Fernando Villegas se sumó a la lista de personalidades públicas implicadas en acusaciones de acoso sexual. El portal Web del Semanario “The Clinic” incendió la pradera con un reportaje de los periodistas Alejandra Matus y Benjamín Miranda en donde se relataban conductas repetitivas de acoso sexual, piropos brutales de galán reggaetonero, maltratos y prepotencia verbal de parte del histórico panelista de “Tolerancia Cero”. A partir de ahí, la cotidianeidad de Villegas se derrumbó en menos de 24 horas. Radio Agricultura, estación donde era uno de los puntales y tenía tres programas diarios, no se demoró nada en mandarlo al congelador, y el Diario La Tercera le quitó su artículo del suplemento Reportajes. El egresado de sociología se ha defendido como gato de espaldas, ninguneando el artículo, quitándole importancia a los hechos de los que se le acusa (“hago lo mismo que hacen millones de chilenos”) y denunciando una supuesta conspiración con motivos políticos. Por su parte, sus hijas Mariana y Florencia cerraron filas en torno suyo con una sentida carta difundida a través de Facebook y Twitter.
Sin perjuicio de que este asunto aún no se ha judicializado y que, de suceder ello, no parece muy claro hasta ahora que sus actitudes sean constitutivas de delito, las evidencias de su conducta tóxica son abrumadoras. Contra lo que sostiene, el reportaje se evidencia como sumamente serio y consistente. Una de las realizadoras, Alejandra Matus, es una de las mejores periodistas de investigación del medio nacional, al nivel de Mónica González y María Elena Monckeberg. Es autora del “Libro Negro de la Justicia Chilena”, trabajo que causó un terremoto en el Poder Judicial y por el cual tuvo que pasar una temporada de exilio en Estados Unidos. En total hay alrededor de 30 denuncias, provenientes de fuentes diferentes (maquilladoras, periodistas, modelos, etc), que trabajan en medios diferentes y que por lo mismo resulta imposible que se hayan coludido; sus conductas fueron corroboradas por colegas como Monserrat Alvarez y Polo Ramírez, por compañeros de panel en “Tolerancia Cero” como Fernando Paulsen, Matías del Río y Patricio Navia, e incluso por antiguos jefes como Jaime de Aguirre. La tesis de la “conspiración marxista” se derrumba al toque al constatar que, entre los denunciantes, hay críticos enconados de la izquierda como la Doctora María Luisa Cordero (la primera en plantear el tema hace años), personajes de derecha como la ex senadora Lily Pérez, y algunas dentro de la propia Radio Agricultura, reconocida trinchera comunicacional del mundo conservador.
Villegas se suma a otros que están pagando por sus conductas indeseables del pasado. Lo suyo es claramente de menor cuantía respecto a lo de Herval Abreu y Nicolás López, pero supera holgadamente en gravedad a los twitteos pendejos de Jorge Baradit y Francisco Ortega. Hasta donde se sabe, Baradit y Ortega no pasaron más allá de las pelotudeces que escribieron, y además se habían arrepentido y cambiado de conducta hace tiempo, algo que hasta ahora Villegas no ha realizado ni pretende llevar a cabo.
Recuerdo cuando Fernando Villegas fue entrevistado en una edición del programa del Canal 13 «El Triciclo» a inicios de la década pasada. En ese programa le tocó compartir con la psicóloga María Eugenia Weinstein, que se puso a hablar de la importancia de las emociones y de la inteligencia emocional. Se enfrascó en un debate con ella en el cual en términos simples dio a entender que miraba totalmente “a huevo” el tema de las emociones. Los hechos recientes hacen que esto haga mucho sentido. Fernando Villegas es un ejemplo “de manual” de que la inteligencia “académica” y la inteligencia emocional no necesariamente van de la mano. Así como no se le puede negar su inteligencia, cultura y potencia intelectual, lo ocurrido evidencia su brutal analfabetismo emocional y su nulidad absoluta en lo referente a las llamadas “habilidades blandas”. No es nada nuevo ni raro. Los que alternamos en ambientes académicos nos hemos encontrado en más de una ocasión con verdaderos “pelmazos emocionales” llenos de títulos, posgrados y hasta premios, que no dudan en sacártelos en cara en caso de conflicto.
Villegas no niega sus conductas, en particular los «piropos» a las mujeres. Incluso las admite, e insiste en considerarlas «normales». Si quería lanzar piropos, podría haber extraído ideas para ello de Neruda, Becquer, Lord Byron, Victor Hugo y cualquier otro poeta o trovador a los que seguramente ha leído. Referencias tenía de sobra. Sin embargo, dada la vulgaridad de las frases que les “dedicaba” a sus compañeras de labores, parece que más bien optó por «inspirarse» en Bad Bunny, Maluma o Daddy Yankee. Si se quería “hacer el lindo” con las mujeres, claramente nunca supo hacerlo, y terminó rompiendo records de torpeza y toxicidad emocional. Logró lo imposible: hizo ver como un “gentleman“ refinado y agradable a Emeterio Ureta.
Para poder desarrollarnos y lograr cosas, inevitablemente necesitaremos trabajar en grupo, con otras personas. Ni siquiera los grandes genios pueden prescindir de ello. Y eso te obliga a llevarte bien con ellos, aunque sea en términos formales. Los personajes emocionalmente tóxicos como Villegas son tan perjudiciales para el grupo que cualquier beneficio producto de sus talentos y capacidades se ve completamente anulado. No importa lo capo, seco o talentoso que seas. No importa lo mucho que sepas. Si tratas mal a otros (en especial a tus compañeros de labores), si no muestras un mínimo de empatía, simplemente no sirves para trabajar en grupo. Títulos, trayectoria, talento, logros, conocimiento, etc. NADA te exime de la necesidad imperiosa de ser buena gente. NADA te autoriza a comportarte como un vil hijo de puta con los demás.