En pleno 18 de Septiembre, cuando nos estábamos empezando a recuperar del terremoto de hace dos días, nos llegó una réplica inesperada: Eduardo Guillermo Bonvallet, el “Gurú”, acosado por una maldita depresión, decidió quitarse la vida en el departamento que arrendaba en un Hotel de Santiago. Para los que le seguimos su carrera comunicacional en algún momento, un golpe impactante.
Fui ávido auditor de Bonvallet en sus comienzos, en la década de los 90, cuando pasó por “Estadio” en Radio Portales, el recordado “Más Deporte” de Radio Nacional y “Otra Vez de Zero” en la Radio Zero, además de ”Bonvallet en la Red”, “Noche de Bomba” y “Noche Serena” en La Red. Era la época post-Maracanazo, con un fútbol chileno sumido en la mediocridad y con la selección dando palos de ciego a nivel internacional. Bonvallet irrumpió con un estilo directo, sin pelos en la lengua y derechamente confrontacional, atacando directamente a dirigentes, directores técnicos y futbolistas corruptos y negligentes, y tiñendo su discurso con un nacionalismo y amor a la patria chocantes con apenas 5 años de democracia y con Pinochet de Comandante en Jefe del Ejército. Sus denuncias sobre corrupción y chanchullos, que le valieron medio centenar de querellas y hasta una pasada por la cárcel, fueron acertadas: se peleó con Sergio Santander Fantini, alias Don Sata o “el rey del viático”, quien posteriormente cayó por estar involucrado en el escándalo por la asignación de Salt Lake City para las Olimpiadas de Invierno de 2002; denunció los malos manejos de Peter Dragicevic como Presidente de Colo-Colo, que luego derivaron en la quiebra del equipo popular. Además, muchos los consideran factor decisivo de la clasificación de la “Roja” al Mundial de Francia 1998, no solamente por sus acertados comentarios futbolísticos junto a su inolvidable pizarra, sino que además por el fervor patriótico que generó en la hinchada, reflejado en el hecho que los hinchas empezaron a ir al estadio con la camiseta roja. No alcanzó a ver a Chile campeón del mundo, pero sí fue partícipe en el cambio de mentalidad que generó el ambiente para que surgieran los Bravo, Medel, Vidal, Valdivia y otros que, sabiamente conducidos por Sulantay, Bielsa y Sampaoli, nos tiene transformados en campeones de América y en un rival respetado a nivel mundial.
Hay un refrán que dice: “Si quieres recoger miel, no des patadas a la colmena”. Si hay alguien que desobedeció esto premeditadamente fue Bonvallet. Su fondo casi siempre me pareció claro y fuerte, pero su forma era chocante y violenta (más aún en una época en que el periodismo se esforzaba en no pisar huevos) aunque quizás necesaria para abrirse el paso en medios como el futbolístico y comunicacional, plagados de tipos corruptos, acomodaticios y mediocres. Bonvallet no solamente pateó la colmena, sino que la dinamitó, lo que hizo que las abejas se le vinieran encima con todo. Asumió los costos de todo aquello: querellas, persecuciones, pérdidas de trabajo, etc. A la larga, su labor marcó un hito, pues obligó al medio periodístico deportivo a ser menos complaciente, más crítico y más preparado. Sin embargo, su discurso muchas veces coqueteó de manera poco recomendable con el machismo, el racismo, el clasismo y la discriminación, lo cual resulta cada vez menos aceptable en la actualidad.
Después de su salida de Radio Zero, su estrella se empezó a apagar. Ya no marcó tanta presencia en la radio, y probó suerte como entrenador, primero en el fútbol universitario, con logros importantes a cargo del equipo de la Universidad Gabriela Mistral, y posteriormente en Deportes Temuco, donde llegó con bombos y platillos, pero terminó fracasando de manera brutal, llevando al equipo al descenso a la Tercera División. Después de esa experiencia, su credibilidad se vio muy mellada. Pasó por canales chicos como “TyC Sports Chile”, “TVO” o “Liv TV”, o como personaje secundario en programas como “Tonka Tanka” o “Mucho Gusto”. Además, con una exitosa carrera haciendo charlas motivacionales (asistí a tres: una en el gimnasio de la Casa Central de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, otra en el Hotel Gala de Viña del Mar, y la última en un Hotel de Santiago en el marco de una conferencia sobre e-learning). Entre medio, el duro cáncer gástrico que lo tuvo por las cuerdas, con un pañuelo en la cabeza. Y desde siempre, con una dura depresión que, a la larga, le costó la vida.
