La actriz conversó con el podcast “Impacto en el Rostro”, en Spotify, donde recordó y profundizó varios de sus trabajos en televisión.
Tuviste algunos bolos en teleseries como “Juegos de Fuego” y “Oro Verde”, antes de tu personaje estable en “Tic Tac”. ¿Qué recuerdos tienes de esta teleserie?
Era bien rara, pero tenía cosas entretenidas. Yo igual estaba un poco frustrada porque encontraba que mi personaje era fome, como que no se le permitía jugar en la clave de cómic. Pero claro, era una tontera pensar así, porque venía recién saliendo de la escuela y yo quería hacer el medio personaje. Pero está bien que a un actor joven le den personajes así, porque uno no tiene las herramientas suficientes para brillar en uno con otra complejidad, como el que estaba haciendo Ximena Rivas o Bastián Bodenhöfer, que eran súper entretenidos. Pero, básicamente, me dediqué a aprender mucho del lenguaje. Me pasaba que me retaban mucho porque no sabía bien dónde estaba parada ni dónde estaba la cámara. En esa época había algunos directores que eran bien insolentes, todo dentro del switch, pero a veces se les quedaba encendido el parlante y gritaban unas cosas bien horrendas. Pero yo siempre fui bien parada en la hilacha, siempre me hice respetar.
Luego de interpretar a Macarena Mendizábal, pasas al elenco de Vicente Sabatini a hacer “Iorana”. ¿Cómo fue esta transición?
Me llamó Vicente para preguntarme si quería estar en su proyecto. Era loco porque en esa época les iba mejor a las teleseries de Vicente que a las de la Quena. Ella agarró un boom después, pero en ese momento todo el mundo quería estar en el “elenco A” y nosotros éramos como el “elenco B” (ríe). Pero, por otro lado, cambiarse de elenco era una especie de traición, o así te lo hacían sentir. Pero yo quería crecer y encontraba que era como subir a primera división en ese momento y empecé a trabajar con Sabatini. Y la Quena nunca más me llamó a trabajar. No sé si habrá sido por eso. (ríe)
Es un secreto a voces que ellos se llevan mal…
No tengo idea si se llevan bien o mal, pero yo creo que entre todos los directores de televisión hay como un celo, como de cuidar su liderazgo, su equipo, sus joyitas. Son bien posesivos la verdad, o por lo menos, así eran.
En el ’99 el elenco de Sabatini se va a Dalcahue a registrar “La Fiera”, y ahí interpretas a la recordada “Tato”…
Esa teleserie estaba tan bien escrita que era muy entretenida de leer. Los personajes estaban todos muy bien dibujados, era realmente delicioso hacerla. Si bien la Tato fue un personaje que pegó harto, todos los personajes de esa teleserie eran geniales, yo a todos los recuerdo con mucho cariño. Ahí yo ya estaba más relajada, estaba más habituada a eso de viajar. Yo creo que en esa teleserie pude realmente disfrutar del lugar. Además, grababa poquito porque la Tato tenía pocas apariciones, entonces tenía mucho tiempo libre, y salía más barato dejarme allá que estarme mandando de vuelta a Santiago. Entonces, yo a veces tenía uno o dos días libres para irme a las islas, para subirme a los transbordadores, a las lanchas. Yo me metía cara de palo a la casa de las personas, así como “hola, ando paseando, ¿puedo conocer su cocina?” (ríe), porque me interesaba. No sabía cómo era la cocina chilota con esa cosa en el suelo, con la olla colgando. Y era como parte del aprendizaje fundamental para la construcción de este personaje.
¿Es tu personaje favorito?
Era súper bonito. Obviamente cuando me preguntan a cuál de los personajes le tengo mas cariño, es al mismo que le tiene más cariño la gente. Es como una relación simbiótica, es evidente. Es un personaje que a mí me hizo crecer mucho, que me regaló mucho y le voy a estar súper agradecida a los guionistas que hicieron a ese personaje porque era una maravilla. Recuerdo especialmente a René Arcos, que le tocaba harto escribir mis líneas. Uno no siempre sabe quién escribe las partes de uno, pero recuerdo que nos topamos un par de veces y él conocía súper bien a ese personaje.
