El reconocido actor nacional fue invitado al podcast “Impacto en el Rostro”, donde repasó sus roles más recordados en televisión.
Tu debut en teleseries fue en “De cara al mañana”, con la dirección de Jorge Pedreros, donde interpretaste a Claudio Castañeda. ¿Cómo recuerdas este debut en el ’82, un año después de la consolidación del género, gracias a “La Madrastra”?
Es interesante porque yo no sé si hicimos televisión, porque los Pedreros tenían una productora aparte. Entonces, era igual que ahora, que están produciendo teleseries fuera de los canales, que tú vas a TVN y está vacío, vas a Canal 13 y está vacío, vas a Mega y está vacío, porque están todas las producciones haciéndose en otros lugares, en otros galpones. En ese tiempo se hizo esa teleserie fuera también y en locaciones reales. Y Fernando González fue llamado a dirigir actores, entonces él fue quien hizo el casting, y por ahí llegue yo y llegamos todos. Para mí y para todos era súper nuevo. Éramos todos muy jóvenes, nadie había hecho televisión. Y era una teleserie bien loca porque de repente había números musicales. (Ríe) Era bien extraño, porque yo cuando vi la película «La La Land», dije… “¡qué loco!” porque, no vas a comparar, pero el año ’82, en Chile, con el «Jappening con Ja», dirigiendo una teleserie, era muy loco porque, la censura, el exilio, la tortura, la muerte, la persecución, era todos los días. Entonces, estar en televisión, con el «Jappening con Ja», haciendo una teleserie, era lo más raro que a mí me ha pasado en la vida. Sin embargo, yo pude vivir y pude pagarme un viaje a Londres con esa teleserie donde yo fui a audicionar, como cualquier mortal, con mil quinientos postulantes, a una escuela de teatro. Y yo quedé en esa escuela. Eso me permitió a mí esa teleserie.
En el ‘91 fuiste Pedro Pablo Oroz, en “Volver a Empezar”, una teleserie que intentó hablar de exilio y detenidos desaparecidos, en un año bisagra, entre la dictadura y la vuelta a la democracia. ¿Sientes que estuviste en una producción valiente o la recuerdas con frustración?
Estuve en una producción que no pudo decir las cosas como eran. Porque yo estimo que la dictadura se está acabando ahora. Entonces, en ese tiempo de transición lo que se escribía era censurado. Esa teleserie fue muy censurada. Y la amenaza siempre fue la misma, la misma que hizo Sutil, el director de la CNP, el director de los empresarios de Chile, que en realidad es el Presidente de Chile. El señor Sutil, cuando la Mónica Rincón en CNN Chile le dijo, “usted en un momento por nuestra cobertura en las noticias retiró los avisajes, los spots de sus empresas”, él le respondió, “yo tengo derecho, yo pongo mi plata donde yo quiero”. Lo que sucedió en esa teleserie, lo que ocurrió en muchas teleseries. Me acuerdo que hay un chisme, que no sé si es verdad o si es mentira, puede que sea un mito, un secreto a voces, cuentan que uno de estos avisadores en esa teleserie dice, “a ver, a ver, a ver, si vamos a andar contando muertos en la teleserie, yo retiro mi avisaje inmediatamente. Así que, paren ese cuento, aquí no hay desaparecidos, aquí no hay muertos y me cambian la teleserie”. Y se cambió la teleserie. Y “Volver a Empezar” es una teleserie súper valiente, con un elenco maravilloso, con un director maravilloso, en un momento que pensamos con ingenuidad que podíamos hablar, que podíamos decir las cosas, y no fue así. Porque este país pasó a ser gobernado por los empresarios. Y pasó con Sutil, hace un año, sigue existiendo eso. “Tú no cubres las noticias como yo quiero, te quito el auspicio y se acaba tu canal”. No estamos muy lejos de lo que ocurrió hace años.
¿El elenco de “Volver a empezar” comentaba la situación abiertamente?
