La destacada actriz nacional conversó con el podcast “Impacto en el Rostro” sobre su trabajo teatral en la plataforma digital Zoom, su trabajo en las teleseries y la visión que tiene sobre el actual escenario de los artistas: “El mundo cultural ha descubierto que al estado y al gobierno nunca le hemos importado”, declaró.
¿Cuántas horas tiene tu día?
La verdad es que yo he trabajado mucho toda mi vida, todos los días. Muchas horas al día. Mi ritmo ha bajado y ahora está reducido a cero, pero la verdad es que mi promedio de trabajo ha sido de 8:30 de la mañana hasta las 22:00 horas, porque trabajaba en teleseries y después me iba a ensayar teatro. Ése ha sido mi ritmo general.
¿Cómo has podido llevar el confinamiento?
Me ha tocado de una forma bastante extraña porque se juntó con una nueva manera de vivir. Fui una actriz contratada por TVN durante muchísimos años seguidos, entonces de pronto cambió la situación contractual para los actores y empecé a ser contratada por proyectos. Esto me modificó un poco el diseño de mi vida, porque se diseñaba según las teleseries que yo sabía que venían. Mas allá si yo quería hacerlas o no, porque había un contrato. Cuando se termina este contrato, la televisión se volvió algo más como a elección. Por lo tanto, cambió la agenda, el horario… me empecé a meter en otras cosas… Luego, vino el estallido social, que también generó muchos conflictos laborales para todo el mundo, hubo muchos cambios importantes y necesarios y después vino esta maldición del COVID-19. Entonces el trabajo se detuvo violentamente. Hasta hace por lo menos tres meses tenía proyectos de tres películas. Ya la TV no formaba tanto parte de mi agenda, pero además de las películas estaba estrenando una obra preciosa que se llama “Un tranvía llamado deseo”. Todo eso de un momento a otro se detuvo y “pa’ la casa”, cuarentena. Ahora estoy haciendo teatro por Zoom, que es algo que no es lo mío.
Estuviste con “Clases Magistrales” por Zoom. ¿Cómo evalúas esta forma de hacer teatro desde una plataforma digital?
Para mí totalmente es un paréntesis. No tiene nada que ver, ni para los actores ni espectadores con el teatro en vivo. Una plataforma zoom que tiene muchas limitaciones, pero sí reconozco que la gente lo ha agradecido enormemente, que ha sido un punto de encuentro, un momento de entretención, y en estos momentos tiene un valor enorme y la gente lo ve mucho y le encanta verlo. Hay un público que está acostumbrado a conectarse los viernes y sábado con las obras que damos y están felices. Pero esto es algo que, cuando termine la pandemia, no sé si va a seguir. Tiene que ver sólo con este momento.
Pasando al tema de las teleseries… En el año 89 ingresas a “La Intrusa”, en Canal 13. ¿Qué pensabas de la televisión en ese tiempo?
Nunca tuve prejuicios con la televisión. La verdad es que yo no tengo prejuicios con ningún trabajo y me cargan los actores que lo tienen porque últimamente se han dedicado a hacer eso, a prejuiciar y ponerle nota a lo que está bien y mal hacer. Yo no comparto esa postura. A mí me llamaron mucho antes de “La Intrusa” para hacer teleseries, pero mi padre, que es muy estricto con el teatro, me recomendó que no lo hiciera, que no partiera por la televisión sino por el teatro, porque la televisión tiene varias cosas que son complejas, es otro nivel de reflexión, otro nivel económico, la fama inmediata no tiene que ver tampoco con el oficio del actor. Entonces él quiso que entendiera un poco lo que era el teatro y lo que era ser actor desde ahí y después entendiera lo que era la tele. Así lo hice y todo calibró súper bien. Creo que eso fue un gran consejo.
Trabajaste en varias teleseries adaptadas de Brasil como “Ellas por ellas”, “Estúpido Cupido” y la recordada “Sucupira”. ¿Cómo evalúas el trabajo de guion de los brasileños? ¿Alguna vez has podido ver alguna teleserie brasileña?
