El gratificante recuerdo de “La Fiera”, la decepción de “Montecristo” y la calidad de las series chilenas son algunos de los temas que la actriz conversó en el podcast “Impacto en el Rostro” en Spotify.
Aunque no le cierra las puertas a las teleseries, cree que hay bastante trabajo que realizar para convertirlas en propuestas atractivas y profundas. “Las series chilenas son la prueba de que si quisiéramos, podríamos hacer las mejores teleseries del mundo”, reflexionó.
Me parece importante conocer tu visión de lo que están viviendo los artistas en medio de esta emergencia sanitaria. ¿Cómo evalúas las políticas culturales existentes?
Creo que son insuficientes y deficientes. También es cierto que mucha de la actividad cultural que se realiza es justamente gracias a esa pelea que se ha dado, que finalmente derivó en algo que no nos deja a todos contentos, que son estos fondos concursables que sin los cuales muchos de estos proyectos nunca hubiesen existido. Sin embargo, ahí hay mucho que hacer todavía. Siempre están los recortes anuales y los recortes sobre recortes, también hay una política oscurantista de hacer la pelea o un poco la vida imposible a los creadores chilenos que llevan en la mano un discurso político o una clara tendencia política. También creo que, en medio de la pandemia, toda ésa es una discusión que tiene que esperar. Creo que la discusión hoy es cómo actores, directores, técnicos, boleteros, gente de aseo y todos los oficios que rodean y hacen posible una actividad cultural en un país está pasándolo mal igual que muchos otros sectores. Es decir, primero somos ciudadanos y después somos el oficio que desarrollamos por vocación o por opción.
Aunque hay personas que creen que todos los actores de TV son millonarios…
Se cree que todos los trabajos ligados a la televisión son rentables y que no tienen derecho a recibir ayuda, como si una ayuda la fuera a recibir algún “Lucho Jara”. He escuchado comentarios como – ¿Por qué alguien de la televisión va a recibir ayuda y una pyme o un ambulante no? Sin embargo, no hay que olvidarse que dentro del mundo de la televisión también existen “ambulantes”, que por ejemplo no están tipificados dentro de una ficha social y que no están recibiendo ningún bono, ni bono COVID ni la famosa caja de abarrotes ni nada. Creo que lo que tenemos que hacer hoy como gremio es simplemente visibilizar esta situación. En el fondo, poner a la ciudadanía de nuestra parte, porque lo que hizo la televisión finalmente es ponernos en la vereda del frente y así nosotros mismos invisibilizamos a los que están detrás de nosotros y que están viviendo una situación muy precaria. Entonces yo creo que ese es nuestro deber. Los que tenemos un poco mas de voz tenemos que mostrarlo.
En teatro, hiciste con marionetas el cuento “Pedrito y el lobo”. ¿Va a estar esta obra en alguna plataforma virtual?
No, no lo va a estar porque no tenemos los derechos para eso, lo que es lamentable, porque es una obra universal que ha atravesado muchas generaciones y que sería hermoso poder difundir, más hoy que tiene ese efecto sanador y formador de la música clásica. Bueno, éste es un trabajo que estrenamos el año pasado y que ahí está parado, esperando a que podamos empezar a visualizar cómo va a ser la vuelta a las salas de teatro.
En un escenario totalmente incierto…
Está claro que no será fácil volver a los teatros, desde razones económicas hasta psicológicas. Mucha gente va a tener un poco de miedo a tener un contacto tan estrecho con el otro.
Vamos a pasar a hablar de las teleseries. Tú debutaste en el año ‘91 en “Ellas por Ellas” de Canal 13. ¿Alcanzaste a tener prejuicio con la televisión antes de entrar?
Yo creo que todos los teníamos, ya sea para bien o para mal. Nadie sabe en verdad como es la televisión hasta que llega, por lo tanto, siempre hay un prejuicio. Hay que recordar también que fue justo en el momento bisagra entre la dictadura y la vuelta a la democracia, entonces varias cosas se conjugaron para que yo terminara entrando en televisión. Hubo cosas personales también, como, por ejemplo, la posibilidad de independizarme. También fue un hecho fortuito, cuando egresé fueron dos productores y me llamaron así, sin mediar en nada. La cosa es que ahí me vi en mi primera teleserie, aterrada. Me di cuenta de que nadie me había enseñado en la escuela de teatro a ponerme frente a una cámara, que era otra cosa totalmente diferente. Había que enfrentar a todos estos “monstruos sagrados” que eran mis compañeros. Bueno, ahí estaba con la ilusión que, a partir de ese año, primer año de democracia, la televisión iba a cambiar y por fin iba a ser de los guionistas y actores. Entonces, estábamos como en la fila para ese cambio y ese cambio nunca ocurrió. Vimos entrar jóvenes guionistas, también con todo el bagaje cinéfilo y con muchas ganas de meter un poquito mas de lenguaje y otros desafíos, que son permitidos por ese formato de noventa capítulos y una hora diaria para contar tremendas historias, en donde tienes secuestrada esa franja de horario en donde todo el mundo esta viendo la teleserie. Pero no. Siento que las cosas siguieron siendo tal cual y evolucionaron poco.