No sé si tan abiertamente, pero lo sabíamos, porque era evidente, porque los capítulos cambiaban, porque te quitaban un capítulo, te llegaba otro, porque había una escena que estaba borrada, porque después se editaba de otra manera, en fin, eso lo puede contar mejor el director, Vicente Sabatini, lo puede contar él maravillosamente bien, porque tiene una memoria increíble y es un director tan importante, con tanta historia. Yo creo que el día que Vicente escriba sus memorias va a ser muy importante. Eran momentos muy duros, en todo nivel. Yo me acuerdo que había llegado de Inglaterra, hace muy poco, era la época de los punks, de los pelos, de la música, de los colores, de los aros, de los pearcing. Y yo terminé la escuela, me puse un arito, volví a Chile y fui a filmar. Y un diseñador súper importante, que hacía la ambientación, se me acercó y me dijo, “Alfredo, perdona, pero, en súper buena onda, sácate ese aro, porque te vas a quedar sin trabajo”. Y tuve que sacármelo. Y tuve que maquillarme el hoyito de la oreja. Porque era de maricón usar aros. ¿Me entiendes los niveles? De que alguien se podía quedar sin trabajar en televisión por ser maricón o por creer que eras maricón, o por usar un aro. Entonces los niveles de censura eran tan transversales, que no había lugar seguro. Y tú decías, “si yo no trabajo, ¿con qué como?” “¿Y si no hay teatro? ¿Y si no hay Fondart? ¿Y si no hay nada, de que vivo?” Entonces, había un sometimiento, había que acatar.
¿Sabías que “Volver a Empezar” es considerada por el público como una producción de culto?
Qué loco, porque, privadamente para mí también lo es. Pero no había entendido hasta que tú me lo dices, que estaba tomando un nivel de importancia o de discusión entre la gente. Qué bueno. Efectivamente, lo más potente de mi personaje era el rechazo y la negación de la madre, de toda esa historia. El tema que trataba la teleserie y la desesperación de no haber podido tratarla en plenitud, lo que hablaba la teleserie, por la censura que fuimos víctimas, nos dejó a todos con un sabor muy muy triste. Y ese personaje que era un facho de los cuales hubo muchos y sigue habiendo, que no aceptaba la historia en el pasado ni en el presente, y anclado en una cuestión moral muy fuerte. Pero que tampoco se pudo desarrollar mucho.
En “La Fiera” y “Romané” interpretas a tus roles más reconocidos en televisión; Ernesto Lizana y Lazlo California. ¿Te molesta que aún las personas te sigan preguntando por estos personajes?
No, la gente es muy cariñosa. La gente es extremadamente cariñosa. La gente ama esas teleseries. Las está viendo la gente joven, ahora producto del encierro. Y es muy lindo, ¿cómo uno va a negar su pasado? Eran teleseries maravillosas que cumplían una labor social tan importante, de viajar por Chile. Entonces, yo no tengo arrepentimientos ni tonteras con nada que yo he hecho, porque siento que fueron bellos momentos. Esos diez años de TVN fueron los momentos más gloriosos de la televisión chilena, desde el punto de vista creativo. Había humor, había cierta liviandad en algunos casos, en momentos y personajes, pero había muy buenas historias, había gente que trabajaba realmente. Ernesto no era simplemente avaro. Ernesto trasladaba gente que trabajaba en Chiloé. Que dependía de su trabajo. Sí, era gracioso, había escenas que no podíamos parar de reírnos, no podíamos filmar. No podía el equipo entero seguir filmando porque eran ataques de risa. Con Lazlo California, también. Pero, eran personajes que vivían la vida también, el amor de verdad, con sinceridad, trabajaban, tenían solidaridades con la comunidad, había un tema político, suave, yo entiendo, pero había una dimensión política. Los taxistas, yo por vejez y por miedo, me voy en auto a los lugares donde voy. Y me han comentado “Puertas Adentro”, la pareja gay de Alarcón con Pepe Soza. El otro día un taxista me dijo que era lo más emocionante que había visto. “Es lo más hermoso que he visto de una pareja gay vieja. ¿a quién se le ocurrió?” Ahora no hay ninguna película al respecto, no hay tema, y en esos años, Vicente Sabatini trataba esos temas. El VIH, la pareja gay vieja, la toma. El taxista de hoy día me comentaba que estaba viendo “El Circo de las Montini”. Y ahí me dijo, “me puse a llorar… porque el alzhéimer, ese papá, Pepe Soza, perdido en la calle, se lo olvidan las rutinas, lloré a moco tendido”. Eran teleseries épicas, que tocaban momentos e historias que a la gente le interesaban, les impactaban. Y yo creo que en Chile no había tantos casos de alzhéimer, pero estaban empezando. Ahora ver esa teleserie y que, a un payaso, que hace su rutina que son improvisaciones, se le olvidara el texto y le rogara al hijo que por favor no lo delatara, huevón, yo me emociono ahora de contarla. Entonces, ese nivel de teleseries, la gente las amaba. Y las ama. Y yo lamento mucho que se haya perdido esa línea.
