Hoy se estrenó, después de semanas de marketing mundialero, “40 y Tantos”, la nueva teleserie nocturna de TVN, que viene con la terrible mochila de mantener la curva ascendente, en éxito e innovación, de “Conde Vrolok” y “Elisa”. Una carga demasiado pesada para cualquiera. Y eso es lo que preocupa tras ver el especial de “Clásicos Universo” con escenas de teleserie detrás que resultó ser este primer capítulo.
La receta es simple: post-adultos-jóvenes arriba de sus SUV siendo exitosos y cometiendo infidelidades de puro lateados que están, todo al ritmo de inolvidables (?) éxitos ochenteros. Porque no hubo ninguna escena que no tuviera uno. Y están ahí con una misión: indicarnos lo divertidas que son las situaciones. Asumo que las desventuras de Francisco Melo y familia son tal como la vida de muchos nacidos cerca de 1970, que viven de Escuela Militar para arriba. Incluyendo intrigas familiares, hermanos desplazados y esposas que no trabajan porque en Chile las mujeres no trabajan, sólo se quejan de que sus maridos son infieles o no ganan suficiente plata. Y cuando trabajan, claro, son solteronas, histéricas y medio frígidas.
“40 y Tantos” nos asegura que ser ABC1 y cuarentón es fabuloso porque tienes un SUV, eres muy infiel, y cuando tu señora te pilla, es cómico. Quizás eso hable de un país arribista y poco satisfecho sexualmente. El problema es que me vienen hablando de eso hace más de diez años. Desde la irrupción de El Rumpy, más o menos. ¿Tan poco hemos cambiado? Si esta teleserie funciona, entonces la respuesta es sí. Y el riesgo de los anteriores títulos, e incluso la amenaza de Coca Gómez desde Chilevisión con sus balazos y su cachondeo imparable, no significaron nada. Me atrevo a sugerir que, si CHV hubiese guardado “Manuel Rodríguez” para nocturna estrenándola ahora, muchas cosas habrían sido distintas.
Es difícil no sentir este primer capítulo como el de una teleserie que ya vimos varias veces (aunque, claro, con mucha más musicalización). Sólo que la última vez todo terminó con uno de esos cuarentones lateros asesinando mujeres y coleccionando sus corazones en un freezer (“Alguien Te Mira”). ¿Cuál será el giro de esta teleserie? ¿Cuántos capítulos tendremos que esperar hasta que llegue? ¿Porque va a haber uno, cierto? ¿Cierto?
TVN nos tenía acostumbrados a verlo tirarse a la piscina, arriesgando con algo nuevo, insólito, riesgoso. Chicas secuestradas por tíos, latifundistas psicóticos suicidándose delante de una cruz, vampiros mordiendo a gente. Pero ahora volvimos a lo mismo de antes. “40 y Tantos” parece un remix (como esos DVDs recopilatorios de los 80 que ponen en los buses) de “Los Treinta”, esa teleserie nocturna que lo inició todo, en 2005 (antes estuvo “Idolos”, pero fue más bien un embrión del formato, en segunda franja y sin un tono definido). Incluso con el histórico problema del área dramática de la red estatal: los mismos actores repitiendo a los mismos personajes. ¿Cuántas veces más toleraremos ver a Pancho Melo como profesional-exitoso-marido-infiel? ¿A Francisca Imboden como cuica despistada? ¿Cuántas canciones más de los ochenta habrá de fondo?
Si Chile es el lugar que todos sabemos que es, y tomando en cuenta la nula competencia, seguro que a “40 y Tantos” le irá bien. No tanto como para esperar con ansias “Los 50, ahora sí que sí”, pero bien. Lo malo es que el fantasma de José Luis Echenique y Elisa Domínguez estarán ahí, amenazando con pasar detrás de un espejo en cualquier escena. Ojalá que los doscientos hits ochenteros por capítulo logren espantarlos.