La muerte del histórico líder de Los Huasos Quincheros generó sentimientos encontrados. Por un lado, valoración y agradecimiento por su notable e indiscutible trayectoria musical, y por otro los cuestionamientos por su postura política y algunas actuaciones durante el gobierno militar. Una muestra de la profunda grieta en la sociedad chilena.
Los Huasos Quincheros son parte fundamental de la historia de la música chilena. Su música de altísimo nivel evoca a Chile cada vez que se escucha fuera del país. Fue también parte de la banda sonora de mi niñez. Recuerdo las tardes escuchando el LP doble “Andanzas de Cuatro Guitarras”, registro de un recital realizado el 25 de agosto de 1972 en el Teatro Municipal de Santiago. Para muchos de los que crecimos en los años 70 y 80 del siglo XX, este sobrio y virtuoso cuarteto de elegantes huasos fue la máxima expresión de la música folklórica chilena.
Aparte de su amplio repertorio de cuecas, tonadas y boleros, uno de sus momentos más esperados de su espectáculo era “El Patito”, una guaracha compuesta por Ariel Arancibia cuya letra era cambiada para tratar temas de la contingencia. Junto con “La Copucha” de Nicanor Molinare, recordada por las diversas versiones de Gloria Benavides con su personaje de “La Cuatro Dientes”, eran el equivalente de esa época a Yerko Puchento.
En ese contexto, el aporte y la relevancia de Benjamín Mackenna como líder y estandarte de una de las agrupaciones folklóricas más importante de Chile por seis décadas resulta innegable. Su voz inconfundible y afinada, su destreza con la guitarra y su simpatía como anfitrión fueron su mejor carta de presentación. Además, tuvo una destacada incursión en la TV abierta como conductor de los programas “Fa-mi-la en Familia” “Chile Te Invita” y “Canturreando” en Canal 13.
A pesar de su trayectoria, las reacciones en torno a su muerte han estado marcadas por la controversia en torno a su figura. Lamentablemente, el valioso legado de Mackenna y de su agrupación quedó fuertemente marcado por la grieta social y política que ha dividido a la sociedad chilena desde los años 70. El mejor reflejo de esto fue lo sucedido en la tercera jornada del Festival del Huaso de Olmué de 2018. En un hecho sin precedentes, Los Huasos Quincheros, que abrieron el show sin Mackenna en sus filas, fueron notoriamente hostilizados por el fandom de la banda de cumbia “Santaferia”, que cerraron esa jornada. Fue impactante ver al grupo “huaso” por excelencia siendo pifiados en el festival folklórico más importante de Chile, y no por el nivel de su espectáculo, sino que simplemente por lo que representan.
Los Huasos Quincheros, voluntariamente o no, son la encarnación máxima de lo que algunos humoristas llamaron «huasos de parqué». Gente que va por la vida elegantemente ataviada con sombrero, chamanto y espuelas sumamente caros, pero que nunca en su vida agarraron una yunta de bueyes, una pala, un arado o un azadón; nunca ordeñaron una vaca o atendieron el parto de una yegua; y que, si montaron a caballo alguna vez, lo hicieron en el Club de Polo. Su música quedó en el imaginario colectivo como «el folklore de los patrones de fundo», o «la lista de Spotify del Señor de la Querencia». En una sociedad marcada por patrones de fundo abusadores de sus inquilinos, con prácticas nefastas como el “palomeo de rotos” o el “derecho de pernada”, todo lo que recuerde o ensalce a los dueños les trae mala hostia a más de alguien.
Sin embargo, lo que más golpea el legado de Mackenna fueron ciertas actitudes y actuaciones suyas durante el período comprendido entre la UP y el gobierno militar. Fue fiero opositor al gobierno de Salvador Allende. Se recuerda el cruento duelo artístico-ideológico entre los Quincheros y Quilapayún durante el polémico Festival de Viña de 1973. Posteriormente al 11 de septiembre, el cantante apoyó abiertamente a Pinochet, y fue rostro de la Franja del Sí para el plebiscito de 1988. Se recuerda una infame versión del «Patito» posterior al golpe en la que Los Quinteros se burlaron cruelmente de los caídos de la UP, hecho por el cual los familiares de las víctimas de la Dictadura les guardan un odio parido que durará hasta el fin de los tiempos. Además, se le critica un ninguneo a Víctor Jara en una entrevista, y se le acusó que, durante su ejercicio como secretario de relaciones culturales durante la Dictadura, estuvo detrás de la prohibición de la difusión de música folklórica de raíz andina (fuertemente asociada a la UP), la destrucción del catálogo de los músicos exiliados y la censura del disco “Ubiergo” de Fernando Ubiergo que incluía canciones de Silvio Rodríguez y Víctor Jara.
Durante el ejercicio de su cargo, Mackenna fue el autor del decreto que estableció la cueca como baile nacional. Lamentablemente, la Dictadura, en su afán de difundir el folklore y las tradiciones nacionales, terminó apropiándose de la “chilenidad”. Como resultado, expresiones musicales como el neofolklore y agrupaciones como Los Quincheros, Las Cuatro Brujas, Los Cuatro Cuartos y otras quedaron fuertemente asociadas al régimen militar, lo que llevó que una parte valiosa del acervo musical chileno quedara manchada y fuera fuertemente objetada después del retorno a la democracia. Tuvo que llegar la banda de rock Los Tres y su notable difusión de la obra de Roberto Parra para que la cueca perdiera su fuerte hedor a pinochetismo y recibiera el genuino interés de las nuevas generaciones.
Las reacciones al sensible fallecimiento del líder histórico de Los Huasos Quincheros son una muestra de que, a medio siglo del golpe militar, las heridas abiertas en ese tiempo aún están lejos de cerrarse, y quizás tendrán que pasar generaciones para que ello suceda. Benjamín Mackenna fue un hombre de su tiempo, vivió en una época política y socialmente conflictiva, tomó partido por una postura política y que a partir de ello tomó ciertas decisiones, algunas de ellas más que cuestionables. Soy de la idea de separar la obra del artista, y en ese sentido creo que el valioso legado artístico de Mackenna merece ser respetado, preservado y estudiado más allá de su posición política o de ciertas actuaciones puntuales. Resulta inimaginable la cantidad de grandes artistas a los cuales se les respeta su obra a pesar de haber tenido actitudes y cometido acciones mil veces más graves y reprochables que las de Mackenna.