Hace veintiséis años, en 1993, el área dramática de TVN vivía una fuerte crisis de sintonía. Preocupados, los mandamases de la estación decidieron lanzar todas las cartas sobre la mesa y dar un buen golpe de timón.
Para eso, tomaron decisiones importantes: volver a producir dos teleseries al año, tal como lo habían hecho hasta 1988; darle la responsabilidad de la dirección por primera vez a una mujer, la talentosa y entonces prometedora María Eugenia Rencoret -hoy responsable de las imbatibles producciones de Mega-; y armar una innovadora historia que llegase también a un público juvenil, ampliando las posibilidades de salir airosos en la competencia.
Fue en ese marco de dedos cruzados y nerviosismo que un 2 de agosto de 1993 debutó «Ámame». Ni los más entusiastas imaginaban cuántos esquemas rompería la romántica historia protagonizada por Bastián Bodenhöfer y la debutante Ángela Contreras.
Según cuenta la leyenda, entre los pesimistas estaba el protagonista masculino, que desde un principio encontró que su personaje, el piloto de jeep fun race Luciano Rivarosa, era todo menos entretenido. Bodenhöfer auguraba un nuevo desastre de sintonía. Afortunadamente, para el denominado «canal de todos los chilenos», el galán de la historia se equivocó rotundamente en su pronóstico.
“Vamos todos a la casa del Jota”
Poner el foco en un grupo de estudiantes de cuarto medio fue una osadía. Hasta entonces, existía un único precedente: “De Cara al Mañana”, transmitida en 1982 por el mismo canal, que también había centrado su historia en un grupo de escolares. Pero esta vez había que correr al ritmo de los tiempos e innovar.
Fue así como descubrieron a Ángela Contreras, entonces estudiante de Teatro de la Academia de Fernando González, quien con 22 años de edad, se convirtió de la noche a la mañana en la primera actriz en tener un rol protagónico interpretando a una colegiala, la inolvidable Daniela. El que, además, fuese parte de un variopinto grupo de amigos escolares, fue el factor que terminó de cerrar la exitosa ecuación, especialmente gracias al «Jota» (Carlos Concha), el compañero de curso que lideraba un grupo musical llamado «John Lennon Band» y que se robó todos los comentarios desde el inicio de la producción. Toda una generación recuerda hasta el día de hoy el cántico «Vamos todos a la casa del Jota / qué buena onda / qué buena onda», que entonaban alegremente estos liceanos cuando se iban a reunir en la casa del aludido, epicentro de varias tramas de la telenovela.
«Ámame» se convirtió rápidamente en un fenómeno, tratando temas como el embarazo adolescente, los problemas de autoestima de la juventud y también asuntos más adultos, como el cáncer terminal que sufría uno de los protagonistas, Humberto Rivarosa (Eduardo Barril). Padre del personaje de Bastián Bodenhöfer y dueño del colegio donde transcurría la trama, a Humberto sólo le restaban doce meses de vida al arrancar la historia, en una trama que seguramente sirvió de referencia para la actual «Amar a Morir».
Sin ir más lejos, el nombre original con el que se trabajó la historia, escrita por el destacado Néstor Castagno y su hija Daniella, también debutante como guionista, era “El Último Año”, aunando el sombrío pronóstico médico de Rivarosa y el hecho de que Daniela estuviese cursando cuarto medio.
Castagno padre protestó, con justa razón, cuando el canal dio la orden de cambiar el título, pero los motivos eran bastante comprensibles. Una inesperada muerte y un complejo momento político sellaron la suerte del nombre que trabajaba desde un comienzo el guionista.
Un complejo renacimiento
El equipo del área dramática de TVN aún no terminaba de recuperarse de la trágica muerte de la productora ejecutiva Sonia Fuchs, su fundadora y líder hasta 1991, año en que falleció en un accidente aéreo en Pucón, cuando dos años después, otro fatal accidente ensombreció aún más los alicaídos ánimos en la estación.
En medio de las grabaciones de la historia, camino a la cordillera, el experimentado productor Javier Larenas se estrelló en su automóvil, enlutando nuevamente a la estación televisiva. Pareja de la actriz Catalina Guerra -quien en ese entonces grababa para Canal 13 la teleserie «Doble Juego», que se enfrentaría precisamente a «Ámame»-, su partida fue un duro golpe, que obligadamente ajustó las piezas del juego. Asumió sus funciones en la producción ejecutiva Verónica Saquel, iniciando una brillante carrera dentro del canal; pero tanto o más importante, se decidió que «El Último Año» debía archivarse como título, considerando que además la incomodidad flotaba en el ambiente de la red estatal, pues 1993 era precisamente el último año del mandato del primer presidente elegido democráticamente tras la dictadura, Patricio Aylwin.
Rebautizada, empezó la promoción de la producción, que significó contratar a figuras de la competencia, como Maricarmen Arrigorriaga (la despiadada Regina en la historia) y traer de vuelta a las teleseries nacionales a rostros como Coca Guazzini, quien encarnó a la madre de Ángela Contreras. También retornó Marcelo Romo, quien había estado en el exilio, grabando telenovelas en Venezuela, y por poco asume el papel protagónico que finalmente fue asignado a Eduardo Barril.
Echando mano a sus mejores elementos, TVN reclutó a Barril y a las actrices Pamela Peragallo y Ana María Gazmuri, directamente desde el elenco de «Jaque Mate». Esta última de hecho, abandonó el reparto a mitad de la producción para concentrarse en las grabaciones de «Ámame», donde asumió otro de los roles estelares: Francisca, la neurótica villana obsesionada con el galán, Bastián Bodenhöfer.
Mostrando una hábil muñeca en el marketing, TVN dispuso que Bodenhöfer hiciera un cameo en «Jaque Mate», llevando al personaje de Gazmuri al aeropuerto cuando se despidió de la trama. Pero hubo más: lanzaron un álbum de láminas de «Ámame», que se vendió como pan caliente y una banda sonora que -como se venía haciendo desde «Bellas y Audaces»- hizo lo propio en las disquerías, patentando cien mil copias vendidas. Fundamental fue el olfato de quienes escogieron el tema central, «Inocencia en tus ojos», de la banda argentina Psycho, tocado hasta el día de hoy en algunas fiestas retro.
La mesa estaba servida y hasta el 21 de diciembre de 1993, «Ámame» arrasó con 22.9 puntos de rating promedio, batiendo a Canal 13, que con «Doble Juego» sólo llegó a los 16,4 puntos. Sin embargo, además de sentar un precedente en las historias con protagonistas jóvenes -lección que Canal 13 aprendería y llevaría tres años después al extremo con «Adrenalina»-, significó el renacimiento de TVN y el comienzo de una racha ganadora que duraría exactamente dos años. A partir de «Ámame», TVN triunfaría de forma consecutiva con sus cuatro siguientes apuestas dramáticas: «Rompecorazón» (1994, 24.2 puntos), «Rojo y Miel» (1994, 21.6 puntos) y «Estúpido Cupido» (1995, 22.5 puntos) gozaron de la simpatía del público y devolvieron la fe y la credibilidad de un área dramática que empezaba a obtener números azules y consolidarse, antes de que Vicente Sabatini la condujese definitivamente a la gloria, durante la llamada “era dorada” de las teleseries.