En “Pampa Ilusión”, interpretaste a Eulogio Martínez, un personaje en tono comedia en una producción marcada por conflictos sociales. ¿Sentiste que tu personaje desentonó con el resto de las historias?
Yo creo que me pasé dos pueblos. Yo creo que me fui un poco al chancho, pero ya era muy tarde para retroceder y Vicente, el elenco y todo el mundo lo aceptó. Ese personaje yo lo hice basado en un actor de apellido Álvarez, no me acuerdo el nombre, un actor que trabajo con Alejandro Goic, que murió hace muchos años y que hablaba así, con la voz tiritona. Y yo me basé en él para hacerlo, pero creo que me pasé de revoluciones, que era un poquito exagerado, pero también quisiera aclarar que también era un personaje político. Porque ese personaje, además de cómico, era un personaje que era un estafador y que estafaba a quienes no se podía estafar. Entonces, era un personaje de una ética de otra calaña. Las teleseries tocaban, no solamente el mundo popular y trabajador. No solamente trabajadores peruanos, no solamente la aristocracia, no solamente la explotación, no solamente la falta de dignidad. También había un personaje que era un sicópata, que seducía a las señoras, seducía a la chica joven un poco tontona, para robar. En esa teleserie no había gente solamente cómica, solamente rica, gente solamente pobre. Había gente pobre arribista, miserable, súper cariñosa, afectuosa, solidaria, trabajadora, había gente rica con ideas súper avanzadas. Me acuerdo del rol de Blanca Lewin, esta aristócrata que llegaba, feminista, luchadora. Eran personajes tridimensionales, no eran personajes solamente pobres, solamente cómicos, tontos o lindas. Eran teleseries que le exigían a uno darle diferentes capas, dimensiones humanas. Y claro, yo hacía comedia, pero mientras hablaba y coqueteaba con la señora, miraba para el florero que me iba a robar, le robaba la cartera, planificaba. Iba donde las putas, no pagaba las putas. No sé, había toda una historia también bien política. Eran personajes muy lindos, muy ricos, muy poderosos.
En una de tus redes sociales vi que tenías una foto de Eulogio. ¿Por qué la elegiste? ¿Le tienes especial cariño a este personaje?
Porque me gusto la foto. No vamos a ser todo el rato antipáticos y serios. (Ríe) Obvio, uno tiene vanidades. Y vi esa foto, me encontré con ella y dije “qué linda la foto, la voy a poner”. Y ahora que me dijiste, la voy a cambiar (ríe)
En “Los Pincheira” fuiste Floridor Carmona, uno de los fieles peones de Martín Ortúzar, interpretado por Álvaro Morales. ¿Qué recuerdos tienes de este rol?
Pésimos. (Ríe) ¿Por qué? Yo fui educado, mi escuela pertenece a esa escuela donde las estrellas no existen. Entonces en las teleseries uno hacía personajes protagónicos, secundario, ultra secundarios. Pero Floridor, para mí, fue un poquito un golpe, porque yo llegaba al canal a las 7:30 de la mañana y tenía que abrirle las puertas a Álvaro Morales, todo el día. Yo iba al canal y decía “sí señor, no señor”. Y abrir y cerrar puertas. Y me dio rabia. Pero tenía unas escenas lindas que tenían que ver con la pareja. Y que él era un golpeador y un alcohólico. Entonces, eso era lindo, pero yo nunca entendí por qué la gente me hablaba del personaje. Yo decía “eso no es un personaje, ésa es una aparición”. No alcanzaba el nivel de personaje. Sin embargo, la gente lo comentaba y lo imitaba. Yo pensaba, puede que no haya personajes chicos, también. Que uno le pueda dar una profundidad. Vicente es un director que siempre se preocupó de eso, de que no haya actores que estén en cuarto plano, inventaba escena, escribamos escenas, pero obvio que era un personaje súper minoritario. Igual hay películas en donde yo hago dos escenas o cuatro escenas, otras en que estoy en las trecientos nueve escenas, me da lo mismo. Solamente digo, son cuatro escenas, me da lo mismo, pero que sean escenas contundentes, donde yo como actor me sienta exigido, pueda trabajar y que sean importantes para la historia. No me importa la cantidad, me importa la especificidad, la materia de las escenas. Pero con Floridor, para mí, era súper ingrato llegar todas las mañanas a decir, “sí señor, no señor”. “¿Esta listo el caballo?” “Sí, señor”. Yo decía, “¿me pueden dar un texto, una escena?” Pero por esa razón, no porque haya sido un personaje pequeño. Ahí surgieron algunas escenas de violencia intrafamiliar súper interesantes. Y ahí yo me llevé bien con el rol, con la producción, con todo.