¿Decepcionada del formato?
Recuerdo mi última teleserie, que era una producción de Roos Film, que venían haciendo varias propuestas interesantes en esa época. Esta teleserie era «Montecristo», que era la versión chilena de «Montecristo», de Argentina, que justamente hablaba de los hijos de detenidos desaparecidos adoptados por militares y las abuelas de la Plaza de Mayo. Cuando me lo propusieron lo encontré estupendo y dije “vamos”. Al poco andar, decidieron que esta teleserie sería emitida por Mega. En esa época Ricardo Claro aún estaba vivo, así que de un día para otro me vi en Mega grabando esta teleserie, encontrándome con gente como el cura Hasbún, en fin. Cuando se dio en Argentina, el último capítulo se dio en el Luna Park, con pantalla gigante. Fue muy emocionante ver un hito importante en la televisión argentina, y también para la historia. Sin embargo, acá se transformó y se sacó el ADN de la teleserie y empezó a tratarse de un tipo que era muy malo y que traficaba órganos o niños, no recuerdo exactamente. Entonces es imposible que algo salga bueno si cambian el ADN de la historia, todo se transforma en algo que no tiene lógica. Y ahí me di cuenta de que la televisión no iba en el camino que yo esperaba. Y ésa fue mi última teleserie.
Estuviste en “Ellas por ellas”, “Trampas y Caretas” “El Amor está de Moda”, teleseries que tenían un guion original de Brasil, ¿Recuerdas haber tenido alguna relación con los guionistas que adaptaron estas historias?
Esos guiones venían súper bien hechos de matriz. Los brasileños, si algo saben hacer, son teleseries. Eran teleseries que no estaban tan conectadas con una realidad social en Chile, pero cumplían con el objetivo de descomprimir un poco la vida de las personas, de entretener, en fin, lo que son las teleseries desde esa perspectiva, aunque uno también puede tener otra perspectiva y considerarla como una herramienta de desarrollo dramático de temas sociales, por ejemplo. En cuanto a los guionistas, yo sí tenía relación con ellos porque a veces me perdía un poco porque, las teleseries son un poco inmediatas y al meterle mano, los personajes empiezan un poco a desdibujarse. Ahí era donde uno iba donde el guionista a preguntarle antecedentes sobre lo que viene hacia adelante para armar una cierta lógica y una cosa orgánica al personaje. Para el actor, la herramienta es el guion. O sea, si el guion es malo o la escena está mal planteada o sin lógica, es como para un carpintero tener un clavo de aluminio y que este clavo se le doble. Entonces uno ahí hablaba con el guionista también como para darle un sentido y terminar de construir ese personaje.
En ese sentido, ¿es Magdalena Ossandon, “la Joyita” de “La Fiera” el mejor personaje que has realizado en teleseries?
Seguramente. Sí, por lo menos es el que quedó más en la retina del público. Era un personaje muy bien dibujado. Como te decía, el guion es fundamental. Y cuando un personaje está bien escrito, es un círculo virtuoso, porque te permite un mejor desarrollo de esa actuación. Te permite dar una verdad a algo que tiene una estructura coherente.
¿Qué relación tenías con Chiloé antes de grabar esta teleserie?
Siempre me ha gustado mucho Chiloé. Había ido varias veces antes de vacaciones, pero por supuesto esta relación después de “La Fiera” se estrechó. Después seguí yendo con mis obras para allá. hay un festival muy bonito que se realiza todos los años hace un buen tiempo, FITICh. Y siempre que vuelve, se vuelve a reeditar esa relación con Chiloé. Fue importante “La Fiera” para la isla, así también como la isla lo fue también para el resto de los espectadores. Yo diría que “La Fiera” es una de las teleseries más queridas de la gente. Y una de las cosas de por qué la gente la quiere es porque muestra Chiloé, sus costumbres, esa minga… La gente aprendió mucho de lo que era la cosmovisión chilota, de muchas cosas, porque esa teleserie era una mixtura de un montón de cosas, incluida la mitología, hecha de una manera muy cercana a lo que es realmente allá. Puras buenas cosas puedo decir de “La Fiera”.
Tu personaje, a pesar de ser la villana de la historia, se movía en situaciones de comedia, por ejemplo, las estrategias que utilizaba para no intimar con su marido interpretado por Luis Alarcón…
Tengo de los mejores recuerdos haber trabajado con Luis Alarcón. Así como el guion es la herramienta del actor, tu compañero es tu otra herramienta que permite que tú puedas desarrollar algo. La actuación es muy colectiva cuando se trata de estar entre varios. Es como simbiótica. Y con Luis pasa eso. Él te facilita todo, te permite eso. Le agradezco mucho, es muy generoso y cariñoso, es tremendo actor. Fue un aprendizaje, una escuela, un gusto, un honor trabajar con él. Y, con relación a la comedia, a mí me gusta mucho, entonces fue una gran experiencia. Es muy chistoso ese personaje, yo misma me reía cuando leía los guiones, entonces eso ya tiene mucho ganado.