Es que René Arcos era de Puerto Montt y había estudiado en Valdivia…
Quizás por eso tenía una conexión con el sur que era importante. Era un personaje chiquitito, pero que tuvo gran impacto. Yo creo que eso fue entre suerte de que me haya caído un personaje al que se le podía sacar mucho partido y yo, siendo joven, no tenia tantas herramientas para sacarle tanto partido, pero funcionó. Como lo que encontré funcionó y de ahí pude irlo enriqueciendo con todo lo que iba encontrando allá mismo en la isla.
De la comedia pasas al drama con Milenka California en “Romané”…
Para mí Milenka fue un personaje tremendamente difícil. Recuerdo que no lo pasé tan bien en esa teleserie por eso, yo no estaba dando en el clavo. Además, el idioma me costó un montón, mucho más que el rapanui. Pero creo que no tenía la madurez necesaria para entender a ese personaje, no entendía cómo era posible que permitiera estar en esa situación de violencia, de celos. Estuve súper conflictuada hasta ya bien avanzada la teleserie. Fue un personaje que no recuerdo bien cómo lo construí. Y no era que estuviera mal dibujado. Yo no le echo la culpa a eso, para nada. Era yo y mi conflicto. Al tener un personaje al que le había ido tan bien como a la Tato, a uno como actor le pasa que dice: “Ah, ya… soy bueno”. Al decir que eres bueno, estás frito, porque ahí te das cuenta lo malo que eras como actor (ríe). Lo que te funcionó una vez no necesariamente te funciona en otro personaje.
A nivel macro, ¿te gustó la teleserie?
Recuerdo que andábamos hediondas, no había desodorante que aguantara ese olor que, además, no sabía que yo tenía (ríe). Uno se ponía esos trajes y empezaba una cosa terrible. Entonces todos esos prejuicios que uno tenía de las gitanas eran por la calidad de las telas (ríe). Era tremendo. Bueno, era una teleserie que era súper ardua de hacer, en Chiloé también, pero acá sobre todo porque llegábamos a un lugar en Mejillones que estaba llena de arcilla. Entonces se levantaba el viento, y yo usaba lentes de contacto azules, al igual que Felipe Ríos, porque éramos hijos de Alessandra Guerzoni y Alfredo Castro, que ambos tenían los ojos claros. Entonces esta arcilla se nos metía en los lentes de contacto y era muy difícil grabar así y abrir los ojos. Además, venía gente de todos los pueblos del norte que se cruzaba delante de las cámaras, era súper difícil grabar. Los directores le gritaban a la gente para que se movieran. Recuerdo que las escenas había que repetirlas mil veces, era todo hermoso, pero súper poco eficiente. En esa época no teníamos ley audiovisual, entonces grabábamos todos los exteriores que alcanzáramos a grabar desde que salía el sol hasta que se ponía. Era bien agotador en verdad, pero uno veía después el resultado y era maravilloso.
En “Romané” tu pareja romántica era Héctor Noguera, ¿qué recuerdos tienes del trabajo con él?
Era súper chistoso porque él tiene esta cosa como súper volada, entonces yo soy como súper estructurada y si el actor no dice el texto en el momento que tiene que decirlo, yo me desespero. Entonces, vivía pegándole codazos al pobre (ríe). Pero él es un amor, no tengo nada que decir de él. Es de los mejores compañeros de escena que he tenido. Es muy tierno, entretenido y acogedor. Además, es muy deportista. Nosotros grabábamos en este lugar cerca de la playa, a veces las escenas se demoraban un montón porque había una multitud de gente, entonces Tito se aburria ahí esperando. Se iba a nadar al mar y cuando le tocaba grabar, él estaba nadando como más allá de las boyas. Se veía una cabecita pequeña en el océano y era como “¡Tito, vuelve!” (ríe), era súper gracioso.