¿Por qué no quieres hablar de tu personaje en “Versus”, la teleserie del 2005? ¿No te gustó ese rol?
No, no voy a emitir juicios, pero fue una teleserie como de transición. Yo creo que hay un punto en TVN en que algo pasó, que yo no lo sé, que las cosas cambian. Que el equipo creativo, en donde el directivo de TVN deciden no viajar más, no hacer teleseries de esas historias y deciden hacer teleseries adaptaciones de Argentina, teleseries tiradas un poco al lado humorístico o al lado menos profundo. Y son opciones, de las cuales yo tengo mi juicio, pero a quién le importa. No me sentía en la comodidad ni en el deseo de hacer lo que estábamos haciendo y empieza el desgrane, en que les empieza a ir pésimo con las teleseries y de los 40 puntos de rating, 50 puntos, 60 puntos, bajan a 8, a 5, las cortan, las sacan. ¿qué pasó? A un grupo de personas se les ocurrió que lo que estábamos haciendo no era bueno. Entonces, ahí hay una crisis, que tiene que ver con la escritura, con los temas, con los elencos. Era lindo lo que pasaba, la Quena tenía un elenco, buenísimo, con Pesutic, con la Rivadeneria, con la Coca Guazzini, con miles de actores jóvenes, con gente mayor, y estábamos los del elenco de Sabatini, que éramos otros y nos reíamos los uno de los otros. Que yo era para Sabatini el equivalente a Pesutic del otro elenco. Pero nos queríamos, había humor, había respeto, las teleseries eran lindas, también. Pero de pronto, surge esta crisis que nunca nadie ha explicado. Y yo tengo una exigencia como política, de que alguien dé los nombres. ¿Cuál era el directorio de TVN que dijo, no viajemos más? “¡Es muy caro!” Y bajaron a 15 puntos, 7 puntos, 4 puntos, como Piñera.
“La Doña” fue tu última teleserie, en donde tomas la decisión de no seguir en el género. ¿Cómo se lo tomó Sabatini? ¿Cuál es tu relación hoy en día con el director?
Yo tengo dos directores que son súper importantes. Uno de ellos, y no sé por qué la gente lo olvida, es Óscar Rodríguez. Óscar fue y es un gran director. Hizo teleseries notables. Pero el pago en este país es una miseria. Óscar está muy enfermo y no hay nada en torno a él. Y a mí, en aquella época, me dijo un día, “tengo un personaje para ti, para una teleserie”. Uno llegaba a llorar cuando te llamaban de una, porque era la única forma de vivir, porque no había nada. Entonces, cuando te llamaban de una teleserie, yo respiraba porque tenía ocho meses de vida, yo guardaba la mitad de mi plata para los otros ocho meses en que yo no estaba en teleseries. Oscar un día, en Canal 13, me dice, “tengo un personaje para ti, un personaje precioso, en ‘¿Te conté?'». Un personaje cómico, pero yo le dije… «Óscar, yo nunca he hecho nada cómico en mi vida. Ni en la escuela, ni en el teatro, ni en televisión”. “Bueno, ahora lo vas a hacer”. “Yo no soy capaz de hacerlo, yo no sé hacer comedia”. “Vamos, vamos a leer”. Y me llevó a una sala. Era un personaje, el Frula, que era un jinete de caballo, flaquito, chiquitito, como era yo en esa época, que era tartamudo. Y me dijo, “ya, lee”. Y yo había hecho un personaje en la escuela de teatro de la Chile que era tartamudo. Y yo me acordé de eso y comencé a leer. Y me dijo, “genial, lo vas a hacer tú”. Y me fui aterrado a mi casa. Me tocó grabar la teleserie y cachaba en los camarógrafos que provocaba mucha risa. Y fue la primera comedia de la vida. Y descubrí que podía hacer comedia. Imagínate la apertura para mí como actor. Y cuando le dije a Vicente que no seguía, fue un momento muy duro. Yo reconozco que cometí un error humano, súper malo. Porque Vicente es un gran amigo y fue una persona que confío mucho en mí. Pero yo estaba muy mal anímicamente. No justifico nada, pero yo estaba