Sí, he visto. En este momento no recuerdo los nombres, pero me parece que ellos tienen algo que las teleseries chilenas no tienen o que han ido perdiendo con el tiempo, que es la sensualidad. Y no me refiero a la sensualidad desde el ámbito sexual. Los brasileños hacen una teleserie donde muestran todo; un personaje entra en su pieza, deja la cartera, se acuesta en la cama, se saca un zapato, prende un cigarro, mira el techo. Y esa escena dura cuatro minutos. No es una escena que te entregue una información ni nada, sino que es una imagen de alguien. Uno puede entender quién es esa persona y qué siente, más allá de la fiesta que viene llegando. Eso encuentro hermoso, los brasileños se dan esa licencia. Yo creo que las teleseries chilenas están muy sujetas al texto. Tú hablas y entregan información, con una cara de risa o pena, pero todo tiene que ser para entregar esa información. Nada puede ser porque sí y sin explicación. Creo que a las chilenas les falta mucho eso y es el atractivo de las brasileñas. Y la gente lo aprecia porque… ¡pucha que les gustan las teleseries de ese país!
En el ‘95 llegas al elenco de Vicente Sabatini con la teleserie “Estúpido Cupido”. Y al año siguiente con “Sucupira” comienza un periodo en donde las teleseries son grabadas en regiones. ¿Por qué crees que TVN sintió la necesidad de mostrar Chile?
TVN tuvo un área dramática de oro que fue fundada por Vicente Sabatini. A él le gustaba mostrar la marginalidad del centro del país que era Santiago, le gustaba hablar de esos márgenes. De los gitanos, los pascuenses, de los calicheros, los pescadores, etc, y para eso era necesario viajar. A él le interesaba mucho eso. Como que iba todo de la mano. Creo que las instaló y fue la época de oro de las teleseries, en cuanto a actuación, rating, estilo, contenido y yo tuve la suerte de pasar por toda esa época. Yo creo que no hay ninguna teleserie en este momento que tenga la fuerza que tuvieron las teleseries de Vicente. Algunas de las Quena como “Perdona Nuestros pecados” o “Pacto de Sangre”, que también tuvieron esa fuerza y fueron un fenómeno, pero a pesar que Mega tiene mucho rating, no tienen esa fuerza ni el legado que dejaron las teleseries de Sabatini. Sin ir más lejos, hay personajes de Vicente que forman parte de la historia popular de Chile como, Juan Burro y la Olguita Marina. Son personajes que forman parte de los dichos chilenos. Eso lo encuentro precioso y Vicente lo hizo.
En el año ‘99 interpretas a Rosita Espejo, un personaje muy humano y noble. ¿Qué recuerdos tienes de Rosita? ¿Crees que se han perdido los personajes genuinos en las teleseries?
De Rosita tengo los mejores recuerdos. También pertenece a esa época de oro. La teleserie en Chiloé fue maravillosa, hermosa, se hablaba del pueblo chilote, de sus leyendas, de todo. Ese personaje fue un personaje entrañable para mí. Estaba casada con el personaje de Alfredo Castro, el “Mucho Derroche”, que también quedó en la memoria colectiva de Chile. Ella fue un personaje maravilloso, dulce, fuerte, una mujer muy noble, con mucho amor y muy leal, porque ella está enamorada del personaje de Francisco Melo, pero se queda con su marido Ernesto porque a eso ella vino y esa promesa hizo.
Cuando realizas «Pampa Ilusión», interpretas a Elisa, la nana de los Clark. Te quiero llevar a dos escenas en específico. La primera, cuando tu personaje se besa con el de Claudia Di Girólamo, que interpretaba al doctor Florencio Aguirre. ¿Crees que la producción fue precursora en los temas de inclusión?
Sí, yo creo que precursora con ese beso, que era un beso enano, pero para la época era una cosa tremenda. Si uno va a la escena, era un poquito más largo que un beso estampilla. Pero a las dos nos daba mucho nervio, nos daba una risa impresionante de nervios, porque imagínate la tontera, da lo mismo, pero en esa época esas cosas como que no se usaban. Menos mal que ella tenía un bigote enorme. Nos reímos mucho y, claro, fue portada de los diarios y todo eso. Para la época era un avance, era instalar algo nuevo que no se había instalado en la televisión. Y ahora imagínate. No tiene ningún impacto. Fue una escena notable, que no se hacía en esa época.
La segunda escena que quiero que recuerdes es una que pertenece al último capítulo, cuando Elisa sale de la casa de los Clark, se saca su delantal y se une a una manifestación que hay en contra de William Clark, tu patrón. Una escena sin diálogos… ¿La recuerdas?
