ejercicio como abogado, su labor como docente los fines de semana en escuelas populares, su afición por el espiritismo, su pensamiento progresista y el supuesto desdén con el que lo miraban sus compañeros de armas. El segundo capítulo trató acerca de la historia del prócer de la independencia Manuel Rodríguez.
“Chile Secreto”, junto con “Lugares que Hablan”, terminaron por destruir el mito de que “la cultura no es rentable en rating” Quedó en evidencia que el problema no son los contenidos culturales en sí, sino que la forma en que son expuestos en pantalla. Los programas de Baradit y Pancho Saavedra demuestran que si se muestran los contenidos culturales de manera atractiva e interesante, son perfectamente capaces de competir en igualdad de condiciones con la entretención químicamente pura. Hay mucha gente que cree que la TV cultural tiene que ser enciclopédica, como una extensión de las cátedras. Basta ver los canales culturales del cable para darse cuenta que ese paradigma está más que obsoleto, incluso en las aulas universitarias.
Jorge Baradit no será historiador, pero claramente es un gran contador de historias, quizás uno de los mejores en Chile en estos momentos. Ya lo había demostrado en sus apariciones en «Mentiras Verdaderas» y los matinales de TVN y Chilevisión. Aplica toda su expertise como escritor de ciencia ficción para desentrañar los misterios de nuestra historia, y la cuenta de tal manera que hace ver al Combate Naval de Iquique tan apasionante como una batalla de naves de Star Wars o la intriga para asesinar a Manuel Rodríguez como una escena de “El Padrino”. Baradit logró trasladar, al menos en gran parte, esa amenidad al formato documental. Además, todo esto se ve potenciado por un trabajo audiovisual de gran nivel, perfecto para Nat Geo, History o Discovery Civilization.
Como era de esperarse, Baradit generó controversia, a pesar de que Arturo Prat salió para muchos muy bien parado de su descripción. Los críticos del escritor nacido en Valparaíso son de dos tipos: El primer grupo está compuesto por los “talibanes de la verdad histórica”, aquellos que consideran que la versión “oficial” de Prat es una “verdad intocable” casi al nivel de los versículos de la Biblia para los cristianos o del Corán para los musulmanes, y cualquier cuestionamiento a ella es poco menos que “traición a la patria”. Gente conservadora, de mente cerrada e incapaz de considerar visiones alternativas. Se han hecho notar en sendas cartas al Director de “El Mercurio”, como la de Jaime Martínez Williams, que finaliza diciendo “Históricamente, la serie de Baradit, como sus libros, es liviana, equívoca y despreciable, pero, por desgracia, el masivo éxito editorial de su autor justifica una real preocupación por su funesta influencia en las nuevas generaciones y la esperanza de que auténticos historiadores intervengan para restablecer la verdad” Reaccionan como el Pastor Soto ante alguien que cuestiona la validez de la Biblia. Lo que ha quedado claro en todo esto es que “eso” a lo que se le llama “verdad histórica” no existe, sino que existen muchas versiones que se pueden cotejar y contrarrestar. Lo que se nos ha enseñado en el colegio es solamente la versión “oficial”, basada en el trabajo de historiadores más derechistas que el Rey Atila como Francisco Antonio Encina.
El segundo grupo de críticos de Baradit lo componen ciertos historiadores, los mismos que le dieron como caja por sus libros, que no aceptan que un “intruso” que no pasó por los mismos estudios que ellos se dedique a hablar de “sus” temas y obtenga la relevancia pública que supuestamente les corresponde por ser los “especialistas”. Es gente que sabe mucho de historia y que ha investigado mucho, pero que no ha demostrado capacidad para contarla fuera del ámbito académico, es decir, salen de las aulas y no calientan a nadie, serían incapaces de vender una Coca-Cola en el desierto. Le hacen a Baradit exigencias propias del quehacer investigativo, pero que no caben en el carácter divulgativo de sus libros. Por otra parte, Baradit entrega una amplia reseña bibliografía al final de su segunda entrega, y en “Chile Secreto” les da amplio espacio a historiadores, desde el Premio Nacional Gabriel Salazar hasta historiadores e investigadores regionales. No recuerdo ningún momento en el cual los historiadores hayan tenido tanto acceso a medios, y eso se lo tienen que agradecer a Baradit.
Baradit y su equipo lograron traspasar a la pantalla el clamoroso éxito editorial de la saga literaria, y de paso están haciendo un invaluable aporte a la TV y la cultura, atrayendo a gente que había dejado de ver la TV abierta por el cable, You Tube y Netflix, y poniendo en discusión temas antes tabú, como la verdad acerca de nuestros héroes patrios y de episodios de nuestra historia. Esto constituye un alentador signo de evolución de parte de la sociedad chilena.