súper mal y no daba más. Estaba biológicamente mal, estaba enfermo, con un estado de ánimo muy malo. No me gustaba grabar, no me gustaba nada. Y me fui ahí, cometí un error muy grande, del cual yo le pedí perdón, disculpa, y el como buen ser humano que es… somos muy buenos amigos hasta el día de hoy. Pero fue un momento en donde yo le pedí perdón. A él y a la producción. Y les expliqué. Les dije, “yo estoy anímicamente muy mal. Me cuesta levantarme, no quiero ir a grabar, no tengo ganas de memorizar, no tengo ganas de inventar cosas para las escenas. Estoy deprimido”. No patológicamente, pero estoy deprimido. “Quiero que termine la grabación”. Y después, yo lo decidí, me fui, y me llamaron para la siguiente y yo les dije, “no, muchas gracias”. Y casi se murieron. “Pero ¿cómo, de qué vas a vivir?” “No sé, ahorré un poco de plata, tengo un teatro. Algo haré”. Me fui a la calle, pero también entendí que yo no podía seguir con ese estado de ánimo, tratando mal a la gente, llegando con cara de cualquier cosa a filmar, nadie se merecía mi ánimo, mi mal ánimo. Yo tenía que irme de ahí. No hice más teleseries, hice series, que me encantan. Y ahora, la cesantía total.
¿Cómo has enfrentado, desde lo laboral, la pandemia?
Estamos diez meses sin trabajo. Y tú puedes decir, “este huevón no necesita nada”. No, yo soy consciente de mis privilegios, y he sido, por mi educación, un gallo súper prevenido. Yo cada vez que trabajo, tomo parte de mi dinero y lo ahorro. Entonces, cuando vinieron estos diez meses yo tenía donde recurrir. Pero han sido meses espantosos, con el teatro cerradísimo. Y no nos dejan abrir. Y tú no entiendes por qué está abierto un mall, que esté lleno de personas el registro civil, en las calles, en las micros, en los metros. Y no puedan ir a un teatro, en donde las funciones serían súper resguardadas. No hay posibilidad ni una de contagio. Y tú dices, “qué loco”. Pareciera una especie de vendetta, nos caen mal, no queremos que funcionen. Tuvimos que abrir el rubro a “La Memoria” a producciones audiovisuales para poder vivir. Estamos filmando obras de otras personas, con todo el equipo.
¿Existe la posibilidad que teatro “La Memoria” se habrá al mundo digital?
Lo vamos a hacer, pero ya como que cerramos el año. Mi problema con estas plataformas, que está comprobado científicamente en Chile y afuera, que la gente no quiere más. El público trabaja en la plataforma, educa a sus niños, habla con sus parejas, ve porno, hace el amor. ¿Y además ver teatro en las plataformas? Entonces, hace unos meses la gente duraba 20 minutos aproximadamente. Ahora vamos en 10 minutos, la gente no está soportando ver nada más en plataformas. He hecho seminarios, he hecho clases, he hecho todo lo que se he podido hacer, uno para poder vivir, y lo otro, porque caché que la gente tenía necesidad de estar acompañada. Y más que nada hablar. Los conversatorios post obras era como “no hablemos nosotros, dejemos que hable la gente”. Y también ha pasado algo súper ingrato, debo decirlo. He recibido ofertas de trabajo por cien mil pesos, por doscientos mil pesos. Eso a mí me da una tristeza muy grande. Me llamaron, hace un mes, a un proyecto hermoso, pregunté por el presupuesto. Doscientas lucas. Y para los actores, 100 lucas. Hablé con los actores, una de ellas me dijo, “Alfredo ¿100 mil pesos después de 10 meses sin trabajo?”. Me dan ganas de llorar, pero es lo que estamos viviendo. Por un lado, un amor irracional, solidario, hermoso, como las personas que van a ir el domingo a filmar mi obra, que es puro amor. Y al lado de eso, gente de producciones súper importantes, universidades privadas súper importantes, 100 mil pesos. De verdad que no corresponde.