Esa escena la recuerdo profundamente. Tuve la oportunidad de verla hace poco para algo y me sorprendió justamente que no tuviera diálogo. Justamente lo que las teleseries hoy en día no tienen. Era pura imagen. Una imagen larga. En donde Elisa se saca su cofia y delantal y se une a su pueblo, sus compañeros, a la gente a la que ella pertenece, porque considera que hay que generar un movimiento social y una lucha. Fue una escena notable porque es muy emotiva y porque es una escena profundamente política en una teleserie de la tarde. Por eso te digo, no hay teleseries como ésas. Y todas esas cosas que uno se da cuenta, por supuesto que recae o moviliza a la gente. Por eso las teleseries tuvieron esa fuerza y no hay ninguna más así y falta mucho para que vuelvan con esa fuerza. Y no es lo mismo la fuerza que el rating, insisto.
En el año 2002 tienes un personaje que se llama Olga 3ra en “El Circo de las Montini”. Tu personaje se enamora de tu padre, una premisa que podría haber tenido todos los clichés del género, pero que la pluma de Víctor Carrasco profundizó. ¿Qué recuerdos tienes de haber interpretado a este personaje?
Recuerdo que cuando Vicente me lo entregó, me dijo: yo te doy este personaje porque es un personaje tremendamente complejo y difícil de entender psicológicamente. Porque ella defendía el amor por su padre y seguía, incluso, después de saber que era su padre, seguía cobrándole su amor y a la Claudia Di Girolamo, que era la Olga 2da, mi mamá. La Olga tercera seguía celando y cobrándole a Claudia y Melo a pesar esta información tremenda que tenía sobre ella. Ella se sentía traicionada igual y, lo peor es que le encontraba razón. Peleábamos harto con la Claudia, ella me decía cómo le podía encontrar razón si es el papá. Yo la seguía defendiendo, si le mintieron cuántos años y permitieron que eso avanzara. Yo defendía mucho a la Olga 3ra. Me hice asesorar por una psicóloga que es muy amiga mía que se llama Magdalena Mardones y ella me ayudó a descifrar un poco el carácter y la cabeza de esta persona y por qué reacciona de la manera que lo hace. Gran personaje, profundo, complejo y odioso, pero a mí me encantan los personajes odiosos. Los encuentro muy humanos.
El 2003 realizas “Puertas Adentro” donde interpretas a Mónica Barrera, la dueña de casa de los Martínez. Una mujer aparentemente de mente abierta, que tenía una relación de confianza con su nana, Claudia Di Girolamo. Pero, a medida que avanzaba la teleserie, esta relación muta, y se va descubriendo el clasismo de tu personaje. ¿Qué crees que tiene Mónica Barrera de Chile en cuanto a discurso?
Todo. Sobre todo, en el discurso que es como de mente abierta. Creo que ese tipo de mente abierta, que tiene que ver con el bienestar y el “yo me quiero” y “yo me respeto” y “me cuido y hago yoga” y “tengo cosas artesanales en mi casa para acercarme a los pueblos indígenas” es algo muy burgués, porque la gente realmente sensible, de mente abierta no va por ese lado. Generalmente son creadores y canalizan su mente abierta por otro lado que es bastante menos cómodo y glamoroso. Creo que es algo que esta muy de moda en estos momentos en Chile. Algo como hippie kitsch, que “somos todos iguales” pero verdaderamente me importa una raja el que está al lado. Con esta pandemia eso ha quedado completamente claro. Creo que ese personaje muestra el clasismo en este país y la “alternativa del universo” con un jardín de 80mil metros cuadrados, tres piscinas. Esa ordinariez, muy propia de nuestro país.
En el año 2005 protagonizas “Los Capo”, en donde interpretaste a Concceta. Es una producción a la que no le fue bien en sintonía. ¿Cómo tomaste el fracaso?
Fue la primera teleserie que nos fue como mal y fue como súper extraño, porque era un equipo tremendamente consolidado y exitoso. Recuerdo que esa teleserie fue preciosa. Fue muy linda. Una teleserie de época, con vestuario y paisajes impactantes y unos tiros de cámara notables. Eran teleseries de súper buena calidad. De buen formato, buen mono. A mí me gustaba mucho. Me encantaba hacerla y hablar así. Así como las salas de teatro necesitan público sentados en las butacas, las teleseries necesitan rating. Eso es una medida de si te está yendo bien o mal, ahora lo que la gente elige ver no necesariamente es lo más importante, ¿me entiendes? Lo mismo es en el teatro. Puede haber una obra que me interese profundamente, pero es hermética, rara y brillante, pero hay veinte personas. Puede haber otra obra mucho más fácil y la sala está llena. No necesariamente es lo mejor. Ahora si tú me preguntas si la televisión necesita rating… sí. Lo necesita. Tal como el teatro necesita a la gente en sus butacas.
