Conversamos con el escritor y guionista José Ignacio Valenzuela, asiduo comentarista en redes sociales a favor de la causa LGTBIQ, quien nos dio su parecer respecto a la reciente aprobación de la adopción homoparental en la Cámara Baja. Además, nos cuenta cómo ha sido su experiencia junto a su marido, Anthony Ortega, como padres de una bebé recién nacida.
¿Qué opinas de la reciente aprobación en la Cámara de Diputados del proyecto de adopción homoparental? ¿Crees que va a correr la misma suerte en el Senado?
La celebro, claro que sí, pero con contenida alegría. La razón es que la historia siempre nos ha demostrado que en la puerta del horno se quema el pan. Y no sólo eso: muchas de las leyes en Chile tienen una letra chica que de alguna manera termina inhabilitando dicha ley, o minimizando al máximo el impacto que podría tener en la sociedad. Es cierto que estamos mejor que ayer, y eso es un tremendo triunfo, pero no quiero celebrar antes de tiempo, porque conozco la fuerza y el lobby que tienen grupos conservadores en mi país, y que pueden frustrar su avance en el Senado.
De ser aprobado en la Cámara Alta, la adopción homoparental sería oficial antes que el matrimonio igualitario, aún tramitándose, ¿qué te parece esto?
Me parece digno de un país surrealista y algo bananero, como está resultando ser Chile. Es impresionante que pueda adoptar un hijo, pero no casarme con la persona que yo quiera. Inexplicable.
Hace algunos meses, junto a tu pareja adoptaron una pequeña, ¿cómo ha sido la experiencia como padres primerizos y a qué conclusiones has podido llegar en este corto tiempo?
Tengo que hacer un alcance: Leonora, mi hija, no llegó a nuestra vida producto de la adopción sino que de un vientre de alquiler. Y nació apenas hace seis semanas. No tiene ni siquiera dos meses de vida. Nuestra primera opción fue, evidentemente adoptar. Con Anthony, mi marido, estuvimos más de tres años haciendo todo lo posible por tener éxito en esa materia. Contratamos dos abogados en Estados Unidos y hablamos con muchísimas agencias de adopción, no sólo ahí, sino que también en Europa y en América Latina. La respuesta era siempre la misma: para una pareja gay es casi imposible la adopción. Mi conclusión es que para mucha gente es preferible que un niño muera en un orfanato antes que derribar su prejuicio en torno a una pareja gay. Prefieren enterrar en vida a un niño en un orfanato antes que reconocer que una pareja de dos hombres podría ser tan buena criando un hijo como una pareja heterosexual.
¿Qué crees que le falta a la sociedad chilena para realmente poder vivir en respeto y aceptando la diversidad sexual y la orientación de cada persona?
Vivir la experiencia. Exponerse a aquello que tanto temen. Empezar a experimentar en carne propia la realidad de que en cada curso haya, al menos, un niño con papás del mismo sexo. O verlos en la calle, en la sala de espera del doctor, en el supermercado. La visibilidad siempre es clave. Por eso Anthony y yo hemos sido tan abiertos con respecto a este tema: es la única manera que tenemos de derribar prejuicios anquilosados. Mi visibilidad es un torpedo que va directo al prejuicio de un homofóbico. Mi actual paternidad es un jaque mate al que cree que no merezco ser padre. Y simplemente por ser quien soy, y por hacer lo que hago, termino demostrando que no soy tan distinto a los demás, y que me mueven los mismos deseos.