Desde la polémica artificial de Eduardo Bonvallet con Giorgio Jackson no se veía una discusión como la que se dio en “Vértigo”. En una claro y acertado recurso efectista, Canal 13 decidió hacer un “cara a cara” entre la comediante Daniela “Chiqui” Aguayo y el cantautor Alberto Plaza, protagonista de una de las polémicas más llamativas del pasado Festival de Viña. Ambos se mantuvieron en sus posturas, la “Chiqui” defendiendo su show en Viña y Plaza insistiendo en sus críticas epistolares en “El Mercurio”.
Lo que vimos ahí fue un verdadero “choque de civilizaciones”, un duelo entre dos personas de distinto nivel cultural, con distintas formas de ver la vida, y donde casi no hubo posibilidades de establecer una comunicación efectiva. En esta pasada voy por Alberto Plaza. El cantautor fue todo un caballero, un gentleman. Nunca perdió la calma, no se salió de sus casillas, y buscó siempre el diálogo en una circunstancia donde muchos otros habríamos mandado a la cresta a la contraparte. La “Chiqui”, por el contrario, evidenció nula capacidad de empatía y diálogo, falta de argumentación y una mente obtusa, cerrada y poco sofisticada. Nunca escuchó a Plaza y se lanzó a atacarlo sin compasión, para después victimizarse cuando Plaza la trató con bastante razón de ”limitada” y la dejó de «indecente». En resumen, fue como un duelo entre un esgrimista olímpico y una flaite con un estoque. En su pequeña intervención al final de la discusión, Julián Efelbein expresó discrepancias con Plaza de mucha mejor manera que todo lo que balbuceó la “Chiqui”.
Me pregunto cómo hubiera sido este debate si en vez de la “Chiqui” hubiera estado Natalia Valdebenito, Kena Lorenzini o alguna otra feminista más preparada. Claramente existen mucho mejores representantes del pensamiento feminista que la “Chiqui”, que confunde la «evolución» y la libertad de expresión con la ordinariez brutal y sin sustento. Para mí no es tema el uso de recursos vulgares. El último que triunfó con humor 100% blanco en Viña fue Ruperto hace más de 10 años, y rutinas festivaleras recordadas y elogiadas como las de Stefan Kramer, Jorge Alís, León Murillo, Edo Caroe, Natalia Valdebenito, Rodrigo Villegas y Fabrizio Copano tuvieron elementos bien cargados a lo picante. El tema es que ella abusó del recurso, y su discurso tenía un milímetro de profundidad. Resulta llamativo que Daniel Vilches y Paty Cofré, dos comediantes cuyo fuerte en sus rutinas incluye decisivamente el uso de garabatos, la criticaron por su exceso de vulgaridades.
Lo único que se le podría criticar a Alberto Plaza es que se haya prestado a este debate. Plaza está varios escalones por encima de “Chiqui” Aguayo en cuanto a nivel artístico. Plaza es conocido y respetado en toda Latinoamérica, mientras que, de seguir en esa postura, veo difícil que la “Chiqui” pueda actuar en el extranjero como lo hacen Natalia Valdebenito y Fabrizio Copano.
El público terminó apoyando a Plaza y eliminando a la comediante. Algunos le criticaron al cantautor que se riera de buena gana con la rutina de Yerko Puchento, que fue cualquier cosa menos “familiar”, pero creo que ello le sirve para afirmar que no es tan conservador y pacato como se le ha querido caricaturizar.
El episodio Plaza versus Aguayo es una muestra de la guerra valórica en la que estamos. Hay muchos que quieren cambios ahora y repudian cualquier dilación por justificada que sea, y hay otros que añoran el orden del pasado y no saben qué hacer en un mundo tan cambiante donde muchas cosas que consideraron obvias toda su vida ahora pasan a ser discutibles y hasta cuestionables. El tema es hacer que ambas mentalidades dialoguen, lo que por ahora se ve complicado.