En “Pampa Ilusión” fuiste Clarita Montes, una feminista de los años treinta…
Me resultaba más fácil y atractivo entender ese personaje. Al igual que la Tato, ella se dedicaba a pasarlo bien en la vida, independiente de las normas, ella era como independiente a su verdad y autenticidad. Eso me gustaba mucho de Clarita Montes. Y siempre dicen que a la pituca le gusta el roto (ríe). Claro, ella tenía eso de que era transgresora en todas sus cosas y se enamoraba de verdad de este hombre (Juan Falcón), que era un obrero. Desde su familia y su clase creían que ella hacia todas estas cosas por molestar. Y en alguna medida era así, porque claro que le interesaba molestar a su clase. Era muy bonita esta historia en donde esta mujer se enamora de este hombre y que, además, le enseñaba a leer a estas mujeres y las acompañaba en su lucha por tener una vida más digna.
¿Fue muy complejo manejar un auto de época?
Tú sabes que todos los autos que se usaban en esa teleserie eran de verdad. El mío era el único hechizo y era automático. Yo no sabía manejar. Recuerdo que me pagaron un curso de manejo en el canal, pero nunca alcancé a terminarlo, porque ya tenía que viajar a grabar a Iquique. Entonces nunca aprendí a estacionarme, que es básicamente aprender a andar marcha atrás. No sabía hacia dónde tenía que virar cuando tenía que ir hacia atrás. Entonces tuve hartos chascarros por lo mismo (ríe). Si andaba derechito en carretera no tenía problemas, pero una vez me eché un set, que era el de mi casa (ríe).
¿En algún momento te consideraron para el elenco de “El Circo de las Montini”?
Yo iba a estar en “El Circo de las Montini” pero hubo una postergación de “Sangre Eterna”, la película que estaba haciendo y fui a hablar con Pablo Ávila. Yo ya llevaba más de un mes y medio entrenando para el circo y me acuerdo que mi especialidad era las acrobacias mano a mano y la cama elástica. Era un mes y medio de gran entrenamiento físico. Aún no estaban repartidos los personajes porque parece que estaban arreglando el guión. Finalmente, cuando llegó el momento de distribuir los roles y la película se había postergado, yo fui a hablar con Pablo y le dije que la película para mí era importante y que quería ver qué podíamos hacer. Él me respondió que la cosa era súper clara: es una cosa o la otra. Entonces, como tenía súper claro que quería hacer la película, me tuve que bajar.
A este elenco vuelves con “Puertas Adentro”, en donde interpretas a una prostituta. ¿Fue un trabajo atractivo para ti?
Yo hice un trabajo que fue como atractivo, pero, en general, no lo recuerdo como un buen trabajo mío actoralmente hablando. La otra vez alguien publicó en Instagram una escena súper fuerte en donde mi hermano, que era Claudio González, les revelaba a mis papás que yo en verdad era una prostituta… Y yo lloraba. La publicaron como una “gran escena”, pero yo la miraba y decía: “¡Qué escena más mal actuada por mí! ¡Qué vergüenza! ¡Ojalá nunca la vuelvan a mostrar!”. Era una escena tan crucial, y yo sentía que, como actriz, la había pasado muy superficialmente. Eso no era culpa de la teleserie, era culpa mía. Sin embargo, con respecto al trabajo de investigación que pude hacer, fue genial porque pude seguir a una prostituta por harto tiempo. Me vinculé con una prostituta que me abrió un mundo al cual no mucha gente tiene acceso. Eso fue súper interesante y me sirvió para ese personaje y para la vida.