En sus últimos años se le notó desvariado, muy equívoco. En su última aparición en Vértigo se le vio dopado y algo lento, y terminó atacando de manera matonesca a Giorgio Jackson por unos pinches twitteos de hace tres años. No aceptaba las críticas de otros, aunque construyó gran parte de su carrera criticando duramente, a veces con razón y a veces sin ella, a otros. A pesar de los progresos evidentes de la selección, que terminaron en la obtención de la Copa América, fue sumamente crítico y despectivo con Marcelo Bielsa y Jorge Sampaoli. Estuvo involucrado en algunos escándalos: una pelea con transeúntes en el Pub “El Tejazo”; otra pelea, a aletazo limpio, con Carlos Caszely cerca de un Tavelli; una sorpresiva desaparición a mediados de la década pasada; acusaciones por acoso sexual de parte de Marisela Santibañez y de otra excompañera de trabajo; etc. Aunque mantuvo siempre un buen nivel de sintonía en sus programas en Radio W y Radio La Clave, no volvió a ser el fenómeno de antes.
La muerte del “Bonva” es la más mediática que hemos visto en Chile desde la de Felipe Camiroaga, pero está lejos de suscitar la unanimidad que provoca el “Halcón de Chicureo”. Con Bonvallet no hay términos medios: se le adora o se le odia. Entre los primeros, están ex compañeros como Marco Sotomayor y Felipe Bianchi, grandes profesionales del nivel de Fernando Paulsen o Bernardo de la Maza e incluso gente exitosa en la actualidad como Claudio Palma y Rodrigo Sepúlveda, quienes han manifestado abiertamente que le deben al “Bonva” el inicio de sus carreras; y por cierto, sus seguidores quienes encontraron en él la motivación para superar sus problemas y continuar luchando. Entre los segundos, se cuentan muchas “víctimas” de sus dichos; y gente que trabajó con él y se llevó una mala impresión, como la citada Marisela Santibañez, el periodista Daniel Olave (compañero de Radio Zero y que ha hablado pestes vía Twitter) y el exarquero de Deportes Temuco Marcelo León (asistente técnico en su malograda aventura como DT). Llama la atención eso sí que gente que fue abiertamente maltratada por él, como Xabier Azkargorta, Nelson Acosta y Juvenal Olmos, se refirió en buenos términos a él al enterarse de su muerte.
Bonvallet tenía el mismo trastorno del futbolista Raimundo Tupper, también suicidado. Vivió con ella durante toda su vida, y con ella enfrentó y superó querellas, separaciones, problemas laborales y un cruento cáncer. Bonvallet era un hombre indiscutiblemente fuerte, pero la depresión, azuzada por deudas, su reciente separación y el llevar mucho tiempo viviendo en un hotel y sin poder ver a sus hijos chicos, finalmente lo doblegó. Si alguien como Bonvallet no pudo resistirla, no quiero ni pensar lo que le pasaría a otro tipo de persona sin su potencia. La depresión se suele considerar como debilidad, flojera e incluso como falta de carácter, pero es una enfermedad que aqueja a mucha gente y le destruye la vida. Ojalá esto sirva para que la sociedad chilena preste atención a los problemas de salud mental. También, tal como lo señaló acertadamente el periodista Fernando Agustín Tapia en Chilevisión Noticias, pone de relieve el pésimo e inhumano sistema de salud chileno, donde enfermarse de cáncer te condena a la pobreza aún si tienes solidez económica. Bonvallet estaba acosado por las deudas producto de su tratamiento, lo que lo obligó a vender sus propiedades y le consumió sus cuantiosos ingresos, además de los costos asociados a su separación. Aunque suene cruel decirlo, su decisión de suicidio parece ser la más «conveniente» desde el punto de vista financiero.
Su muerte me recuerda la de Robin Williams el año pasado. Son muy similares: dos personajes exitosos, que en público se mostraban fuertes, energéticos, que incluso motivaban a otros a salir adelante, pero que vivían una negra procesión interior. Su muerte ha estado rodeada de curiosas contradicciones: aquel que animó a cientos de chilenos a enfrentar las dificultades y salir adelante, se terminó suicidando abrumado por problemas económicos y personales; aquel que se convirtió en la pesadilla de los dirigentes corruptos, terminó trabajando en una radio y viviendo en un hotel pertenecientes a Miguel Nasur, compadre de Joao Havelange y uno de los dirigentes más polémicos y cuestionados del fútbol chileno; aquel que no dudó en proclamar su condición de católico a los cuatro vientos, terminó siendo velado en un templo protestante. Su historia es digna de ser analizada y relatada. No me extrañaría que de aquí a 5 años más saliera una serie de TV o incluso una película sobre él.
El Gurú, el Monje, el Faquir, el Guerrero se fue un 18 de Septiembre, y con la selección campeona de América. Todo sumamente simbólico. No sabemos si ascendió a los cielos, logró el Nirvana o quedó en el limbo. Pero claramente quedará en la memoria colectiva de todo un país. Para bien o para mal, todo un personaje. Te podrá gustar o no, pero no se puede discutir su relevancia. Tuvo una vida dura y sufrida, y es hora que descanse en la paz que rara vez tuvo. Solo queda agradecer y atesorar lo (muy) bueno que dejó; sacar lecciones de los errores que cometió; y poner atención en los temas del tratamiento de la depresión y de nuestra porquería de sistema de salud.