Han pasado más de veinte años y la teleserie está muy presente en la memoria colectiva. ¿Lo ves así también?
Yo estaba embarazada de mi hijo que ahora tiene veinte años. Es increíble como la televisión penetra, como decía el comediante Pepe Tapia. Entonces eso te hace recordar de la responsabilidad que tienen los que trabajan en TV, porque yo ya no me incluyo dentro de las personas que trabajan en televisión porque hace quince años que no estoy ahí. Entonces, tener esa tribuna significa una gran responsabilidad. En todos los planos, desde la entretención hasta la información. El público merece calidad y yo creo que estamos en condiciones de ofrecerles calidad. Talento humano hay de sobra en este país, guionistas hay de sobra. El tema es que tienen que estar en la tele para poder cambiarla desde adentro.
Aline, el año 2004 protagonizas “Destinos Cruzados”, un tremendo dramón escrito por Pablo Illanes. ¿Qué recuerdos tienes de Laura Squella?
Agotador. ¡Era tremendo, le pasaba de todo! Pablo puso todos los elementos de las teleseries clásicas, pero, además de eso, sumó otros elementos, que tenían que ver con esta forma de rebelión de este personaje que viene a demolerlo todo. Ahí también mete otros temas, por ejemplo, el cómo esta mujer de clase social alta es obligada a dar en adopción a un hijo a partir de un embarazo adolescente. Entonces, representaba a una sociedad chilena conservadora que mete debajo de la alfombra todo aquello de lo que se escandaliza. Pero era terrible grabar esa teleserie, porque yo sabía que en un día me iba a tocar llorar, gritar, que me pegaran, dispararle a alguien, caer en una piscina… estoy inventando, pero es con esa intensidad. Yo salía agotada. Ese personaje era tan “telesérico”, que para darle carne, había que hacerlo “al chancho”, pero también fue un tremendo personaje y además era un elenco maravilloso.
Trabajaste con Gloria Münchmeyer muy de cerca. Era tu abuela.
Muy de cerca. Era un monstruo, de los que se aprende mucho. Es un lujo trabajar con gente así realmente.
A lo largo de entrevista has dado tus motivos de por qué te alejaste de las teleseries, pero ¿volverías a una teleserie con un guión sólido y objetivos trascendentes?
Sí, volvería. Si mi tema no es con las teleseries, sino en cómo se hacían las teleseries. Por ejemplo, me fui de Canal 13 porque ya era mucho el descuido y la comercialización de algo que, para mí, siempre ha tenido una carga importante de responsabilidad social. Yo no quería ser parte de eso, de tomárselo tan a la ligera…
¿Estamos hablando de “Eclipse de luna” y “Amándote”?
Claro, todas esas teleseries, que era la decadencia del lenguaje… quizás es un poco fuerte lo que estoy diciendo, pero yo no me sentía cómoda. Ahí yo hablaba mucho con los guionistas, les decía “cómo no vamos a darle una coherencia a la historia y que sirva para algo” y de ahí vino “La Fiera” que era un abismo de diferencia. Creo que en el panorama actual de las teleseries está pasando un poco eso. Además, por una razón práctica, yo ya tengo mi compañía, entonces soy responsable de eso. Ya no puedo dejar todo botado para encerrarme en un estudio durante nueve meses a grabar una teleserie, a menos que fuera un personaje que no me tomara tanto tiempo, cosa que nunca descarté. Mi intención no era dedicarles mi vida a las teleseries, a pesar de todo lo que aprendí y lo bueno que recojo de eso y que también tiene relación con el mismo público que va a ver mis obras; el ser conocida me ha abierto puertas. Todo eso también se lo debo a la televisión, pero no volvería a menos que sea una propuesta muy clara, concreta, más profunda.
Características que tienen series chilenas como “Ecos del Desierto” y “Prófugos” donde fuiste parte del elenco…
¡Son excelentes! Y ahí esta la prueba de que si quisiéramos, podríamos hacer las mejores teleseries del mundo. Con el nivel que tenemos de actores, de guionistas, de técnicos… los técnicos que tenemos son expertos. Porque sí podemos. Las series son maravillosas, entonces es un tema de voluntad, de invertir en calidad, querer invertir en ofrecerle al público lo que se merece, que son producciones de calidad.
¿Algún mensaje para las personas que consumen ficción nacional?
El mensaje es que el público debe exigir calidad a la televisión. No consumir cualquier cosa que está ahí nomás. Creo que hay que ser mas exigentes, sobre todo ahora que tenemos un poco el sartén por el mango porque los otros medios que hoy existen, que han reducido a la televisión a otro espectro, nos permiten poder muñequear un poco y pedir más. Y soñando la creación de un canal cultural, ojalá el público lo pidiera. Y que el público sea el que exija su derecho a una cultura, a un acceso a la cultura. Eso es lo que necesitamos, no nosotros exigir que nos dejen de recortar, sino que el pueblo exija su derecho a la cultura. A eso tenemos que llegar.