El año 2007 rechazaste el personaje de María en “Corazón de María” y te vas a Canal 13 para ser la protagonista de “Lola”…
Sí, pero no tenía ningún desafío en carpeta. “Lola” vino mucho después. Nosotros estábamos terminando “Cómplices” cuando ya estaban trabajando en el proyecto “Corazón de María” y en realidad como que yo no estaba muy contenta en el elenco. No estaba muy feliz, no estaba creciendo mucho como actriz, sentía que tenía personajes de relleno. No fue ésa la única razón, pero la razón específica me la voy a guardar porque es más bien personal. Pero me fui sin tener ningún pájaro. En eso, me encontré en un evento con Julio Rojas, con el que había trabajado en películas de Matías Bize. Él estaba trabajando en Canal 13 y yo le dije que pase el dato de que yo estaba sin TVN. Entonces me llamaron y yo les pedí un personaje que ojalá tuviera incidencia en la historia central de la teleserie. No quería hacer un personaje de relleno, pero nunca me imaginé que eso iba a significar que iba a hacer “Lola”, que era una locura (ríe) que es todo lo opuesto de un personaje de relleno.
¿Cómo enfrentaste la exposición que te dio ese personaje?
Ver mi cara en los afiches era una locura, no podía creerlo. Yo antes había salido en afiches, pero salía en grupos o vestida de época. Pero cuando aparece mi cara en gigantografías por todo Santiago fue súper violento para mí. Es súper loco que yo no me haya imaginado que eso iba a pasar. No sabía que había tanta apuesta sobre este proyecto y sobre mí. De hecho, en el canal era súper heavy porque me lo hacían sentir todo el rato. Yo pasaba por los pasillos y me hablaba alguien random que yo no sabia quién era y me decían: en ti confiamos. Entonces era como única responsabilidad mía el éxito o fracaso del sustento del canal, era una locura (ríe). Estaba bajo mucha presión. Yo recuerdo que vivía en Ñuñoa y me iba por Los Leones al canal y mi cara estaba en todos los paraderos por toda la calle. Era como cuando Truman se da cuenta de que está en un estudio de televisión (ríe).
¿Recuerdas el momento en que te dijeron que “Lola” se alargaba?
Cuando terminó la primera parte de la teleserie, nosotros nos fuimos de vacaciones y yo me fui a grabar una película en Nueva York. A la vuelta un amigo guionista me envía un mensaje diciéndome: seguimos. Ahí me entero que no se iba a hacer una segunda temporada, sino que se iba a intervenir el último capítulo a contrarreloj y se iba a continuar con la teleserie. Recuerdo que lloré. Bueno, mi contrato decía que iba a hacer una teleserie y dos miniseries. Las miniseries se fueron a la cresta y tuve que seguir con «Lola» forever. Todo dentro del mismo contrato, las mismas lucas. Yo creo que fui la protagonista peor pagada de la historia porque me pagaron exactamente lo mismo que me pagaban en TVN por hacer un personaje de relleno.
Blanca, tu después haces “Feroz”. ¿Te gustan este tipo de temáticas en tv?
¡Oh, que quedó mal esa teleserie! (ríe). Yo creo que es la peor teleserie que he hecho, lejos. Fallaron muchas cosas. Lo que pasa es que se necesita más conocimiento del género, entonces en esa oportunidad Canal 13 llamó a Jorge Olguín y él no conoce las teleseries. Y yo creo que ese error se ha cometido en varias teleseries, como de querer traer lo mejor de este mundo, pero no entienden que el cine y la televisión son dos mundos que no se comunican muy bien. Eso también pasó con “Hippie”, que la dirigió Cristián Galaz y tuvieron ene problemas. No es que un director de cine no esté capacitado para hacer una teleserie y viceversa, pero en estos dos mundos los roles de cada persona son muy distintos. Son trabajos que no tienen que ver el uno con el otro.
