Después de más de seis años de liderazgo odiosamente incontrarrestable, el 2021 Mega lo perdió a manos de Chilevisión. Sus condicionamientos ideológicos y la lentitud para reaccionar al estallido social fueron decisivos para esto. El primer canal privado de la TV chilena está buscando fórmulas para recuperar el trono, lo que ha implicado un giro importante en su línea editorial.
Hasta antes de este “imperio de Mega” había una constante rotación en la cima entre TVN, el 13 y hasta CHV en la época del Festival de Viña. El fallecimiento de Ricardo Claro el 2008 y el traspaso de la propiedad del canal desde el Grupo Claro al holding Bethia el 2011, marcaron el inicio de un progresivo “aggiornamiento”. Fue quedando atrás su pasado de canal mojigato con una línea editorial conservadora en lo valórico, con los curas Hasbún y O’Reilly haciendo comentarios religiosos, pero transando esos valores por rating al tolerar programas como “Mekano”, “Morandé con Compañía” y “El Show de Che Copete”, de contenidos claramente incompatibles con esa línea editorial, pero que estaban en su época de oro y atraían rating y avisadores a la estación.
Empezó a llegar aire fresco a Mega. Mandaron a los curitas a rezar a sus parroquias y se dedicaron a hacer televisión comercial sin complejos ni contemplaciones. El departamento de prensa, que en el final de la era Claro estaba en muy mal pie, comenzó a rearmarse con la llegada de Bernardo de la Maza y rostros nuevos como Rodrigo Sepúlveda y Soledad Onetto. Se trajeron a María Eugenia Rencoret, el cerebro de la era de oro de las teleseries de TVN, y empezaron a armar una potente área dramática atrayendo a históricos actores de la competencia como Álvaro Rudolphy y Jorge Zabaleta, y que le dio grandes resultados al canal con éxitos como “Pituca Sin Lucas”, “Papá a la Deriva”, “Eres mi Tesoro”, “Sres Papis”, “100 días para Enamorarse”, “Pobre Gallo” y actualmente “Verdades Ocultas”. Además, le levantaron al 13 a Patricio Hernández, quien como Director Ejecutivo estuvo detrás de apuestas acertadas como la emisión de la teleserie turca “Las Mil y Una Noches”, que se transformó en un éxito de rating inesperado y dio inicio a la fiebre de telenovelas turcas que terminó extendiéndose a los demás canales e incluso llegó al resto de Sudamérica con seres como “¿Qué culpa tiene Fatmagul?”, “Ezel”, “Sila” y “Kara Para Ask”.
Por su parte, “Mucho Gusto”, que partió como un humilde “saludo a la bandera”, fue agarrando un vuelo inesperado hasta que se terminó transformando en el matinal líder de la TV abierta chilena. Todo esto llevó a que, en 2015, alcanzara el liderazgo de la industria, el cual mantuvo de forma incontestable hasta febrero del 2021, en medio de una crisis general en la cual todos los canales, incluyendo el propio líder, se vieron obligados a hacer despidos, ajustes y externalizaciones de procesos para poder cuadrar las cuentas.
La caída de la Mega-Aplanadora se empezó a fraguar con el estallido social de octubre de 2019. Mega, como la mayor parte de la TV chilena, no estaba preparada para esto. De un día para otro, algunos de sus rostros más relevantes quedaron fuera de juego: Patricia Maldonado por su conocido pinochetismo; Karol Lucero, crucificado por sus actitudes y su pasado pokemón; José Miguel Viñuela, que se disparó a los pies con su funesta performance del corte de pelo al camarógrafo; Kike Morandé, encapsulado en su imagen de “patrón de fundo”, y con su programa en pleno declive y reducido a “El Muro”; Luis Jara, poco acostumbrado a estas circunstancias; etc.
Mega reaccionó tarde y mal al estallido. Su fórmula de éxito de TV de entretención pura empezó a fallar y los ratings ya no permiten sostener el tren programático. No alcanza ni con las todavía relevantes teleseries de la factoría Rencoret. En un principio mantuvo su postura pro-establishment, y echó a rostros “progres” como Felipe Bianchi, Rodrigo Herrera y José Antonio Neme, lo cual desgastó la imagen del canal. Por su parte, Chilevisión tuvo el ojo de entregarle el matinal a periodistas avezados y con buen manejo de la actualidad como Monserrat Álvarez y Julio César Rodríguez, quienes dieron el tono justo para abordar lo que estaba pasando con el estallido, y posteriormente con la pandemia, lo cual está siendo llevado mucho más lejos por La Red y su combativa línea editorial.
Ahora, ante la pérdida del primer lugar, Mega ha cambiado su postura, y está tratando de emular el estilo inquisitivo y ciudadano de Julio César y compañía. “Mucho Gusto” giró al periodismo duro con la inclusión de Paulina de Allende-Salazar y el retorno de José Antonio Neme que estaba teniendo un destacado rol en La Red. Le dieron los noticieros matinales de fin de semana a Rodrigo Sepúlveda, que también da fuerte con la tecla “ciudadana”. “Morandé con Compañía” dio paso a “Mi Barrio”, que es la continuación de “El Muro” con mayores toques de contingencia.
Estamos en un escenario sumamente movido. La pandemia provocó un repunte en el consumo de TV abierta, el que fue mejor aprovechado por aquellos que supieron leer lo que estaba pasando. A Mega y a otros medios pro-establishment les costó mucho hacerlo, quizás porque ello implicaba ir en contra de lo que habían hecho desde siempre, y a contrapelo de su ideología e intereses previos al estallido. La necesidad de recuperar la cima los obligó a cambiar, pero dudo que con eso baste para lograrlo.