El miércoles 03 de marzo pasado, el columnista de New York Times Charles Blow escribió un una nota a propósito del reciente retiro de las librerías estadounidenses de algunos de los libros de la clásica colección del Dr. Seuss debido a que en sus páginas hay dibujos e ilustraciones de chinos y africanos que, para los estándares actuales, son considerados prejuiciosos y racistas que dio la vuelta al mundo. Blow insinuó -muy al pasar, hay que decirlo-, los casos de dos insignes personajes secundarios del universo Looney Tunes: Pepe Le Pew y Speedy González. Al zorrillo apestoso cargante de acento afrancesado lo acusó de “normalizar la cultura del acoso y la violación”, mientras que al “ratón más veloz de todo México” lo hizo responsable de, a través de su entorno de fantasía, extender prejuicios raciales respecto de los mexicanos como “borrachos”, “flojos” y “letárgicos”.
Curiosamente, la polémica se centró en Pepe Le Pew, un personaje que hasta la fecha había sido considerado «family friendly» sin ningún problema, pero que ahora es mirado con suspicacia y resquemor. Siendo objetivo, Pepe es indefendible. Es un acosador insistente y pegote, que en la vida real habría sido merecedor de más de una buena golpiza. Quizás por coincidencia, Pepe fue sacado de la nueva versión de «Space Jam», la misma en la que se muestra una versión menos curvilínea de la coneja basquetbolista Lola Bunny. Sin embargo, el zorrillo apestoso afrancesado no es el único de su especie en el mundo de la TV infantil. Las redes sociales se llenaron de referencias a Johnny Bravo (versión humana e igualmente repelente de Pepe); a Pucca y su incesante persecución a Garu; a la “intensamente cariñosa” Elmyra de los Tiny Toons; a los Animaniacs y sus piropos a la enfermera rubia (curiosamente desaparecida en el reciente reboot de la serie vía Hulu); a Lucy “joteando” descaradamente a Schroeder mientras toca el piano en la serie “Peanuts” (Charlie Brown); a Miss Piggy haciendo lo propio con la Rana René en Los Muppets; e incluso las recordadas insinuaciones de la Bruja del 71 hacia Don Ramón en el “Chavo del Ocho”. Ni hablar del manga japonés, en particular de ciertos personajes como el viejo pervertido del Maestro Roshi.
El revisionismo en torno a productos culturales del pasado viene desde hace tiempo, como atestigua este video del 2015 del Youtuber Dross. A mediados del año pasado, la plataforma de streaming HBO Max sacó temporalmente de su parrilla la histórica película “Lo que el Viento se Llevó” “como una manera de no contribuir a perpetuar los estereotipos que ahondan en la discriminación racial”. A esta joya del Séptimo Arte se le ha acusado durante años de “ofrecer una visión idealizada de la esclavitud desde el punto de vista de los blancos de las grandes plantaciones del sur de Estados Unidos”. Paralelamente, la aparición del registro fílmico del celebrado musical de Broadway “Hamilton” a través de Disney+ abrió las compuertas de un análisis crítico en torno a la ópera prima de Lin-Manuel Miranda. De ser alabada de forma casi unánime y considerada la obra cultural “progre” por excelencia en su momento, «Hamilton» pasó a recibir serios reproches por dar poco énfasis al tema de la esclavitud y blanquear las actuaciones al respecto de los “padres fundadores” de los Estados Unidos.
¿Y cómo andamos por casa? Las recordadas rutinas de los Café Concert de Coco Legrand de los años 80 y 90 del siglo pasado como “Con la Camiseta Puesta”, “No Voten Por Mi”, “La Década de un Coco” y “¿Qué se Teje”?, que fueron grito y plata en su momento, están llenas de alusiones racistas, clasistas, homofóbicas y hasta sobre pedofilia que ahora no se podrían contar; en el Festival de Viña de 1990, el conjunto humorístico Pujillay presentó una rutina donde hicieron un desvergonzado escarnio de la cantante argentina María Martha Serra Lima y su sobrepeso, que si la repitieran ahora les traería muchos problemas; recuerdo haber visto rutinas en “Morandé con Compañía” en las cuales parodiaban de forma muy inhumana los patéticos shows de la cantante británica Amy Winehouse previos a su trágica muerte, cuando se presentaba a cantar alcoholizada. Ni hablar de los “Viernes sin Censura” de «Mentiras Verdaderas» ni de ciertos sketchs clásicos del «Club de la Comedia» como “El Hombre Ardiente” (otro émulo de Pepe Le Pew), las “Tortilleras” y “El Celoso” (estos dos últimos protagonizados por la actual ícono feminista Natalia Valdebenito). Podríamos encontrar detalles inaceptables para los ojos actuales en muchas rutinas que fueron grito y plata en Chile en el pasado, incluyendo comediantes considerados en su momento «blancos» (Firulete) o «de salón» (Juan Verdaguer). Me pregunto si las rutinas de señeros radioteatros como “Radiotanda”, “Hogar Dulce Hogar” o “La Bandita de Firulete” pasarían los estándares actuales.
Creo que cada producto artístico y cultural tributa a su contexto histórico, y por ello hay que considerar su época de origen a la hora de analizarlos. Los artistas suelen hacen su obra ciñéndose al “rayado de cancha” valórico y cultural del momento. El humorista que contaba chistes homofóbicos en el pasado, no lo hizo (necesariamente) por maldad, sino porque en ese momento eso estaba dentro del “rayado de cancha”. Se toleraba, aceptaba o incluso se consideraba un recurso efectivo para sacar risas, y nadie ponía reparos al respecto. Si en el 2021, con otro “rayado de cancha” en el que esas rutinas resultan inadmisibles, insistiera en el humor homofóbico, claramente merecería reproche y hasta funa por no saber leer y adaptarse a los tiempos. Sin embargo, ¿tiene que disculparse y pegarse en el pecho por rutinas realizadas en el pasado, en otro contexto, por las que probablemente fue aplaudido y elogiado? Personalmente creo que no. Sería interesante ver las reacciones de las nuevas generaciones ante productos culturales del pasado, y que a partir de ello se generara una discusión acerca de los cambios de “rayado de cancha” valórico a través del tiempo. Sería bueno también analizar lo que pasa con el género urbano (reggaetón + trap + bachata tipo Romeo Santos), que está “pasando colado” de esta discusión siendo que sus contenidos son mucho más explícitos que cien caricaturas de Pepe Le Pew.
La explicación de Warner Media y HBO Máx por la salida de la parrilla de “Lo que el Viento se Llevó” me representa al 100%: «‘(…) es un producto de su época y representa algunos de los prejuicios étnicos y raciales que, desafortunadamente, han sido habituales en la sociedad americana. Estas representaciones racistas eran erróneas y siguen siéndolo ahora, y creemos que mantener este título sin una explicación y una denuncia de esas representaciones sería irresponsable. Estas representaciones están definitivamente en contra de los valores de Warner Media, así que cuando la película vuelva a HBO Max, lo hará con una exposición de su contexto histórico y una denuncia de esas representaciones, pero lo hará como fue creada originalmente, porque hacerlo de otro modo sería lo mismo que asegurar que esos prejuicios nunca existieron. Si queremos crear un futuro más justo, equitativo e inclusivo, primero debemos reconocer y comprender nuestra historia». No solamente se puede, sino que se tiene que mirar el pasado desde una perspectiva crítica, pero intentar borrarla es un error. La manera de combatir el racismo, la homofobia, la cultura del acoso y otros males no es haciendo como que nunca existieron, sino que encarándolos de manera valiente y crítica.