En “Peleles” interpretaste a Mónica. Es la primera teleserie nocturna de Canal 13…
Ese personaje tampoco estuvo muy bien logrado. Ni me acordaba cómo se llamaba (ríe). Imagínate el poco cariño que le tengo. Ahora, “Peleles” era mejor que “Feroz”, sin duda, tenía otros valores, tenía eso de querer retratar la clase media con una mirada distinta, más arriesgada que otras producciones de Canal 13. Pero mi personaje empezó a perder fuerza, le pasó algo similar que a mi personaje en “Cómplices”, y yo no sé si es porque mi personaje no estaba bien definido desde el comienzo de la escritura o porque yo como actriz no lo supe agarrar. Entonces como que se diluyó y fue fome. Y aparte, yo también estaba pasando por mis propias crisis en la vida y eso también hace que uno se desoriente, qué tus personajes salgan desorientados.
“Secretos en el Jardín” fue una teleserie con una sintonía discreta, pero con buena crítica. ¿La consideras una teleserie de culto?
Podría haber sido una gran teleserie, que la viera mucha gente. Quizás no tenía una vocación tan masiva como “Machos” o “Brujas”, pero sí era una apuesta fuerte para el horario prime. Y ahí hubo un problema con la programación del canal tremendo, que asesinaron esta teleserie, que realmente era un gran producto. Hasta el día de hoy yo me pregunto cómo era posible que se haya hecho esa teleserie con los recursos que teníamos. Porque era un presupuesto de teleserie normal y el arte que tenía, los vestuarios, era una cosa bien increíble. La documentación en los guiones era fantástica, el guión era increíble. Realmente era un muy buen producto. Lo otro choro que tenía esa teleserie es que la grabamos antes de salir al aire, entonces no tenías la presión del rating ni al ejecutivo encima. Y también partimos grabando como con sesenta capítulos en la mano. Y eso era bonito porque permitía darle más capas al personaje, hacerlos más complejos desde un comienzo porque ya conocías sus aristas. Pero esta situación también tenía sus contras, ya que un día grababas una escena del capítulo dos y después una del cuarenta y tres. Y eso es difícil porque no siempre sabes dónde tu personaje estaba parado.
En año 2015 vuelves a TVN en la teleserie “Matriarcas”. ¿Cómo recuerdas este regreso al canal estatal?
En “Matriarcas” lo pasé bien porque tenía un personaje divertido, pero yo igual encontraba que la teleserie era un poco mala. (Ríe) Tenía una lógica que era un poco rara, pero me parecía súper divertido lo que me tocaba hacer. Y lo otro bonito era que volví a trabajar en el edificio de TVN, este edificio tan grande y tan cómodo. Tenía esa cosa nostálgica de estos grandes camarines, estudios cómodos. Pero también era una época en que TVN tenía el alma de la derrota. Como… “Nadie nos ve”, “cada vez hay menos gente”.
Por la emergencia sanitaria, dejaste en stand by las grabaciones de “La Torre de Mabel”. ¿Cómo se viene la nueva nocturna de AGTV para Canal 13?
¡Qué terrible tener ese proyecto parado! Yo encontraba que estaba quedando bonito. Al final vino la pandemia y tuvimos que meterla a la historia. Yo no sé si eso va a resultar mucho, pero lo que quiero que resulte es que terminemos de grabar porque estábamos haciendo algo muy entretenido y fresco. Yo le tenía fe. Le tengo fe… Oh, qué terrible… Estoy hablando como de un muerto (Ríe) ¡No, volveremos!… Es una comedia, esta llena de situaciones chistosas, yo lo estaba pasando bien. Era una teleserie para reírse harto… O sea… ¡Es! (Ríe)
¿Existe un miedo de volver a grabar?
Nuestro trabajo es muy difícil. El equipo técnico se forra en plástico y no les pasa nada. Pero nuestro trabajo consiste en micro escupirnos a corta distancia. En hablarnos cerca, gritarnos, en reírnos y eso es saliva que viaja por el aire. Ni siquiera te estoy hablando de escenas de intimidad. Si quieres una conversación en donde haya algo de conflicto, debe haber cercanía. O si no, todo lo haríamos a tres metros de distancia y no pasaría nada. Finalmente, de eso se trata una teleserie, de cercanía con el otro.