En el año 2011 realizas «El Laberinto de Alicia”, tu primer personaje en una nocturna. En esta teleserie se abordaba la pedofilia. Te quiero llevar a una escena del último capitulo en donde castras a tu hermano en la historia, interpretado por Marcelo Alonso. Fue una escena bastante larga, con mucho texto y potente. ¿Tienes el mismo recuerdo de esa escena?
Sí. Era una escena que grabamos pocas veces. No quisimos repetirla mucho porque era una escena muy desagradable de hacer y es una de esas escenas tan fuertes, violentas y difíciles. Con Alonso, que además es mi pareja, decidimos que teníamos que hacerla y pasar por ciertos ítemes que había que decir, pero que había que pasar por tres momentos claros. Y alrededor de esos tres momentos podíamos soltar y hacer lo que quisiéramos y entonces lo hicimos. Lo hicimos una vez y después lo repetimos, pero no por asuntos de actuación, sino que por detalles de planos de objetos. No la vi inmediatamente. Sólo después de como tres meses, cuando salió al aire…. Y casi me morí. No me gusta verla. Nada.
¿Por qué no te gusta? ¿Crees que no salió bien?
Porque la encuentro terrible, muy violenta y finalmente, cuando uno actúa y decides improvisar ciertas cosas es porque te pones entera ahí. Entonces cuando eso pasa y después te ves, entonces ves realmente pedazos de ti llorando, cortando genitales, ves pedazos de ti en un lugar tuyo en el que no es agradable verse. Es raro explicarlo, no sé cómo explicarlo, pero las escenas son uno mismo también. Entonces verse en eso no es agradable. Así como tampoco es verme dando un beso. Prefiero no saber de mí en esa situación.
Y de los personajes que interpretaste en esta época de oro. ¿Con cuál te quedas? ¿Cuál es tu regalón?
Son varios. La Rosita Espejo, la Virginia Donoso de “Pobre Rico” y también Clara de “Vuelve Temprano”.
Tu último trabajo fue “Río Oscuro”, una teleserie víctima de las decisiones programáticas, ya que fue movida al trasnoche. ¿Crees que fue el principal obstáculo de la teleserie?
Creo que era una teleserie compleja que necesitaba cierto trabajo del espectador también. Creo que las decisiones que hizo Canal 13 fueron muy malas, muy ofensivas para nosotros como elenco. Porque uno cree en su trabajo y defiende su trabajo y se la juega por él. Entonces el riesgo lo corremos todos. Que se haya tomado esa decisión tan aberrante, que no le hayan dado el espacio para que se vea y no hayan tenido la valentía de continuar con una decisión que ellos tomaron, me parece muy feo. Me parece feo, ofensivo. Yo salí muy desilusionada de ese trabajo y todas esas decisiones van mermando sobre el equipo, sin duda. Pero nosotros como equipo estábamos súper confiados, contentos y sabiendo que era una teleserie difícil, que era una apuesta, pero estábamos todos felices con eso. Me parece que Canal 13 no resistió esa apuesta y los numero son muy importantes para los ejecutivos. Fatal. Feo. Muy feo.
Chile y el mundo están atravesando una gran crisis debido al Covid 19. ¿Has podido realizar alguna reflexión?
Sí, desde el punto de vista de mi gremio, el arte y los artistas. El mundo cultural ha descubierto que al estado y al gobierno nunca le hemos importado. Que este es un país no le importa que la ficción no exista o que los teatros estén cerrados. No le importa ya que creen que son adornos. La cultura es lo que nos ha salvado de la pandemia, es lo que nos alivia el alma y el corazón. Sin duda el hambre es hambre y el frío es frío y hago la diferencia, pero un país que no tiene cultura no tiene rebelión ni espejo sobre sí mismo. Ojalá tuviéramos alguna vez gobiernos que sepan que la cultura es muy importante para todos nosotros. Nunca nos vamos a olvidar que se olvidaron de nosotros.
¿Qué te pasó cuando viste la palabra “hambre” en el edificio telefónica?
Me impresionó enormemente porque delight lab tiene esa virtud y esa fuerza artística tan enorme que generan lo que generan. Uno lo ve y a uno se le aprieta el corazón. Pero eso demuestra la enorme fuerza que tiene el arte en la humanidad. A ellos los encuentro notables. Les agradezco sus conceptos puestos en un edificio que también es emblemático en Chile en un barrio emblemático, cerca de la plaza de la dignidad. Se los agradezco, los admiro profundamente y los felicito.